Resistencias numéricas: el arte digital como espacio de salvación para la cultura
La construcción del mundo digital se ha creado siempre desde la paradoja y comparativa establecida hacia el mundo real. Todas las referencias visuales, significativas y funcionales que nuestros entornos digitales presentaron en los orígenes de su creación, provenían de las estructuras ya creadas en nuestro entorno inmediato y físico.
Fácilmente podemos recordar el botón de Stop en aquel primigenio navegador Mosaic, que compartía color e ícono con la simbólica señal de tráfico. Ambos símbolos indicaban lo mismo: un corte de circulación, una parada en el flujo, una detención de actividad.
Las metáforas continuaron históricamente con el concepto de esqueumorfismo (skeumorfismo), donde las representaciones de objetos digitales tienen su referencia morfológica en los objetos del mundo real, y donde empresas como Apple encontraron su filón estético.
Estas relaciones semánticas no pararon ahí, y llegaron también a las concepciones negativas, con aquellos símbolos alusivos al veneno, con la calavera y las tabas. El virus. La especulación con la vulnerabilidad ante estos entes peligrosos empezó a mover millones de dólares, estableciendo una gran analogía con el mundo real. Si tu equipo tenía un virus, tú también lo tenías. Toda tu vida se iba al traste. Perdías dos grandes tesoros: tu intimidad y tu información.
Hoy, después de miles de analogías y relaciones subcutáneas entre el hombre y la máquina, entre lo digital y lo analógico, y entre lo real y lo virtual, la metáfora se ha roto. Hay una escisión.
El virus está en el hombre y la máquina está a salvo. Y este es el punto de partida de lo que podríamos llamar la “resistencia numérica”.
Tras años de evolución tecnológica y de acercamientos al código, ha llegado el momento en el que la emancipación del espacio digital se ha hecho evidente.
Como siempre, el arte es una de las grandes fortalezas de resistencia y avanzadilla en torno a estas cuestiones y más específicamente en este momento, el arte que tienen que ver con las nuevas tecnologías o el denominado arte digital.
Esta manifestación artística, como ya lo hicieron otras muchas, tomó un espacio que a priori no le correspondía, para hacer de él un vasto terreno de juego. Para entender la analogía recordemos la ocupación del espacio público y la huida del cubo blanco del museo por las manifestaciones ahora denominadas como arte urbano. El siguiente paso fue la ocupación de otro espacio público: la red y sus herramientas tanto en procesos online como offline, dando lugar al trabajo y aceptación del software como utillaje artístico.
Duro ha sido el camino por defender la legitimidad de esta ocupación (todavía hay muchos sectores del arte que de hecho siguen sin aceptarla) y es el momento de hacerla más fuerte.
El arte digital, junto con todo lo que tiene que ver con la comunicación a través de nuevas tecnologías y los llamados nuevos medios, tiene hoy en día más espacio que nunca. Puesto en jaque nuestro modelo económico, social, cultural, medioambiental, religioso e incluso ético, la virtualidad ha dejado de ser icono concreto para convertirse en idea abstracta y representativa de la resistencia y la supervivencia.
Espacios alternativos de autogestión como el Harddiskmuseum, que di a luz en 2015 como un museo de archivos digitales de obras de arte almacenados en un disco duro de 2TB y que ahora abre sus puertas de manera online en space.harddiskmuseum.com con más de 100 artistas participando del repositorio, son la respuesta colectiva a estas nuevas reivindicaciones de una cultura inmaterial que ya se basa en la experiencia más que la pertenencia.
El museo además sigue yendo más allá y está siendo actualmente sintetizado en código genético para salvaguardar su información casi para la eternidad, cuando quizá todos los virus nos hayan consumido, en ese caldo genético alterado, pueda navegar la obra de cientos de artistas contemporáneos.
Obras como CELESTE (que estaba programada para el cancelado Festival de Cine Español de Colombia a causa del Covid-19) se resisten a cejar en su empeño de unir digitalmente los cielos de España y Colombia, para lo que hemos enviado unas balizas desarrolladas en el estudio y que documentan los cielos de Madrid, Bogotá, Cali, Medellín y París, ciudad en la que resido actualmente. El mensaje es claro: nada podrá separarnos, ya que en la virtualidad no hay barreras, el espacio de la virrealidad (término acuñado en 2019) tienen sus propias reglas y normas políticas y sociales, por mucho que nos empeñemos en seguir queriendo acotarlo con símiles del mundo real.
En la actualidad estamos trabajando en un concepto revolucionario en relación a esta idea post-fronteriza.
La creación del DAI (Document of Artificial Intelligence), un documento obtenido por un software con IA que ha comparado más de 3 mil documentos internacionales de identidad para producir el suyo propio.
Dentro de este contexto, hay muchos más actores que se suman a esta aportación internacional durante más de diez años, como son las figuras de David Quiles al frente de la bienal Wrong, Systaime con el proyecto SPAMM o proyectos como NIIO o Sedition.
Autor: Soliman López
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