El coleccionista y su colección de arte contemporáneo cubano

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La colección de Luciano Méndez Sánchez en el DA2

Luciano Méndez Sánchez, salmantino de San Esteban de la Sierra afincado en Cuba desde los años 90, cuenta con una colección de más de 600 obras que estarán en Salamanca durante cuatro años gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento de la ciudad.

En el DA2 Luciano Méndez Sánchez presenta hasta marzo de 2020 más de 100 obras de 27 artistas de todas las disciplinas (pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía, vídeo, instalación) dando paso a “Un Viaje de Ida y Vuelta”.

Una colección que se ha ido conformando de manera intuitiva, con un interés del coleccionista en investigar y seguir a cada uno de los autores, interés que le ha llevado a una redefinición del gusto en una combinación de estéticas que mezcla realidades y sensibilidades y dota de sentido a la colección.

De Salamanca a Cuba a través del arte

El viaje de este salmantino residente en Cuba es un periplo interior lleno de luces y sombras, de consciencia de la identidad esencial del ser humano. Y todo sin dejar de bucear en la especificidad del ser cubano. Sobre todo siente la necesidad de compartirlo a través de esta colección tan personal, portadora consecuente de un indudable valor estético al que acompaña su amor por Cuba.

Viaje lleno de luces y de abismos, la muestra nos ofrece una aventura donde se suceden diferentes niveles de consciencia difíciles de determinar.  Niveles que nos inducen a darnos cuenta del sentido de la identidad de las gentes y de la fe en la vida en todas las disciplinas estéticas. Nos permite entrever el misterio de ese país lleno de fuerza y de contrastes basado en la insularidad, en la optimista resiliencia y la tenaz persistencia por encima de todas las dificultades.

De entonces y ahora

Lo que vamos a ver en las salas es, en primer lugar y como contexto, un recorrido que explora la identidad cultural basada en sus tradiciones y costumbres más arraigadas, pasando después por  un homenaje a los tres grandes pintores de renombre -Roberto Fabelo, Alfredo Sosabravo, Manuel Mendive-. Terminaremos en la contemporaneidad, donde se da oportunidad a artistas más jóvenes -con autores como Mabel Poblet, Pedro Pablo Oliva, Flora Fong, José Bedia, Aleixys Leyva Machado (Kcho) o Ania Toledo Elisabeth Cerviño, Niels Reyes, Linet Sánchez-. Culmina este viaje con espacio y temas comunes de autores consagrados mezclados con jóvenes talentos que ya están dejando huella en su cultura.

El origen del arte cubano está basado en la aportación tricontinental de Europa, Africa y Latinoamérica. El resultado de esta mezcla, en expresión de Fernando Ortiz, es el ajiaco cultural, en el cual la mezcla de sus componentes produce la mezcla final, la criollidad.

Recorrido expositivo

Comenzamos la exposición con el sonido inconfundible del Malecón de la Habana que nos adentra en su paisaje retratado por Camejo. Este pinta una Cuba noctámbula, bohemia, contemporánea, y retrata lugares diversos y plurales que recogen historias cosmopolitas.

Le apasionan el movimiento y la dinámica del Malecón, en la que insiste en la velocidad como premisa social, con transeúntes ocasionales, personajes anónimos que están en marcha y son producto de una sociedad agitada.

La luz es protagonista de la obra, es el elemento que compone las enrarecidas atmósferas del paisaje y cuyas imágenes tienen que ver con las películas de cine negro americano. Camejo usa trazos libres, continuos chorreados para hablar de esta ciudad convulsa.

“Un poco de nosotros” es una obra del maestro Roberto Fabelo, una pieza que busca lo racial, la mezcla de esa criollidad, lo cultural de sus gentes nacidas en esa mezcla, mestizaje o hibridación de lo hispánico, lo africano y lo oriental.

En la primera sala se ve una visión antropológica, documental y etnográfica de la pintura, la foto, la instalación dando pie a ofrecernos el rico contexto cultural de Cuba.

En su cuadro “La persistencia” mete el mar dentro de una palangana en la que navega un barco; de una manera surrealista simboliza el espíritu de resistencia frente a todas las adversidades (tormentas, huracanes). En esta obra realizada en acrílico se impone su virtuosismo técnico.

Desde una visión antropológica, documental, etnográfica, la fotografía refleja de manera genial el trabajo de Santiago Olazábal.

