Las librerías y las bibliotecas son lugares brujos, hechizan. Luigi Pirandello las llamaba cementerios en el sentido de lo místico que encierra entre sus páginas una cantidad de libros muertos que, como lápidas, descansan en las estanterías. Y no es hasta que decidimos extraer uno de esos libros cuando desprende todas sus virtudes, cuando demuestra lo que realmente es. Exactamente eso me ocurrió cuando extraje de la estantería Cambiar el punto de vista de Peter Brook. Poco conocía de este director de teatro y de cine, es más, tan solo conocía su faceta cinematográfica por la dirección de El señor de las moscas y porque acaba de ser galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Entonces algo brilló, como un minúsculo y efímero fogonazo. Leí unos cuantos fragmentos interiores. Vi poesía en sus palabras, vi sencillez y cercanía, vi, simplemente, Amor por su trabajo. Si conoces ya a Peter Brook porque perteneces al mundo del teatro y has leído, seguro, El espacio vacío, de sobra sabes a qué me refiero; pero si te acercas a él por primera vez como lo he hecho yo, entonces descubrirás a un artesano que con la punta de sus dedos ha moldeado un mundo mágico y extraordinario durante cuarenta años, que es el teatro, y nos lo ofrece en un libro a través de sus palabras, inteligentes y evocadoras, que entran en ti, las sientes en el estómago, y no te sueltan.
Un profesor dijo una vez en una conferencia que Peter Brook está a la altura de Dios, quizás dos deditos por encima, ya que Dios puede llegar a equivocarse, pero Peter Brook no se equivoca nunca. El director de teatro ha reformulado las bases del teatro contemporáneo. Trabajó mano a mano con John Gielgud y con Jerzy Grotowski. El modo de comprender y estudiar el teatro hoy pasa por el modo en que Peter Brook lo ha estudiado. En Cambiar el punto de vista repasa su concepción del teatro desde que se acercó por primera vez a través del cine —llegaba a decir que el teatro era un antecedente del cine, aburrido y agonizante— hasta su memorable Mahabharata, de nueve horas de duración. Ofrece una visión de sus montajes de Shakespeare, fantástica la metáfora que realiza sobre el carbón, aludiendo a la validez del teatro de Shakespeare hoy día, y también de cómo le marcó su viaje a África y tierras orientales, en donde aprendió que el teatro es un evento no porque dependa de una imagen o un contexto en particular, sino que en esencia consistía en que un actor cruzara un escenario mientras alguien le observa. Experiencias que fueron marcando su modo de comprender el teatro, de cambiar el punto de vista.
La materia prima de este texto reside precisamente en su título, ya que Peter Brook afirma que se debe tener y defender un único punto de vista, pero que la experiencia le ha enseñado que este puede también cambiar, que no hay que tomárselo tan en serio. La idea viva de que el teatro es una puerta abierta (este, por cierto, es el título de otro de sus libros) hace hincapié en la diversidad de opciones que ofrece este medio artístico. Uno no puede plantarse ante una obra de teatro con una idea preconcebida, con un pensamiento unidireccional, sino que debe permitir que se expandan todas las opciones que ofrece, que son muchas. En la misma posición se deben situar tanto los actores como el público (o lectores) y es en la de no saber qué viene después.
Leer este libro te permite acercarte a la visión de un gigante del teatro contemporáneo y hacer tuyos muchos de sus aforismos sobre aquello que tanto ama, que es su profesión. La poesía de Peter Brook hay que sentirla, hay que leerla. Con sus palabras sobre cuál es la función del teatro y el poder que evoca para introducirnos en el mágico y misterioso sentido de su universo, quiero despedirme:
«El teatro —afirma Peter Brook— es tan primitivo y orgánico como el vino: si no es bueno en el preciso momento en que uno lo toma, está perdido. El teatro existe únicamente en el momento en que dos mundos, el de los actores y el del público, se encuentran: una sociedad en miniatura, un microcosmos cuyas partes se juntan cada noche en un mismo espacio. El papel del teatro es el de dar a este microcosmos el ardiente y efímero sabor de otro mundo con el cual, nuestro mundo presente pueda integrarse y transformarse».
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