Considerado como uno de los escritores latinoamericanos más relevantes de los últimos 30 años, Germán Espinosa no sólo logró la venia de la crítica, sino también del público y de las instituciones colombianas e internacionales.
La Unesco declaró en 1992 Patrimonio de la Humanidad su novela La tejedora de coronas. Escrita en 1982, el autor de Cartagena de Indias se remonta a los siglos XVII y XVIII para mostrar los destellos, eclipses y contradicciones del Siglo de las Luces a través de la vida de Genoveva Alcocer.
Con la condena a la hoguera de esta mujer en la ciudad caribeña, la novela crea un mosaico de lugares, voces, sentimientos e ideas políticas, sociales y culturales de una época en la que la humanidad corría a trompicones hacia el alba de la modernidad.
Fue la manera en que Germán Espinosa intentó reelaborar la historia desde la literatura. Una vocación que empezó a rondarlo cuando en su adolescencia leyó a autores como Stevenson y Salgari, pero que lo asaltó tras el encuentro con Alejandro Dumas.
Aventuras que lo envalentonaron tanto que a los 15 años publicó un primer libro, aunque ajeno a aquellas intrigas: Letanías del crepúsculo, un poemario erótico que le costó la expulsión del colegio. Una incomprensión que le confirmó que su reino estaba en la imaginación, y que sólo desde allí podría tratar de entender el lugar donde posaban sus pies. La vía para llegar a la razón.
Después de ese poemario vendrían otros 40 títulos, entre cuentos (le encantaban los finales inesperados y sorprendentes), novelas, más poemarios, ensayos y piezas de teatro. Todo ello mientras ejercía de periodista, editor, traductor, profesor universitario e incluso diplomático.
Sobre su interés por el arte de escribir dijo que «la intención era un poco derruir el mito de la purificación a través de la literatura». Creía que el escritor tenía que seguir escribiendo porque nunca lograba alejar para siempre sus demonios. Lo más que podía hacer era mandarlos a paseo una temporada, hasta que de repente volvían a aparecer como un espanto, y no había más remedio que volver a escribir.
«Creo que el impulso literario nace de buscar una especie de compensación de anular una serie de cosas que pesan sobre nuestra conciencia. En la novela, el escritor tiene que volcar todo porque si no la novela aborta». Y él se volcó en un estilo muy literario en novelas como Aitana, La balada del pajarillo, Los cortejos del diablo, El magnicidio, Sinfonía desde el nuevo mundo y Los ojos del basilisco;en poemarios tipo Canciones interludiales, Reinvención del amor, Diario del circunnavegante y Libro de conjuros.
Es el legado de un Germán Espinosa soñador de historias de la Historia, ávido buscador de verdades y de la libertad y feliz creyente y apóstol del amor. Y los amores. Y de las ataduras de sus embelecos, desamores y enigmas, como lo plasma, por ejemplo, en un pasaje de su cuento Los gemelos y el oráculo: «Convinieron, pues, en prolongar con voluntariosa fuerza el amor que ahora se profesaban, hasta la víspera del día en que cumpliesen 40 años. Llegada esa fecha, Focis podría disponer de la vida de Alerio, a fin de preservar su poder y su derecho. El menor de los gemelos prometía someterse gustoso a esa fatalidad, en aras de…».
Autor: Winston Manrique Sabogal
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