«Desde tiempos de Homero los grandes relatos han seguido las huellas de las grandes guerras, y los grandes narradores han emergido de ciudades destruidas y paisajes devastados». H. Arendt
Dos vidas paralelas en el tiempo, dos formas de entender el mundo cercanas y un “papel” que unió para siempre a dos grandes creadores de la primera mitad del siglo XX. Me estoy refiriendo, a Paul Klee (1879-1940), a Walter Benjamín (1892-1940) y a esa pequeña obra de apenas 32×24 cms, titulada Angelus Novus, realizada en 1920.
Durante una visita a Munich en junio de 1921, Walter Benjamin, acompañado de su gran amigo Gerschom Scholem, visitó la galería de Hans Goltz en la Odeonplatz para comprar el Angelus Novus, aquel cuadro que tanto le había impresionado un año antes en Berlín.
Klee llevaba tiempo buscando nuevos métodos de representar la realidad y nuevas posibilidades formales. En sus Confesiones Creativas, fechadas en 1920, comienza diciendo: «El arte no reproduce lo visible, sino hace lo visible». La naturaleza de la gráfica conduce fácilmente- y con razón- a la abstracción. Lo esquemático y fantasioso del carácter imaginario viene dado y se manifiesta al mismo tiempo con gran precisión.
Para Klee la forma se convirtió en el elemento generador que surge de manera natural y directa desde la imaginación para dar rienda suelta a una nueva libertad creadora que busca la expresividad y la inmediatez. Lo formal debe confundirse con la concepción del mundo (1916). La naturaleza crea a través del artista.
Los ángeles son una forma de expresión directa, próximos a una naturaleza sin corromper, en un intento de compensar el mundo del progreso y de la tecnología con el mundo del espíritu, del que luego hablara Benjamin. Constituyen un recurso simbólico para plasmar la indignación que sentía por todo lo que estaba ocurriendo en unos años llenos de incertidumbre y donde las certezas habían perdido su valor. Necesitaba fantasear y los ángeles eran un vehículo para ir más allá de una realidad demasiado prosaica. «Para sacarme a mí mismo de entre las ruinas, tendría que volar. Y volé. En ese mundo destrozado ya sólo vivo en el recuerdo, así como a veces se piensa en algo pasado. Por eso soy abstracto con recuerdos» (1915). Las mismas ruinas que más tarde se amontonaran sobre los pies del ángel de la historia.
“Cuanto más terrible se hace este mundo, como ocurre ahora, tanto más abstracto se hace el arte” (1915). Ese año murió su amigo y compañero Franz Marc en el frente de Verdun. Klee y Benjamin compartieron un mundo convulso que marcó su vida y su trabajo. Ambos buscaban el camino para dar forma a su pensamiento. Para klee lo que percibimos es una proposición, una posibilidad, la verdad autentica está en el fondo, por lo pronto invisible (1916). Para Benjamin la verdad está en las representaciones más insignificantes de la realidad.
“Algo nuevo se anuncia, lo diabólico se mezcla en simultaneidad con lo celeste, el dualismo no será tratado como tal, sino en su unidad complementaria. Ya existe la convicción. Lo diabólico ya vuelve a asomarse aquí y allá, y no es posible reprimirlo. Pues la verdad exige la presencia de todos los elementos en conjunto.” (10 de junio 1916). De nuevo la imagen del ángel se nos aparece.
Benjamin hace su propio relato interpretativo del cuadro de Klee, sin corromper un ápice las intenciones del artista sobre las imágenes de esos ángeles contemporáneos que tanto le interesaron y donde caben tantas ideas.
La imagen del Angelus Novus se convirtió en una obsesión recurrente del pensamiento de Benjamin. Siempre ocupó un lugar destacado en su estudio y parece que lo colocó junto a una reproducción del retablo de Isenheim del pintor alemán Mathias Grünewald, obra de un tremendo dramatismo que deja al desnudo la miseria humana. ¿encontró algún paralelismo entre ambas imágenes?
El Angelus Novus, tiene la cabeza cubierta por un llamativo pelo rizado y es desproporcionada en relación con el tamaño del cuerpo, los pies son como los de un pájaro y las alas están unidas a las manos. El cuerpo esconde un péndulo dentro de una torre, ese elemento armónico y silencioso que marca el movimiento y el tiempo y que tanto le interesó a Klee y que tanto atormentó a Benjamin. Los ojos muy abiertos y enormes fijan la mirada más allá de nuestra vista. La boca entreabierta, parece que va a decir algo. El Angelus Novus trae un mensaje y espera la respuesta a través de sus enormes orejas. Todo parece encajar para Benjamin, es el Ángel de la Historia. Las cosas se le revelan en su significado secreto.
Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En este cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abiertas y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.
Este es el texto completo de la tesis IX del ensayo Sobre el concepto de Historia. Las XVIII tesis que lo componen son una reflexión sobre la idea del progreso y sus consecuencias dentro del concepto de historia, pieza angular del pensamiento de Walter Benjamín, donde cuestiona el tiempo de la modernidad y la idea de progreso en él sustentada, a través de esa capacidad de dar forma material a lo invisible. Escrito durante sus últimos meses en Paris, en vísperas de la ocupación alemana y concluido días antes de abandonar la ciudad, a un exilio fallido. Su plan era atravesar España, camino de Lisboa para embarcarse rumbo a Estados Unidos donde le esperaban sus amigos, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno y el Instituto de Estudios Sociales.
Preocupado por un futuro demasiado incierto, antes de abandonar la capital francesa, confió a su amigo George Bataille, una maleta con sus posesiones más preciadas, el dibujo del Angelus Novus y sus últimos escritos, entre los que se encontraba el manuscrito de Las Tesis sobre la Filosofía de la historia, con el encargo de que si algo le pasaba se lo hiciese llegar a Theodor W. Adorno. El ensayo lo publicó Adorno en un numero especial del Instituto de Estudios Sociales en 1942, gracias a la copia que Benjamin había entregado a Hanna Arendt y que ella, con muchas reticencias, entregó a Adorno. El cuadro terminó en manos de Gerschom Scholem, por expreso deseo de Benjamin. El libro de Scholem, Las corrientes fundamentales de la mística judía había sido una inspiración fundamental para sus trabajo. Actualmente forma parte de la colección del Museo de Jerusalén.
El Angelus Novus en una representación excepcional del valor del movimiento en el devenir y de la importancia de la mirada al pasado para construir el futuro. La distancia histórica ha aumentado su poder y ha decidido su inmortalidad.
Autor: Maira Herrero
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