Las herramientas digitales crecen y con ellas la creatividad y diversidad artísticas. Mariangela Giaimo recoge tres ejemplos de prácticas artísticas internacionales nacidas para ser disfrutadas a través de nuevas tecnologías como la realidad aumentada, drones, Facebook o Google Maps entre otras. ¿Es entonces Internet un museo 2.0?
Las redes sociales y aplicaciones de celulares son un espacio en la creación y producción de las prácticas artísticas. Algunos ejemplos nos hacen pensar en estos ámbitos de ampliación del campo del arte y de la relación entre lo artístico, los medios y los públicos.
Lo primero que se nos viene en mente es pensar las redes sociales como un lugar de exhibición y promoción del artista y su obra. Algo que muchos llamarían un canal de venta de mercancías y de personas —todo un tema a problematizar—. Sin obviar esa faceta —que instituciones, artistas, curadores, galeristas y otros agentes realizan todo el tiempo— las redes y aplicaciones de celular pueden ofrecerse como una parte del proceso creativo artístico. Sirven como plataformas de encuentro de público o personas con intereses sobre un tema, un artista, o una disciplina pero además posibilitan intervenciones artísticas, se constituyen como lienzo de obras digitales o materiales y forman parte del proyecto artístico o del proceso de fruición de los espectadores pensado por los artistas. Aquí adelante van algunos ejemplos, solo tres, de cómo utilizar las redes sociales y aplicaciones como otro elemento más de los procesos creativos.
Forgotten place XIV del español David de la Mano es un ejemplo de utilización Instagram. En esta ocasión intervino las paredes interiores de una casa deshabitada de Uruguay. Muralista, especializado en arte urbano, su obra se encuentra en todo el mundo, desde edificios de altura, paredes, pero también en lugares abandonados. Con respecto a estos espacios comenta que «los lugares alejados o hiperapartados tratan de generar piezas con contacto mas profundo e íntimo que en un lugar obvio. Además la búsqueda de estos lugares te permite descubrir la ciudad u otros lugares. La finalidad es captar la atmósfera de ese lugar y hay una parte que es compartirlo en las redes».
En su propio proyecto artístico la publicación en redes forma parte de la obra no como promoción sino como una parte más de su discurso, en el que suscitar la inquietud del espectador para encontrar lugares inaccesibles forma parte de la propuesta. Él lo explica: «El arte tiene sentido cuando lo compartís. El museo se sigue manteniendo como un fortín al que solo acceden unas personas. Las redes son más abiertas y cualquiera accede y puede encontrar identificación. Por eso la gente que trabaja en la calle también tiene la generosidad de dar a conocer. Creo que es una obligación didáctica mostrar lo que hacemos y los procesos». Muchas personas utilizan las publicaciones para luego preguntar dónde están esos lugares y generar una travesía y el recorrido de llegar al lugar forma parte de la obra.
En el caso del artista cubano Jorge Rodríguez Gerada el uso de la tecnología del GPS le ha ayudado ha realizar obras de gran tamaño en el suelo. No solo eso, también otra tecnología de geolocalización como la aplicación de Google Maps puede convertirse en la única manera de ver totalmente —es decir de tener cierto punto de vista completo— la pieza. Cada vez más ciertas propuestas de arte público están vinculadas —desde una gran necesidad hacia estas tecnologías— con su visualización a través de esta aplicación o también de contar con un dron que registre, facilite el acceso al público y genere otros sentidos con la obra. Con Gal·la de Rodríguez Gerada tenemos un ejemplo. Es un proyecto que realizó en 2010 para una ONG en la playa del delta del Ebro en España, para remarcar el problema del calentamiento global y la tenacidad del ser humano en encontrar soluciones. Utilizó postes de madera para diseñar el rostro de una niña de ese lugar —con la estética de un laberinto—.
Otro ejemplo, pero en Facebook, es Intimidad Romero, quien propone todo su perfil como una propuesta artística. Ella nunca muestra su cara, ni las caras de los demás, y utiliza el recurso del pixelado como forma de generar el extrañamiento: las selfis están distorsionadas pero también todas las imágenes. La guerrilla está en utilizar esa práctica justamente en Facebook, una red social, una tecnología de creación de la presentación de la persona en lo virtual. Esta propuesta nos hace reflexionar sobre la importancia de la construcción de nuestra subjetividad, nuestra exhibición continua, nuestra nueva manera de vivir la intimidad pública —esa de la que nos habla Paula Sibilia en su extenso trabajo académico— o el autodiseño de la persona en las redes de Boris Groys—. Ella en la red se vuelve su propio proyecto artístico, y Facebook se utiliza como otro espacio de exhibición pero también como materialidad desde donde criticar a la sociedad.
Muchas de estas propuestas generan reflexiones sobre la configuración la autoría, la mercancía, el carácter único de la obra, la subjetividad o el vínculo autor-espectador y el espacio y el tiempo. Ya desde los años noventa que lo digital y los medios de comunicación dan carne a las artes visuales, como por ejemplo, con el net.art que implica intervenciones en y a través de la red o instrumentos digitales. En Uruguay el artista Brian Mackern es el referente en proyectos artísticos digitales e híbridos —entre el entorno digital y el real—, en especial lo sonoro. Actualmente una de sus obras se exhibe en The New Museum en Nueva York en una antología de net.art.
En fin, el arte siempre ha tenido como finalidad la disrupción, la sorpresa, el acto menos pensado, y la crítica y reflexión de los propios medios y soportes de creación. Las redes sociales y aplicaciones de celulares también se ofrecen como lugares para expandir y discutir el campo del arte, como problema pero también como oportunidad para repensar el vínculo entre el arte y los medios.
Autor: Mariangela Giaimo
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