También debemos destacar el trabajo de Moises Finalé, de Juan Carlos Balseiro o del propio Roberto Fabelo. Efectúan un estudio social e histórico donde se mezclan el sincretismo cargado de simbología, los rituales yorubas y el cristianismo, combinación que fue conformando el espíritu cubano.

Desde las raíces africanas legadas por los esclavos -ritos, tributos, deidades, costumbres y vocablos- se nos presenta la gran riqueza sociocultural de esta isla del Caribe.

Tres grandes compartiendo muros

En este “ Un Viaje de ida y vuelta” se brinda un homenaje a tres grandes maestros cubanos, Roberto Fabelo, Manuel Mendive y Alfredo Sosabravo, que comparten su genialidad.

Un viaje de ida y vuelta | Coleccion Luciano Mendez Sánchez | Da2 | Arte un Click

Roberto Fabelo

Con referencias literarias como La Metamorfosis de Kafka, La Comedia de Dante o la influencia de Goya, es un maestro del dibujo, la pintura y la escultura.

Su trabajo es grotesco y prescinde de las notas anecdóticas que permiten establecer una conexión directa entre las escenas y sus fuentes mitológicas o históricas. Destaca la acción y emociones de los personajes: mediante sus gestos y actitudes, pero también mediante la luz.

No solo huye de cualquier pauta académica -rasgo tanto más notable cuanto que en estos años es estrella ascendente el academicismo neoclásico de Vicente López-. Por el contrario, dota a su pincelada de una marcada libertad.

Las miradas espantadas, la distorsión de rostros, gestos y actitudes se han pintado con brochazos enérgicos, visibles a primera vista, y acusados contrastes de blancos, ocres y grises. Los efectos de luz valoran las carnes y las telas, también las oscuridades de los fondos sobre los que destacan las figuras.

Fabelo es miembro de «la generación de la esperanza segura» que surgió en la década de 1980 con la celebración de la Primera Bienal de La Habana, en la que recibió un premio.

Desde entonces se hizo conocido por el humor absurdo que incrusta en sus acuarelas y esculturas, como su serie continua de mujeres con el torso desnudo que usan ollas de estaño o caracolas como sombreros.

Un excelente ejemplo de su trabajo es Viaje Fantástico (2012), una de las estatuas no conmemorativas más grandes de La Habana, que representa a una mujer desnuda montando un pollo y armada con un tenedor.

Fabelo ha tenido muchas exposiciones individuales fuera de Cuba, incluso en el Museo de Arte Latinoamericano de California en 2014.

Nacido en 1951 en Guáimaro, Cuba, estudió en la Escuela Nacional de Arte y en el Instituto Superior de Arte de La Habana. El gobierno cubano otorgó a Fabelo la medalla Alejo Carpentier a la cultura nacional por sus destacados logros artísticos.

También ha trabajado como ilustrador de Gabriel García Márquez. Su humor se ve reflejado en su obra a caballo entre el sueño y la realidad y se nota la influencia del estilo barroco.

Alfredo Sosabravo

Es un virtuoso del color, realiza sus retratos con collage con telas que cose y utiliza colores planos, muy africanos.

Cuenta que pinta desde niño, que tenía un tío editor de periódicos en los que Sosabravo veía imágenes. En la trastienda de su padre subía sus cuadros a un alto porque tenía miedo que su hermano pequeño se las destruyese.

A partir de Wilfredo Lam (Sagua La Grande, 8 de diciembre de 1902 — París, 11 de septiembre de 1982) se interesó en el arte naif porque le pareció muy kitsch.

Su arte es lo más importante, con casi 90 años sigue pintando. Ha sido acreedor del Premio Nacional de Artes Plásticas.

El pop, el naif y la nueva figuración, son los estilos pictóricos en los que trabaja. Muy especiales son las esculturas realizadas en cristal de murano que elabora conjuntamente con maestros italianos.

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Sus obras describen cuestiones serias como las injusticias contra la corrupción, en una mezcla entre lo viejo y lo nuevo, con dosis de futurismo.

Manuel Mendive

Le interesan a este artista místico la naturaleza, porque nos alimenta; el espíritu, porque sin él no hay vida; y el hombre, porque la presencia africana existe en la cultura. Trata de descubrir cosas que nunca se habían visto y en la pieza central de la sala está usando metal recubierto con tela y acrílico.

Es un tipo de escultura policromada para que el público pueda penetrar en el paisaje y propiciar la meditación; su obra tiene un alto componente espiritual y esa energía se siente al apreciar la pieza. Las flechas simbolizan la persecución de las cosas que no le vienen bien en la vida.

