El reconocido autor de ‘El gran arte’ y ‘Ágosto’, entre otras celebradas novelas y relatos, falleció a los 94 años de un infarto en su casa de Río de Janeiro.
Rubem Fonseca, ganador del premio Camoes y uno de los principales exponentes de la literatura de Brasil, falleció este miércoles a los 94 años tras sufrir un infarto en su residencia en Río de Janeiro. El deceso de Fonseca provocó un fuerte impacto en medios culturales. En un país de sonoras querellas políticas y también artísticas, su nombre era objeto de unanimidades: se trataba de una figura central de la narrativa de la segunda mitad del siglo XX. Su influencia se ha dejado sentir en varias generaciones.
«Yo escribí 30 libros. Todos llenos de palabras obscenas. Nosotros, los escritores, no podemos discriminar las palabras. No tiene sentido que un autor diga ‘eso no lo puedo usar'», dijo en 2015 cuando la Academia Brasileña de Letras le entregó el premio Machado de Assis. Fonseca solo hablaba a través de sus libros. Han sido muy escasas sus intervenciones en los medios de comunicación. Fue un cultor de la intimidad y el sigilo al punto de ser comparado con el norteamericano Thomas Pynchon, con quien, se llegó a decir, mantenía una relación epistolar. El silencio del autor de ‘El caso Morel’ favorecía las leyendas.
Fonseca deja una serie de novelas extraordinarias, entre ellas‘Agosto’, sobre el suicidio del presidente Getulio Vargas, ‘Buffo & Spallanzani‘, traducida primeramente en España como ‘Pasado negro‘, y ‘Diario de un libertino’. Nacido en Juiz de Fora , en el estado de Minas Gerais, pero carioca de adopción, Fonseca lega a la lliteratura brasileña uno de sus personajes más entrañables: Mandrake, un detective tan erudito como amante de las mujeres, tan cínico y singular que puede ubicarse a la altura del Philip Marlowe, de Raymond Chandler. ‘El gran arte’ se titula una de sus novelas mayúsulas. Pero el «gran arte» de Fonseca es haber utilizado un supuesto genero «menor», el policial, para alterar las coordenadas de la ficción del gigante sudamericano. «Para muchos, fue responsable de traer una mentalidad urbana a la literatura brasileña», señaló el diario O Globo. «Se le atribuye la fundación de una nueva era en la ficción nacional, que se hizo más urbana después de él», consideró Folha de Sao Paulo.
Según el novelista y dramaturgo carioca Sérgio Sant’Anna, Fonseca dejó una «huella inolvidable«. «En relación con Río de Janeiro, que es mi ciudad, deja una obra que creo que se puede comparar con Machado de Assis», añadió. Los especialistas no dudan también en señalar que es muy difícil encontrar en Brasil un escritor de cuentos cortos que no esté marcado por ‘Lucia McCartney’ y ‘Feliz año nuevo’, los libros de narraciones cortas que se convirtieron en referencias de los lectores, especialmente en los años sesenta y setenta.
‘Feliz año nuevo’ contó a su vez con el aura de haber sido censurado por la dictadura militar que gobernó entre 1964 y 1985. El estilo ácido, violento, seco y directo, con buenas dosis de erotismo, resultó intolerable para los guardianes de las buenas costumbres. En cierto sentido, Fonseca, ganador del Premio Juan Rulfo, que recibió de las manos del colombiano Gabriel García Márquez, nunca dejó de incomodar. Pocos meses atrás, la Gobernación del norteño estado de Rondonia ordenó la retirada de las escuelas públicas de decenas de sus títulos por considera «inadecuado» sus contenidos. Luego dio marcha atrás en su decisión ante la ola de repudios que inundó la prensa.
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