Patricia Suárez: «Una mujer que disfruta del sexo es una mujer peligrosa»

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La autora aborda en su libro «Mitos y más mitos del orgasmo femenino», cómo se hace visible a lo largo de la historia el desconocimiento sobre el placer femenino.

A partir de una pregunta de su hija adolescente, Patricia Suárez aborda en su libro «Mitos y más mitos del orgasmo femenino» las investigaciones que distintas culturas realizaron acerca de la sexualidad femenina a lo largo de los siglos, dando cuenta del desconocimiento que por mucho tiempo hubo sobre el tema y confrontando a las mujeres con un saber que hace la diferencia entre vivir una sexualidad plena o seguir buceando en la oscuridad.

Dinámica, fresca y muy bien documentada, la obra de Suárez, editada por Indie Libros, rastrea en estudios de griegos y egipcios, en las descripciones anatómicas sobre el clítoris realizadas en el medioevo, en la negación de la sexualidad por puro placer del primer psicoanálisis, y en el rescate más actual del orgasmo como una actividad solo de goce para las mujeres.

En diálogo con Télam, Suárez, que además es autora de obras de teatro como «El tapadito» y «Las polacas» y de la novela «Perdida en el momento» afirma que «lo normal es que ignoremos muchísimo de nuestra sexualidad» y considera que por eso las mujeres «seguimos jugando a que el hombre, con su pene, es responsable de nuestros orgasmos».

– De la lectura del libro se desprende que la mujer siempre estuvo en el centro de investigaciones, en este caso de su sexualidad. ¿Qué rol tuvo el varón como investigador y qué sucedía con los conocimientos que poseía la mujer sobre su cuerpo?
– El varón tuvo un rol fundamental básicamente porque a lo largo de la historia, era imposible que ese rol lo ocupara una mujer. La mujer era comadrona, era celestina. El hombre era médico. La pregunta es: ¿quién sabía más, quién conocía mejor el cuerpo de una mujer? Otra mujer. Y, por extensión, ¿quién se aproximaba con más certeza al conocimiento del deseo de una mujer? Otra mujer. Pero estas mujeres, comadronas, celestinas reparadoras del himen, y aborteras padecían el síndrome de Casandra: podían decir mucho pero nadie les creía. Su techo de cristal se llamaba «la ciencia». Por otra parte, hasta el siglo XX y con Freud, los asuntos sexuales de las mujeres no eran importantes, a menos, claro que se refirieran a la reproducción. La mujer era valiosa a lo largo de la historia, en la medida en que se reproducía. Si el orgasmo femenino beneficiaba la reproducción -como se creyó durante la Edad Media-, bienvenido sea. Si no, no tenía importancia.

– ¿A partir de qué se generó tanta ignorancia respecto del goce y la sexualidad femenina?
– P.S:No creo que haya habido, ni hay aun hoy, quien diga a las mujeres jóvenes: «Ustedes pueden pasarla bien en el sexo, ustedes tienen que pasarla bien en el sexo; están capacitadas para sentir orgasmos y el orgasmo hace bien a nuestro organismo». ¿Hay una ley de salud que enseñe eso? ¿Hay una institución médica que enseñe? ¿Acaso imaginamos que todxs los ginecologxs aconsejan a las mujeres a vivir experiencias sexuales placenteras con sus compañerxs sexuales? Una mujer que disfruta del sexo es una mujer peligrosa. Antes, ahora, y si seguimos así, en el futuro también.

– ¿Hasta qué punto considerás que las mujeres ignoramos aspectos relacionados con nuestra sexualidad?
– Lo normal es que ignoremos muchísimo de nuestra sexualidad. Las mujeres conocemos las calorías que tiene un vaso de agua, y la composición de grasa de un yogurt con lactobacilos, y cualquier nimiedad sobre una dieta, antes de que sin fricción sobre el clítoris no hay orgasmo femenino. Es así, el sol sale por el este y se oculta por el oeste; la comida entra por la boca. No hay vuelta, no es discutible, la discusión no es aceptable en este punto. Pero seguimos jugando a que el hombre, con su pene, es responsable de nuestros orgasmos. La biología podría hacernos libres y no, nos sometemos al imperio falocéntrico.

– En el libro dices que el «Informe Hite» de 1976 que revela cuestiones relacionadas con la masturbación, fue prohibido en países como España y Argentina ¿Por qué consideras que ocurrió eso?
– Creo que fue el peso de la moral, milenios diciendo que la masturbación es una pérdida inútil de semen -pensá que la masturbación femenina era algo que hasta los médicos dudaban de que existiera-, que podría usarse para procrear obreros. Para bien y para mal, cada avance y cada retroceso de la historia de la humanidad sobre el sexo, implica una lógica de mercado. Hoy masturbarse -y con la Covid-19 hasta se estimula- está bueno, es limpio, higiénico, rápido, no tiene consecuencias. Nos están adoctrinando para prescindir del otro.

– Qué significa el derecho al goce y qué autores destacas como fundamentales a partir del abordaje que realizaste?
– El derecho al goce es básicamente el derecho a que cada mujer ejerza su sexualidad como lo desea, y que este goce no sea castigado ni criminalizado. Estamos hablando de un ejercicio lícito, sin víctimas ni victimarios. Ahora la lucha está centrada en ayudar a las mujeres para que nuestro «No es no» sea respetado. Pero también deberemos luchar más adelante por un «Sí, y a mi manera».

Me parece importante leer a los sexólogos que le dieron forma a nuestra concepción del cuerpo sexual hoy día como Kinsey, Shere Hite, Masters y Johnson, pero hacerlo desde un lugar crítico, apoyándolo en lecturas feministas. Leer mucha antropología e historia nos puede ayudar a ver a que la relación entre los sexos no siempre fue de esta manera, que en algunas sociedades las mujeres ejercían el poder más que hoy, aunque, claro, siempre, siempre -salvo excepción- desde el ocultamiento, la intriga y el silencio social. Las mujeres tenemos muchos duelos por delante: ni hubo un matriarcado amazónico, ni vamos a acabar juntos, hombres y mujeres, mirándonos a los ojos. Es duro, pero es la realidad. Si aceptamos ver la realidad como es, entonces podremos modificar el futuro.

Autor: Claudia Lorenzón

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