“El sonido del agua me recuerda” es religión y cultura, supone su primer encuentro con el arte, que lo marcó y le ayudó a seguir en la academia de San Alejandro de Cuba.

Tiene un ritual yoruba, la santería, donde hay un sinfín de dioses, para el mar Yemayá, la música, el fuego, la tierra con Ochún, para elogiarlos se hacen ritos mágicos. El tono distintivo de su arte es el que posee la espiritualidad.

Sus historias personales a través del agua recrean, sobre todo, el paisaje mágico que nos alimenta, en el agua los elementos que flotan son como las lágrimas donde la gente sueña.

Usa la historia subrayando la idea de la naturaleza, siempre ocurre en el performer y siempre desde un sentido muy teatral a base del gesto, el color místico.

De la emoción a lo social

Ya en la sala central vamos a navegar desde el happening por una instalación espectacular de la joven artista Mabel Poblet.

A través de esas tiras colocadas en vertical que cuelgan desde el techo nos enseña de manera fragmentada su Surround scape (2018) de la serie Diario de Viaje, parte catalizada de la memoria por Cuba con un juego de espejos en el que te ves reflejado.

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Nos sumerge en el interior de la artista para enseñarnos su alma, es una obra sensorial porque nos invita a partir del happening a cubrir nuestros cuerpos, según pasamos por ella, es una obra que nos traspasa desde el punto de vista emocional.

Otro de los grandes artistas es Alexis Leyva Machado (Kcho) que nos revela el drama social del migrante y el éxodo humano en la isla. Es un artista, performer y escultor conocido por las instalaciones a gran escala, y ha realizado más de 200 exposiciones colectivas.

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Su carrera comienza en 1990; en la Bienal de Corea del Sur se lanzó como artista internacional.

Reconocido por la fuerza de sus imágenes y la profundidad con la que reflexiona sobre las realidades del planeta; por ejemplo, en A la luz del sol naciente y Autorretrato.

Su propósito es desarrollar proyectos con un marcado perfil social, educativo y cultural dirigido al mejoramiento humano y a defender los valores de la cultura nacional, así como su papel y aportes en el concierto global.

Cuenta con trabajos en los que involucra a toda la familia. Su obra «Autorretrato» es una reflexión en torno a lo esencial del ser y la muerte en forma de calavera, esa consciencia de la muerte es lo que hace que estemos vivos.

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El rol femenino

Según los cubanos, Cuba se personifica en una mujer; su condición femenina se desprende de su nombre, cuya traducción aproximada sería “tierra grande, bien sembrada”.

El rol de la mujer tiene una distinción en la colección del salmantino, la figura femenina está presente desde distintos posicionamientos.

La liberación, como en la obra de Alejandra González «la repetición, la repetición, la repetición». La emancipación, en la obra de  Ernesto Rancaño, donde con un lenguaje poético rastrea su intimismo y sale de los rincones más escondidos del alma. El empoderamiento de Leticia Sánchez Toledo, que pinta a una directora de orquesta dirigiendo una orquesta de soldados. Es en este sentido protagónica la mujer en su papel apaciguador, conciliador y directora.

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También hay un trabajo desde la introspección propia de Ernesto Rancaño que asume el ejercicio creativo con la proyección de la sombra de una mujer y los zapatos rojos.

Nos introduce en ambientes teatrales y oníricos de una aguda sutileza, dando un resultado poético sobre la soledad, la ausencia y el abandono y creando espacios ilusorios que producen en el espectador un efecto de sorpresa.

Lo delicado conmueve, a partir de la soledad y la angustia seduce con una ternura que nos toca, el artista nostálgico, placiente de vacío se aventura en su soledad, traduce en formas los que la ausencia evoca.

Sin duda es maestro de la alegoría y de la imagen poética, es un código de soledad y desarropo, no exenta de compasión.

Cuba es una encrucijada cultural entre la América aborigen, Europa y Africa, espacio para mezclarse y debatirse.

Escritores como Lezama Lima o Virgilio Piñera no pueden olvidar la insularidad como parte de la identidad cultural: vivir en el mar es vivir la esperanza y la desesperanza, esa dicotomía que veremos en los cuadros de Kcho y de otros artistas y que hace que el insular “viva hacia dentro” (Lezama Lima, Coloquio con Juan Ramón Jiménez).

Un viaje de ida y vuelta
Lugar: DA2 Domusartium2002
Fechas: Hasta marzo 2020
Comisario: Juan Carlos Moya Zafra

Autor: Cristina García-Camino
Fotografías: Santiago Santos

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