Lo peor del “premio Nobel de Literatura alternativo” que se concedió en octubre del año pasado no es que su impulsora, la presentadora de televisión Alexandra Pascalidou, haya sido acusada en varias ocasiones de plagio y de firmar libros que no ha escrito; ni que la selección la hicieran exclusivamente lectores suecos; ni que en la lista de los 47 candidatos no hubiera ningún autor en español; ni que la página web de la Nueva Academia ya no esté en funcionamiento.
No: lo peor es que la ganadora, la antillana Maryse Condé, no supone una auténtica alternativa. La autora de La Migration des cœurs —una reescritura de Cumbres borrascosas ambientada en la isla de Guadalupe— escribe en francés, se formó en la Sorbona, está casada con su traductor al inglés y ha sido profesora en varias universidades estadounidenses. Una trayectoria muy parecida a la de Derek Walcott (Premio Nobel de Literatura en 1992 por Omeros, una reescritura de la Odisea en clave caribeña), o V. S. Naipaul (nacido en Trinidad y Tobago y formado en Inglaterra, lo ganó en 2001), o Gao Xingjian (nobel literario del año 2000, que ha pasado la mayor parte de su vida adulta en Francia).
Mientras que estos y otros ganadores del máximo galardón literario del planeta recibieron cerca de diez millones de coronas suecas (más de un millón de dólares), Condé fue premiada con un millón de coronas (una décima parte). Pero —pese a todos esos hechos— el Premio de Literatura de la Nya Akademien ha tenido una gran repercusión en los medios de todo el mundo y ha supuesto la publicación de la autora de Guadalupe en muchos países donde era desconocida. El sello español Impedimenta, después del breve libro autobiográfico Corazón que ríe, corazón que llora, será el responsable de la edición de su obra en nuestra lengua.
El improvisado reconocimiento ha llenado —en la inercia del periodismo cultural y de la industria de la edición— el vacío dejado por el Premio Nobel de Literatura, que quedó congelado el año pasado tras un doble escándalo de filtraciones y de abusos sexuales. El True Story Award de la revista suiza Reportagen, en cambio, no ha recibido la atención que sin duda merece. Se trata de un proyecto sumamente ambicioso, pero que no se beneficia del eco de una marca ya creada, sino que inventa sus propias reglas de juego.
El primer premio global de periodismo fue convocado a finales del año pasado con la voluntad de detectar las voces más importantes de la crónica en los idiomas más influyentes del planeta: alemán, árabe, español, chino, francés, hindi, inglés, italiano, japonés, persa, portugués, ruso y urdu. En cada una de esas lenguas, un jurado de prestigio elegirá tres textos.
El del idioma español está compuesto por Julio Villanueva Chang, Rosa María Calaf y Alberto Salcedo Ramos. Involucrando en los procesos de lectura y prescripción a profesionales de treinta países, el True Story Award persigue una visión de la excelencia y del periodismo que trascienda los límites de la mirada eurocéntrica y norteamericana, del inglés y del francés, del canon al uso.
El objetivo final es decidir cuáles fueron los cuarenta y dos mejores reportajes que se publicaron en 2018. Y recompensar con 30.000 dólares al mejor representante en 2018 del oficio más viejo del mundo (las noticias circularon antes que el dinero). El ganador y los finalistas se anunciarán el 31 de agosto en Berna, en el marco de un gran festival de la no ficción con decenas de actividades gratuitas, con voluntad de situar en el mapamundi a la ciudad suiza.
Cuando la pirotecnia no sea más que cenizas, quedará de todo el proceso de selección un documento muy valioso, la principal lección del año sin premio Nobel de literatura. Esa antología realmente polifónica y representativa del mejor periodismo internacional no será el resultado de las conversaciones y negociaciones de una elite académica o nacional, sino de un método de trabajo de curaduría múltiple, horizontal y políglota, el único válido para decidir cuál podría ser cualquier canon del siglo XXI.
Lamentablemente la Academia Sueca y la Fundación Nobel van a conceder este año el galardón sin atender al modelo realmente alternativo que propone Reportagen. No en vano ambas instituciones nórdicas están estrechamente relacionadas con la monarquía, cuya naturaleza le impide ser realmente parlamentaria. En 2019 habrá -de hecho- dos premios Nobel de literatura, para que uno cubra la ausencia del año pasado.
De modo que se desaprovecharán dos oportunidades: la de adaptar los protocolos de la selección a los nuevos tiempos y la de recordar con un elocuente y ejemplar vacío el año de la infamia.
Autor: Jorge Carrión
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