Visión y diferencia. Feminismo, feminidad e historias del arte es un libro que se subraya de principio a fin: cada página desmonta un prejuicio sobre nuestras maneras occidentales de aproximarnos al arte, tan naturalizadas que parece que siempre han estado ahí. La historiadora del arte feminista Griselda Pollock (Bloemfontein, 1949) es la autora del texto, dividido en una introducción y seis apartados, que aborda la relación del arte con otras disciplinas como el marxismo, la semiótica y el psicoanálisis.
En términos metodológicos, Pollock toma de otros saberes herramientas que han desarrollado y las utiliza para sus propios análisis. Este modo de proceder es importante porque no busca competir, sino colaborar, lo cual no implica suspenda su labor crítica. Esta forma de escribir supera cualquier posición polar; a la autora le interesa mucho menos establecer un sistema de certezas que desmontar las formas de juzgar e historiar el arte. El libro es una brújula para ver cómo se pone en acto la discrepancia, sin poner al frente una sola verdad: ¿una función de la crítica feminista?
Al escribir esto, pienso que estoy redactando una invitación a leer el libro. No te voy a mentir, es un poco pesado, demanda atención y paciencia; sin embargo, reditúa con análisis claros los problemas y desarrolla argumentos sólidos. El libro también funciona como un espacio especular, no solo habla de la historia del arte como un asunto institucional, sino como un campo de relaciones sociales y de poder en el que es probable que desarrollemos parte de nuestra vida, ya sea como productoras, como gestoras, como espectadoras, etc.
Antes de seguir, me gustaría decirte que en este texto no encontrarás un resumen capitular. En un primer momento pensé hacerlo, me detuve cuando encontré en internet una reseña de Paula Bertúa que cumple con esa función y que puedes consultar aquí. Más bien, me concentro en un par problemas que la autora aborda y que resuenan en la “escena” del arte de la Ciudad de México, lugar desde donde escribo.
Juicio evaluativo
En el apartado titulado Visión, voz y poder, Griselda Pollock abre un problema común: ¿cómo criticar el arte producido por mujeres? La autora dice que al ser increpadas sobre la calidad de su trabajo (mediante evaluaciones positivas y negativas), las feministas se ven tentadas a afirmar que el arte de las mujeres es tan bueno como el de los hombres: “le atribuyen al arte de las mujeres otras cualidades, alegando que expresa una esencia femenina, o lo interpretan diciendo que tiende a un tipo de imaginario «nuclear» que deriva de la forma de los genitales femeninos y de la experiencia corporal femenina” (p. 68).
La autora analiza esta postura y la encuentra problemática porque sigue apelando a criterios formales, psicológicos y estilísticos para hablar de arte, lo cual deja intacta la noción misma de evaluación artística.
“Pedir que el arte hecho por mujeres sea evaluado con parámetros distintos solo asegura que sea confinado a una categoría definida por el género y, al mismo tiempo, que el criterio general para apreciar el arte siga siendo el que se utiliza para analizar el arte de los hombres, que permanece como la norma suprasexual precisamente porque el arte de las mujeres es evaluado según valores que fácilmente se pueden descartar como partidistas o construidos internamente.” (pp. 68-69)
Pollock propone que la historia feminista del arte debe rechazar la crítica evaluativa, “y dejar de experimentar con los criterios estéticos para apreciar el arte” (p. 69). Si bien estoy de acuerdo en que la evaluación parte de un sistema jerárquico, ideológicamente oscuro y visto como “natural”, que hay que rechazar, no me queda claro cómo la autora establece un puente entre los criterios evaluativos y la estética.
Pienso en la estética kantiana desarrollada en la Crítica del juicio (1790). El texto aclara, desde las primeras páginas, que los juicios estéticos son reflexivos (no lógicos), lo cual impide que tengan un carácter universal. La experiencia estética es particular y no pasa por lo bueno y lo malo, sino por el placer y el displacer, sensación que se comunica “como si” el otro experimentara lo mismo; en ese diálogo es muy probable que cada interlocutor tenga una sensación o una idea distinta, abierta a discusión.
