“Lejos de constituir elementos estancos, los géneros periodísticos se entremezclan y aun llegan a enriquecerse con elementos formales de otras disciplinas, cuento, ensayo, novela”
Vicente Leñero
Reflexiones I
A través de los tiempos, han sido muchas las formas, a veces tan depravadas, de comunicar los acontecimientos que día con día acaecen, mismos que transforman y repercuten de alguna manera en la vida cotidiana de las personas. La calidad del periodismo se deja en entredicho cuando detrás de éste hay manipulación y una falsa necesidad de cuestionar la vida pública. Es importante que, ante la coyuntura actual, seamos capaces de entregarnos a una reflexión más profunda y exijamos información más límpida.
El periodismo y la literatura son elementos que brindan posibilidades inigualables de pensamiento crítico mediante los cuales podemos hacer consciencia sobre las vicisitudes que funden la memoria, porque imprescindible es tener una fuente inagotable de reflexiones, crónicas, historias, novelas, que concedan al hombre una alternativa para poder comprender y repensar el mundo. Nicholas Tomalin, periodista inglés, decía, en tono irónico y jocoso, que “las únicas cualidades esenciales para el éxito real en el periodismo son una astucia de rata, una actitud convincente y un poco de habilidad literaria.”
En México hemos tenido grandes generaciones que han hecho del periodismo y la literatura en conjunto una tradición, tales como Manuel Payno, Justo Sierra, Francisco Zarco, Manuel Gutiérrez Nájera, entre el siglo XIX y XX, y más contemporáneos como Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Juan Villoro, Homero Aridjis, por mencionar algunos.
El poder de la palabra y la consciencia utilizados con fines de libertad, de redefinir y cuestionar los constructos ideológicos y sociales, son sólo algunos de los fines más sustanciales de la literatura y del periodismo. Sobre el primero, el periodista Timothy Garton, dice que “ante las suspicacias que despiertan palabras como “objetividad” o “verdad” resulta necesario preguntarse cuál es la obligación actual del periodismo. La disciplina, la ética y los métodos apuntan a que un texto sea digno de la confianza de los lectores. Sobre la segunda, Camus decía que “cuando se acaba el misterio, se acaba la vida” y puntualizaba Leñero, “siempre tiene que haber más posibilidades, más caminos, más repuestas”.
Antes los pocos espacios que quedan para ejercer el trabajo de la escritura: literaria, periodística o en conjunto, tenemos que abogar por la creación de nuevas trincheras que sirvan para dar voz a las diversas formas de entender la realidad, y es que sólo a través de la difusión del pensamiento reflexivo podremos soñar en tener una sociedad más crítica y menos manipulable.
Muchas son las voces que claman por la libertad de expresión, algo que en nuestros días es común y a veces muy frecuente escuchar, y es que las circunstancias presentes del país determinan ciertos términos o métodos de control de masas; es, precisamente, hablar de aquellos que ejercen “una libertad” mal entendida, dependiendo desde el horizonte en el que se le vea, es decir, una libertad secuestrada y prostituida por aquellos que dicen escribir para la verdad.
Tanto el ejercicio periodístico como el literario son sólo dos ínsulas dispuestas para el que quiera dialogar con el pensamiento profundo y juicioso, ya que ante la severidad y furia del presente se requieren espacios de sinceridad y espontaneidad de las ideas; pero hay que recordar siempre que la libertad es menor cuanto más se aprisiona una única verdad.
Autor: Rogelio Hernández
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