¿Cómo definir lo que es un actor? Esa pregunta se la hicieron sus alumnos al maestro José Luis Ibáñez, pilar del teatro universitario y reconocido director en México.
La escena, no teatral, sino de la vida, fue en el garaje de la casa de Ibáñez, habilitada como pequeño foro en el que se ensayaban algunos de sus montajes y en el que daba sus clases.
En plena cátedra, José Luis Ibáñez definía el perfil de un histrión: “un actor es…” Sin embargo, no encontraba la definición exacta, hasta que, en eso, entró su gato, atravesando el patio. Era un siamés que se había salido de casa y no había regresado en días. Obvio, todo sucio de la parranda.
El maestro lo ve entrar, lo señala y afirma: eso es un actor.
Por la metáfora, los alumnos soltaron la carcajada. Entre ellos estaba Raúl Adalid Sainz, quien compartió con La Jornada esa anécdota.
Como actor, tienes que llenarte de cochambre toda tu vida, en la cual, lo importante no es el final, sino el camino que recorres. El gato significa la vida y el actor es lo que justo va a representar: la vida del ser humano, asegura Adalid, con cuatro décadas en las tablas teatrales y en los setscinematográficos.
Es egresado del Centro Universitario de Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha participado en más de 50 montajes, dirigidos por Luis de Tavira, José Luis Ibáñez, Alberto Lomnitz, Raúl Zermeño, Herbert Darien, Boris Schoemann y Hugo Arrevillaga.
Comparte sus experiencias vivenciales con actores y directores teatrales y cinematográficos en su primer hijo literario: Historia de actores, libro que homenajea a la vida, la cual veo a través del teatro, mi pasión y lo que me trajo a Ciudad de México.
Adalid también ha actuado en cerca de 30 películas, y diversas series, la más reciente Colosio: historia de un crimen.
Prologado por Luis de Tavira, el libro muestra “retratos que he vivido con actores, actrices y directores… Pasajes”, precisa.
El actor es oriundo de Torreón, Coahuila, y cuenta que acudió al llamado del mundo histriónico a los 17 años.
Relata que un día, siendo un vago en su terruño, un maestro lo invitó a ver una obra que se montó en la ciudad. Lo que llamó su atención fue el elenco, porque nunca había ido al teatro, pero ahí tuve mi encuentro con lo inexplicable.
Fue a otra obra a Torreón, El avaro(de Molière), dirigida por Miguel Sabido y protagonizada por Ignacio López Tarso.
Entonces supe que deseaba ser actor. Quiero ser como ese señor (López Tarso); todo me llegó de golpe. Luego me vine a Ciudad de México a estudiar literatura dramática y teatro en la UNAM, y a comenzar mi historia en el escenario.
Ahora, Adalid congela sus experiencias en el papel.
Era una cuenta pendiente. Las cosas se dan cuando tienen que darse. Luego de una operación médica, que me tuvo cuatro meses detenido, comencé a escribir los relatos en cinco capítulos.
Explica el contenido: “hablo de mi encuentro con el teatro. De perfiles de actores y actrices contados por medio de mi experiencia con ellos. Hablo de mi pasión por el cine y de los realizadores con los que he trabajado. También de los directores de teatro que me han dirigido y enseñado; de cómo trabajan y cómo es su proceso creativo… las vivencias”.
Rico anecdotario
El libro, editado por la Secretaría de Cultura de Coahuila, es un rico anecdotario que entreteje algunos pasajes de la vida del coahuilense y muchas historias de la escena mexicana nacional.
En el prólogo, Luis de Tavira escribe: es un testimonio entrañable y solidario en el que la pasión por el arte de la actuación se entreteje con la leyenda de sus creadores, y donde los datos y las anécdotas se convierten en los pasillos que llevan a un escenario donde cabe el mundo.
Raúl Adalid también habla en el libro de su amor por el futbol.
–¿Cuál es la relación del teatro y el balompié?
–Charlan de lo lindo… tiene que ver con los cinco sentidos, y el teatro entra por los sentidos.
Para el actor, el día que juega el equipo al que le vas es un ritual. Cuando juega el Santos Laguna es para mí como un rito, una ceremonia de teatro. La verdad, mi emocionalidad depende del resultado del partido.
Cuenta que un día en Nueva York, donde participaba en una obra, le tocó una final del torneo entre Necaxa y Santos Laguna. “Me enteré de que mi equipo ganó la final y como comenzaba a nevar en La Gran Manzana, parecía una escena de película y no paré de llorar…”
Raúl Adalid también dedica textos a personajes como Ignacio López Tarso, Claudio Brook, Héctor Bonilla, Arturo Ripstein, Laura Almela, Alma Muriel, Alberto Lomnitz, Arturo Ríos, Claudio Obregón, Luisa Huertas, Damián Alcázar, Julián Pastor, Gonzalo Vega, Víctor Hugo Rascón Banda, por mencionar sólo algunos.
Para Raúl Adalid la memoria es a final de cuentas una reconstrucción de la vida, es verbalizarla, recordarla. Escribirla es vivirla, quizá volver a componerla.