En algunos museos y espacios artísticos seguimos cruzándonos con curadurías absurdas que nos muestran una cosa claramente: todavía no hemos avanzado lo suficiente.
Sonrisa: gesto con los labios cerrados, las comisuras de los labios levantadas, que expresa satisfacción, diversión. Esa es la respuesta que el Museum für Kommunikation (Museo de la Comunicación) de Frankfurt actualmente espera obtener de los visitantes cuando vean una obra en video del artista Murray Gaylard. El video muestra a Gaylard, un sudafricano blanco que estudió en la Frankfurt Städelschule llevando una peluca de pelo negro rizado y con títeres negros en las manos. Él y los títeres hacen un exaltado playback de la canción de los ochenta “Making Love out of Nothing at All” de la banda australiana de soft rock Air Supply. Incluso los visitantes que no conocen los estereotipados muñecos golliwog deben tener la incómoda sensación de que esta escena, completada con la peluca afro y los títeres, claramente remite a la imagen estereotípica, racista, del “blackface”. Un espectáculo racista en el siglo XXI.
Son innumerables artistas, también son numerosos los coleccionistas y galerías a los que les gusta el arte políticamente ambiguo. Una cosa es que en esta obra Gaylard quede hundido en perpetuar imágenes racistas de gente negra (uno de esos artistas no negros que quizás sienta que están actuando en nombre del negro oprimido). Como sea, el hecho de que una institución importante como el Museum für Kommunikation promueva notoriamente esta obra de 2009 como parte de la exhibición Nam June Paik y el arte multimedia contemporáneo de la colección de Kelterborn curada por la doctora Corinna Engel y Elke Schimanski no solo es problemático sino directamente racista. De todos modos, es la descripción en la pared lo que a uno lo deja realmente sin habla. En aras de documentar lo increíble, la reproduciremos aquí en su totalidad:
“Un joven camina delante de la cámara y comienza a hacer playback de una canción. Se mueve bailando al ritmo de la música y durante el estribillo sostiene dos títeres, con los que forma un trío. Gaylard canta una canción pegadiza, el video nos hace reír. Pero también sonriamos porque el artista lleva una peluca negra y los títeres están diseñados según el modelo de la gente de piel oscura. La grabación lleva el nombre de su mejor amigo, Romano.”
El video nos hace reír. Pero también sonriamos porque el artista lleva una peluca negra y los títeres están diseñados según el modelo de la gente de piel negra. Volvamos la definición de sonrisa: hacer un gesto con los labios cerrados, las comisuras levantadas, que expresa satisfacción, diversión. Así, según el museo, parece ser un gran entretenimiento ver cómo se celebran y se afirman los estereotipos racistas de la gente negra.
Vivimos en una época en la que aún pasa que la escena de arte contemporáneo, tan políticamente correcta describe a la gente negra de modo racista y/o los excluye del protagonismo. Esto último pasó en la muestra Milchstraßenverkehrsordnung en la Künstlerhaus Bethanien de Berlín. ¿No hay ni hubo nadie al momento de pensar la exhibición que siquiera brevemente se preguntara si el concepto tenía sentido en la actualidad… a saber, invitar a veintiún artistas blancos y uno asiático a un proyecto que, desde el punto de vista curatorial, refería de modo evidente al afrofuturismo? Después que el colectivo Soup du Jour y otros criticaran de modo masivo la muestra, finalmente se organizó en el lugar un panel de discusión (exclusivamente masculino). Los panelistas con perspectivas diaspóricas tuvieron que explicar que el concepto de “trabajar como iguales” era, evidentemente, encantador, pero impracticable mientras nosotros siguiéramos viviendo en un mundo donde aún prevalecen la opresión y el racismo.
Este es un tiempo apasionante. Las cosas están en movimiento. Estructuras que antes se consideraban “fijas” están comenzando a vacilar. Lo que reconforta de las situaciones que aún se producen (ferias de arte que no transmiten ninguna clase de diversidad, galerías que exhiben un ochenta por ciento de aristas varones y blancos, museos que de modo irreflexivo exhiben contenido discriminatorio) es que ahora nada pasa desapercibido. El caso de la Künstlerhaus Bethanien incluso llegó a la revista Frieze y al periódico británico Guardian. Es difícil que una institución pueda dar un grave paso en falso sin que, como mucho unos días después, haya un eco de primeras detonaciones a través de las redes en Accra, Nueva York o Dortmund. Un crítico recientemente escribió que los enérgicos debates en la red, cargados de odio, a menudo tienen el efecto de una vela en un alféizar tan pronto se trasladan de la web a la vida real en podios o discusiones públicas. “Nadie sabe exactamente por qué se armó tanto lío.” En fin, sin el lío, una obra como la de Murray Gaylard tal vez sería exhibida sin comentario o contexto en un museo mediano de una ciudad alemana mediana hasta el amargo final de la muestra, invitando a la gente a reírse de lo lindo con los títeres racistas.
Las instituciones educativas como los museos, sin embargo, tiene las responsabilidad moral y ética de crear un fundamento cultural para la seguridad, la libertad de expresión y la visibilidad de minorías en una sociedad mayoritariamente alemana y de desafiar el paisaje cultural alemán en general, que a menudo es blanco, capitalista, dominante y heteronormativo. Es crucial porque todavía hay lugares que incorporan poca diversidad en términos de clase, raza y género. Este resulta un asunto profundamente político, en la medida que los resultados de la elección general de 2017 en Alemania, en la que 12.6% de los votantes optaron por la AfD, muestran claramente el ascenso general del populismo de derecha en Alemania y Europa. La argumentación de la derecha es siempre la misma: instrumentalizar las instituciones culturales señalándolas como símbolos de la integración fallida y de la propaganda de izquierda en Alemania. Precisamente por esta razón las instituciones públicas deben dar un ejemplo de una Alemania abierta, intercultural que puede ser hogar de una amplia variedad de gente, de orígenes y visiones del mundo diversos, y sus programas y eventos deben combatir estereotipos respecto a las minorías que viven en el país, en lugar de perpetuarlos tal como lo está haciendo ahora el Museum für Kommunikation de Frankfurt.
Traducción del inglés de Nicolás Gelormini
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