Todo escritor está condenado al fracaso, es la naturaleza del juego. En realidad, no todos, pero casi. Escribir es una lotería, la gran mayoría está abocada a que no le toque. Las razones hoy no importan, ya señalé a la suerte, la jugadora más importante, pero este no es su momento.
La cuestión es: ¿qué hacemos para soportar eso? Lo mismo de siempre, contamos historias, es lo más humano.
La primera suele ser la de que nosotros triunfaremos donde los demás fallan. La historia del elegido, el especial, el eterno cliché. Pero está tan gastado que ya no funciona, en este cuento ni en ninguno.
Con el tiempo, cuando la realidad se va asentando, la estrategia para soportar es la misma, pero la historia que nos contamos es otra y le ponemos un halo romántico a la noción de la derrota.
Fracasamos, sí, pero porque eso es lo que hacen los buenos escritores.
Por supuesto, de nuevo buscamos más historias que refuercen nuestra posición y obviamos las que nos contradicen por ciertas que sean. Es lo que mejor sabemos hacer para todo, así que hablamos del verdadero arte inseparable de la ruina, de Kafka y Van Gogh, de Hemingway y: «Éramos muy pobres y muy felices».
Lo malo es que esta historia suele traer de la mano a su horrible hermano pequeño, el autosabotaje, que ayuda a mantener cierta la historia del fracaso cuando salen oportunidades.
Si eres un introvertido, eres doble presa de las burlas y los golpes de ese horrible niño. No quiero ni recordar mis veces porque he de acabar este texto, así que en vez de contarme historias, voy a obviar esa.
El fracaso no tiene nada de bueno ni romántico y esas nociones positivas que se le han pegado, se han usado desde muy antiguo para que el que está debajo siga ahí. Es la cuestión de que la pobreza tiene algo de virtud y que bienaventurados porque de ellos será el reino de los cielos. Quizá sí, pero la tierra no les pertenece.
En realidad, esas historias de fracaso y romanticismo hacen lo mismo que casi todas las que son parecidas sobre cualquier tema, nos mantienen atrapados en relaciones disfuncionales, eternamente frustrados.
¿Qué hacer y cómo combatir eso? He aquí 5 fáciles pasos.
No hay 5 fáciles pasos.
No tengo ni idea. Cada uno tiene sus guerras y cada uno se cuenta sus historias para combatir en ellas como puede.
En el esquema tradicional de principio, nudo y desenlace que me enseñó doña Rosa por primera vez hace tanto, todo esto debería llevar a un clímax y, dados los tiempos, también a una moraleja, pero lo cierto es que no va a haber nada de eso.
Suele pasar en la vida, que no tiene obligación de parecerse a las historias. Esas son creaciones nuestras, no suyas.
Autor: Isaac Belmar
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