Ricardo F. Colmenero nos regala en su libro un retorno al pasado en un peculiar estilo divertido y triste que nos sumerge en un particular destino a la infancia
Mi psiquiatra flipaba. Y quiso saber cosas de mi infancia por si había algo que resolver de mi pasado. Pero mi infancia fue muy feliz, le dije. Cuando me resfriaba me daban whisky con miel y limón. Tuve un perro monaguillo. Mi hermana me maquillaba y pintaba las uñas durante sus prácticas de esteticién. A los once años me quitaron el bigote con cera. En el colegio jugaba al fútbol con una piedra y tengo puntos en una ceja por rematarla con la cabeza. En mi aldea gallega, cada domingo íbamos a misa y cuando había elecciones mi madre nos dejaba en la mesita de la entrada nuestros sobres con las papeletas del Partido Popular. ¿Qué más se puede pedir?.
Desde la nostálgica Galicia a la luz cegadora de Ibiza, con paradas en Madrid o Miami, las páginas de Literatura infiel van trazando un relato delirante y hermoso en el que la escritura y la vida se entremezclan con escenas cotidianas que la pluma de Ricardo F. Colmenero, ganador del Premio Camba de Columnismo, transforma en mágicas. Resulta imposible no enamorarse de su prosa y de su mirada alegórica que convierte la anécdota en relatos que son la envidia de cualquier columnista. Su ironía y su tono a veces satírico lo sitúan como digno heredero de Camba.
Colmenero ha conseguido desde su exilio en Ibiza ser el más gallego. Escribe desde las nostálgica retranca gallega, pero mirando hacia el brillante y vital Mediterráneo.
Galicia representa el espacio mítico de la infancia, donde los inverosímil convive con lo fantástico.
«Casi todo lo que hay que escribir sobre una familia puede averiguarse en tres días de matanza en Galicia. En el despiece puedes resolver todo el árbol genealógico, incluidos los muertos, que siguen tomando decisiones con el cuchillo de otros. También está ahí casi todo lo que hay que escribir sobre un pueblo, y muy probablemente toda la literatura. Los vecinos hablan de los jamones como de una novela. Todos tienen una o dos colgadas de un hierro, entre la corriente helada de dos ventanucos, uno de ellos siempre al norte, esperando que su destino lo decidan las heladas de una cordillera. No hay nada de eso en las charcuterías. De haber abierto alguna en la aldea alguien le habría gritado a la dependienta aquello de Sazatornil en Amanece que no es poco: “Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?»
Ibiza es el territorio de la aventura, lo extremo y lo explosivo, un espacio y un tiempo de juventud irreverente que el autor rescata con las agudas pinceladas de un observador capaz de construir mundos enteros con las pequeñas cosas.
“Una de las mayores incomodidades de vivir en la isla de Ibiza son los hippys. No los hippys de ahora, que más o menos los ves venir, sino los de antes. Unos que llegaron a la isla por una razón que ya no recuerdan, y que ahora hacen de abogados, o de dentistas, o tienen una librería…Con el tiempo aprendes a olerlos porque no pueden ocultar las huellas de una noche psicodélica infinita que a veces les deja en pausa; o un tatuaje holístico en el antebrazo. Se interesan por tu hora de nacimiento, y dan consejos gratuitos de dudoso contraste científico, como una piedra azul junto al ordenador como tratamiento para la creatividad. No puedes huir de ellos porque emergen de un funcionario al otro lado del mostrador; o de un farmacéutico; o del electricista; o de la matrona que le toca a la mujer, que nada más verla supe que nos iba a mandar darle el pecho hasta segundo de teleco.”
Las páginas de Literatura infiel componen un relato de iniciación a través de la mirada de Ricardo F. Colmenero que atraviesan la infancia y la juventud para adentrarse en la vida adulta con la mágica cualidad de no perder nunca la capacidad para el asombro. Dueño de los registros literarios de los grandes cronistas como su admirado Camba, el autor rescata la poesía de lo cotidiana, la grandeza de lo cercano.
«Mi abuela es la mujer a la que más he querido en mi vida. Vivía con ella tres meses en Sanxenxo, veía boxeo de madrugada en la gallega, erraba mis explicaciones sobre alguna ex con un: “ya, es que era muy guapa la muy cabrona”. Cuando se le fue la cabeza ya estaba lejos. Regresé pensando que no me reconocería pero tuve suerte. Una sonrisa de segundo. Me preguntó si era feliz, y le dije que sí besándole las manos. A la semana siguiente se fue.»
La literatura, el periodismo y la vida se mezclan como materia prima para construir un mundo coral y heterogéneo en el que caben las aventuras un actor porno, el rescate de una abuela aldeaa, las extrañas relaciones de las comunidad de vecinos, el amor de un padre, las novias nunca olvidadas o el milagro de un hijo.
«A mi vecina, la que está buena, la conocí una mañana en el portal. Yo iba o venía de correr y ella iba o venía de estar buena (…) Se quedó allí a mirarme mientras estiraba y me contó que acababa de mudarse con sus dos hijos y que le apetecería volver a salir a correr con alguien. Algunas partes de mi cuerpo reaccionaron enseguida, pero conservarlas me mantuvo en silencio. Poco después me vio con mi mujer y ahora, si me pilla estirando en el portal, hace por no saludarme.» (La Comunidad, premio Julio Camba de Columnismo 2018)
«La paternidad es un estado mental que se alimenta de miedo. El miedo te ayuda a mantener a tu hijo con vida al tiempo que consume la tuya. El miedo ha permitido fabricar una industria que te anima a sospechar de las vacunas, de su tos, de una mancha en las extremidades, de la leche en polvo, de una postura al dormir que provoca deformidades craneales, y de un juguete como una rana modular que atrofia la vista. Internet te instruye en el miedo, y un buen día te descubres siguiendo los cinco pasos para descubrir si tu bebé será gay o superdotado, si fumará porros, si es hiperactivo, o autista, o agnóstico, o neoliberal. Incluso si puede ver a los muertos.»
Literatura infiel es un viaje a la edad adulta cargado de humor y ternura con el que toda una generación se sentirá identificada por su manera de contar el amor, el fracaso, la amistad, la precariedad laboral o la paternidad con todo el abanico posible de emociones. Todo lo que escribe Colmenero es para enmarcar.
Precioso, divertido , tierno y triste a la vez.
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