Una exposición en Toulouse explica la ayuda del artista al exilio republicano tras la Guerra Civil
Cuando terminó la Guerra Civil, Pablo Picasso llevaba ya casi cuarenta años instalado en París, aunque viajaba con frecuencia a España. A partir de 1939, el artista pasó a ser un exiliado y prometió que no regresaría a su país mientras lo gobernara Franco, un compromiso que cumplió. El pintor, muy consciente de su notoriedad internacional, aprovechó su fama para ayudar a artistas huidos y a otros exiliados.
Ochenta años después de aquel éxodo dramático a través de los Pirineos, en Toulouse se inaugura hoy una exposición muy singular, Picasso y el exilio. Una historia del arte español de la resistencia , en la que se explica la actividad del pintor relacionada con la lucha antifranquista, la influencia que tuvo en su trabajo y la solidaridad con la causa de los derrotados.
La muestra
‘Picasso y el exilio’ reconstruye la historia del arte español de la resistencia
No es por azar que la muestra se haya organizado en Toulouse, que fue la capital del exilio en sus años más duros, y que el lugar elegido sea Les Abbatoirs, un gran centro cultural en los edificios de los antiguos mataderos, en la orilla izquierda del Garona. A este barrio obrero fueron a parar la mayoría de españoles desterrados. Aquí se creó también, en 1944, el hospital de Varsovia, un centro para atender a los exiliados, en el que trabajaban varios facultativos y profesores de medicina eminentes de Barcelona. Picasso, que era presidente de un comité de ayuda a refugiados, contribuyó a fundar el hospital, financiado en gran parte por organizaciones antifascistas estadounidenses. El centro médico aún funciona y es de los más prestigiosos de la ciudad.
En Picasso y el exilio pueden verse pinturas y dibujos del creador malagueño y de unos cuarenta artistas españoles que se habían refugiado en Francia. Algunos desarrollarían una carrera de gran éxito, como Julio González, Javier Vilató, Antoni Clavé o Remedios Varo. Otros caerían en el anonimato, o casi. Son muy impactantes, por su expresividad y testimonio histórico, los cuadros de Josep Pontí Musté (1911-2010). Internado en el campo de concentración de Septfonds, Pontí retrató, sobre arpillera (yute), a los talladores de piedra del campo. Otra obra, sobre la llegada de un contingente de refugiados, muestra a un soldado hambriento, con rostro demacrado, y una mujer entregándole una hogaza de pan.
La sede
No es un azar que la muestra se celebre en la que fue capital del exilio en los años más duros
Uno de los objetos más interesantes de la muestra es la carta que le enviaron a Picasso desde la subsecretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes para informarle del decreto por el que había sido nombrado director del Museo del Prado. Era diciembre de 1936. Le invitaban “fervorosamente” a viajar a España por unos días “para cerciorarse sobre el terreno de la labor que está realizando el Gobierno de la República para la defensa y salvación de nuestro tesoro artístico nacional”. En la misiva se le recomendaba hacer el viaje en avión, de Toulouse a Alicante, y de allí en automóvil hasta Valencia. Picasso nunca realizó el viaje ni tomó posesión del cargo.
También sobresale un diario amarillento del 30 de enero de 1939. Se trata de un ejemplar original del Paris-Midi que está colgado de un hilo y va girando. En la portada se anuncia que “Hitler hablará esta noche”. La otra noticia destacada informa de que “bajo la lluvia y la nieve, han llegado a Francia otros 40.000 refugiados españoles, extenuados y hambrientos”.
Retrato coral
La exposición reúne obras de Julio González, Vilató, Antoni Clavé o Remedios Varo
La obra principal de Picasso expuesta en Toulouse es el gigantesco telón teatral, titulado La dépouille de Minotaure en costume d’Arlequin, que Picasso realizó en 1936 con motivo de la llegada al poder del Frente Popular en Francia y que años más tarde donaría a la ciudad de Toulouse. Hay otros cuadros como un curioso Mano a mano, pintado con Javier Vilató –sobrino de Picasso–, Le matador (1970) y otros relacionados con la tauromaquia. Se expone un cartel de solidaridad con la oposición española, de 1973, poco antes de su muerte, en el que, sobre un toro pintó una paloma de la paz. Para justificar las explicaciones al visitante sobre la historia del Gernika, en Les Abbatoirs se expone el bastidor de la célebre pintura, cedido por el Museo del Prado.
Entre los artistas contemporáneos de Picasso que rescata la exposición de Toulouse figura Antonio Rodríguez Luna, un pintor comunista que hizo una serie de dibujos a tinta de “un surrealismo guerrero y fantástico” –en palabras de una de las comisarias de la muestra, Annabelle Ténèze- dedicados a los horrores de la Guerra Civil, como el bombardeo de Colmenar Viejo (1937). Hay cuadros que son auténticos gritos políticos como El terrateniente, El dictador, El falangista o Todos en pie contra el fascismo.
Solidaridad activa
El malagueño ayudó a algunos artistas a obtener pasaportes o a salir de prisión
Pablo Picasso ayudó directamente a algunos de los artistas a obtener pasaportes o a que fueran liberados de prisión. Fue el caso de Remedios Varo, artista surrealista, que emigraría después a México y frecuentaría a la pareja formada por Diego Rivera y Frida Kahlo.
Según Ténèze, la sensación de ser él mismo un exiliado influyó en la actitud vital de Picasso y se reflejó en las ilustraciones que realizó para las grandes obras de la literatura española. “Le llevó a releer mucho la historia de la pintura española y a presentarse él mismo como español, casi de un modo folclórico”, señaló Ténèze. “Volvió a interesarse mucho por la cultura española, como ya lo había hecho en los años treinta, en el momento del surrealismo. La manera en que lo hizo en los cincuenta y sesenta parece estar ligada también a la nostalgia, a la tristeza y al deseo de disfrutar de la vida española”. Picasso, en efecto, no dudó en fotografiarse con una barretina catalana, en 1954, durante unas vacaciones pasadas en Perpiñán, y a que inmortalizaran a sus hijos Claude y Paloma con traje típico catalán. Ya nunca más cruzaría la frontera, pero quería sentirse próximo.
Autor: Eusebio Val