¿Es el arte un lujo fastuoso que solo algunas, muy pocas, de las miles de personas que circulan por arteBA durante los cuatro días que dura la feria, se puede dar? En tiempos de una aparente democratización de las artes visuales (o al menos de su circulación a través de las instituciones y de las redes) la pregunta viene a cuento de si es posible, también, una democratización de su demanda. A pesar de la escalada del dólar, el estímulo de un nuevo tipo de coleccionistas, de presupuesto acotado pero entusiasmo joven, podría ser una buena opción para dinamizar un mercado pequeño y bastante estático, como es el argentino. ¿Qué buenas opciones ofrece la feria y por cuánto? Y sobre todo ¿qué las convierte en una buena opción?
Una estrategia interesante en la búsqueda sería abocarse al papel. Aunque mucho más endeble, los dibujos, tintas y pinturas realizados en este soporte siguen siendo una obra única, y sus precios, en general, son marcadamente menores que los del lienzo. Sebastián Camachoes un artista colombiano que utiliza el papel como soporte y como medio. Su serie Ventanas, o la vida de todos los días deriva de sus tránsitos por Buenos Aires mirando fachadas, que después cala con bisturí (y precisión de cirujano) sobre diez hojas superpuestas. Bellas y pequeñas, podremos llevarnos por mil dólares una de esas vistas del stand de Gachi Prieto. “Camacho es un artista ideal para una colección que está arrancando, porque tiene una obra personal e íntima que al mismo tiempo ya circula a nivel internacional. Además es un artista joven, me parece que está bueno comprar obra de coetáneos”, sugiere la galerista. Otra buena opción en ese mismo stand pueden ser los acrílicos de Daniel García. Su variedad de flores sobre papel, en un formato muy pequeño, podría resultar un modo garantizable (400 dólares) de hacerse de la obra de un artista que ya cuenta con su trayectoria.
Para Ariel Authier, codirector de galería Nora Fisch, la mejor opción es ir por la obra de un artista joven, si, pero que ya cuente con cierta legitimación en el medio. “Yo no iniciaría una colección basándome solo en el gusto”, agrega. Una muy buena alternativa serían entonces las obras de Julián Terán. Sus dibujos realizados sobre carbónico tienen un gran atractivo visual, y son el trabajo de un artista que ya está instalado en el medio internacional. Crípticos y potentes, por menos de dos mil dólares podremos llevarnos de la galería alguna pieza de su serie Rastros celestes.
Para los amantes del pequeño formato, los collages de la artista chilena Catalina Schliebener serán una alternativa muy atractiva: “Creo que Catalina es una muy buena opción para un coleccionista joven, porque su obra abarca temas de suma actualidad, como la diversidad sexual, la identidad de género y sobre todo la infancia queer”, explica Silvina Pirraglia, de Hache galería. Como los buenos perfumes, la artista chilena (otra de las que también comienza a tener resonancia internacional en Europa y Nueva York) despliega su discurso -crítico y bello en las mismas proporciones- en pocos centímetros. En el stand de Hache su pequeño tríptico, perteneciente a la serie Animalia se ofrece a 800 dólares.
Una muy buena oportunidad presentan los óleos sobre papel de Verónica Gómez que ofrece galería Quadro. Se trata de obras que realizó durante 2015 y 2016, en el contexto de una residencia en Finlandia, pequeñas pinturas de gran presencia y el tono inconfundible de una artista ya instalada a nivel nacional e internacional que todavía tiene, sin embargo, mucho para seguir creciendo. “Lo interesante de la obra de Verónica es que además trabaja abocándose en un tema hasta que siente que lo agota y pasa a otra cosa, eso garantiza también cierta condición limitada de sus trabajos, te llevás algo que sabés que no volverá a repetir”, explica Federico Gonz, director de la galería. Los precios de estas obras (una de las cuales fue adquirida, el mismísimo primer día de feria, por el Museo de Arte Moderno) oscilan entre los 600 y 900 dólares.
Otra muy buena opción en la misma galería es la obra de Lucía Delfino La promesa de lo efímero. Si bien es una fotografía (lo que probablemente la vuelva más accesible que las pinturas), la misma no es sino el registro (vale aclarar que único, no hay más copias de esta foto) de la pintura de unas flores que la artista realizó sobre un bloque de hielo; una suerte de pintura efímera que se va transformando a medida que el hielo se derrite, arrastrando y mezclando, en su descomposición, los colores. Delfino es una artista muy joven (tiene menos de 30 años) al inicio de su carrera, pero que ya comienza a pisar fuerte. Por 900 dólares podemos llevarnos una obra potente e innovadora, de alguien que promete mucho.
Junto a la obra de grandes maestros como Juan Grela, la galería rosarina Diego Obligado ofrece los llamativos dibujos de la francesa radicada en Rosario Pauline Fondevila, que podremos llevarnos por mil dólares. Y una buena opción para los que gusten del volumen pueden ser las sugerentes esculturas en goma-eva de la entrerriana Mariana De Matteis, que se ofrecen por 650 dólares. “Hay que animarse a preguntar –aconseja Obligado a los que recién arrancan- se pueden comprar cosas buenas y a buen precio, algo que te guste pero que sea bueno… y además existen las cuotas”.
A no confundirnos, sin embargo, de papeles, que los hay en esta feria (y varios) muy por fuera de un bolsillo principiante. Para muestras basta un botón, o mejor dicho, una pequeña hojita que difícilmente llegue a los 5 centímetros cuadrados: el Dibujo futurista de Emilio Petorutti, que la galería Del Infinito ofrece por 50 mil dólares. Realizado en 1913, es sin duda una de las primeros trazos que el artista realizó al llegar a Italia, y dejarse empapar por las vanguardias. Más que una obra de arte, una verdadera reliquia.
Autor: Julia Villaro
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