El juicio evaluativo tiene una legalidad universal que no se cuestiona, por lo tanto, no sé cómo se relaciona con el juicio estético, que es personal e imaginario. Hasta aquí los percibo lejanos, pero sigamos.
Producción artística
Griselda Pollock propone como alternativa al juicio evaluativo, un análisis de la producción. La autora dice que la apreciación literaria y artística está asociada a la modernización burguesa, la cual borra los signos de producción de las obras. Desde una perspectiva marxista, Pollock sostiene que el arte no se reduce solo a las obras y nos invita a considerarlas como parte de un proceso más complejo que involucra su producción, distribución y consumo. Este tipo de análisis, invita a considerar la especificidad histórica de la producción, lo cual evita que sea cooptada por un grupo de poder específico.
“Al quitarle su unicidad y especificidad histórica en cuanto producción, la obra es revestida con los valores puramente estéticos de la burguesía. En un solo movimiento tanto el carácter histórico del objeto como la ideología históricamente determinada del crítico o del historiador desaparecen, y al desaparecer se llevan consigo la visibilidad de la posición sexual como un factor tanto de la producción del arte como de su recepción. La historia feminista del arte puede revelar las evaluaciones peyorativas del arte hecho por mujeres, que se utilizan para justificar su omisión dentro del estudio académico serio, como síntomas de los antagonismos de una sociedad sexualmente dividida que los enmascara, en este campo, como un mero ejercicio de juicio estético”. (p. 69)
Aquí vuelve a aparecer el juicio estético como ley, lo cual es un error conceptual. Este uso de los términos abre un problema interesante: ¿solo el burgués puede tener un juicio estético? Desde una perspectiva kantiana, la respuesta es negativa; el juicio estético es una función que cualquiera puede vivenciar y no se reduce a la apreciación de una obra de arte. Sin embargo, mientras más me acerco, más me doy cuenta de que el juicio estético que se socializa no es el de una multiplicidad contradictoria, sino el de un puñado de personas que convierten el juicio estético en un juicio evaluativo.
La potencia del argumento de Pollock desmonta el aura cultural del objeto y la arrebata de la boca del “especialista” burgués. En su lugar, solicita que se consideren las relaciones de producción de la obra, que incluyen tanto al que produce como a la serie de relaciones históricas y materiales en donde esa producción tiene lugar, considerando su recepción.
Mientras leía a Pollock pensé en lo que se apunta en Antiedipo (1972); para Gilles Deleuze y Félix Guattari la producción social y la producción deseante no se encuentran en dos esferas separadas, la economía y la libido van de la mano. Una producción material no es sin una producción de deseo, y viceversa.
Toda obra de arte está permeada por varias políticas de la sensación que hay que desmontar críticamente (desde la perspectiva de Pollock) y que hay que multiplicar (desde la perspectiva de Deleuze y Guattari): entonces, el juicio estético dominante no será solo el de los representantes de un coto de poder.
Para despedirme, me gustaría insistir en que los problemas traídos al frente en esta nota son apenas una gota en el mar de ideas que el libro desarrolla. Los escogí porque en mercados y exposiciones de arte y de diseño veo cómo se tematiza constantemente lo femenino, corriendo el riesgo de presentar una especie de esencialismo, un juicio evaluativo. Por otro lado, si bien la evaluación y la producción no son el hilo conductor de libro, permiten ver el tipo de análisis que realiza la autora.
Si el texto presenta una constante, es la necesidad de considerar a la obra de arte como una serie de relaciones históricas y materiales que escapan a una definición y a una mirada unilateral. La vida (como devenir y como memoria) es contradictoria. Visión y diferencia abraza la multiplicidad crítica, siempre en diálogo y en movimiento.
Griselda Pollock (2013). Visión y diferencia. Feminismo, feminidad e historias del arte. Introducción de Laura Malosetti Costa. Buenos Aires, Fiordo, 346 págs.
Autor: Sandra Sánchez
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