El lenguaje es un instrumento que utilizamos para comunicarnos y podemos usarlo de mejor o peor manera.
Y en ese espacio entre mejor o peor existen muchas variantes dependiendo de la cantidad de palabras, la estructura de la frase, la pronunciación, la gramática, etc.
Algunas pueden ser consideradas errores y otras como «vicios».
«Los llamados ‘vicios’ o ‘barbarismos’ son más bien ‘incorrecciones’ con respecto a la norma», asegura Yliana Rodríguez, profesora adjunta de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, Uruguay.
«El lingüista es consciente de que estos ‘errores’ son comunes y esperables en usuarios de lenguas naturales. Entonces, lo que va a hacer es averiguar por qué está pasando o para qué», dice la la lingüista Rodríguez que aclara que estos «vicios» no tienen un nombre técnico y se suele hablar de «formas en variación la cual puede, o no, terminar constituyéndose en un cambio lingüístico».
Es por eso que algunos «vicios» pueden terminar convirtiéndose en algo aceptado por su uso frecuente en determinados lugares.
«A veces esos errores son los que hacen funcionar y avanzar a la lengua. Los idiomas evolucionan porque un error se convierte en algo normal, se acepta y todos los usan», dice Carlos Arrizabalaga, profesor en Filología hispánica en la Universidad de Piura, Perú.
e hecho, si nadie cometiera estos «errores» hoy no estaríamos hablando español, sino que hablaríamos latín o proto-indoeuropeo», añade Rodríguez.
Ese es el ejemplo de «imprimido», «freído» o «proveído».
Aunque te suene mal, estos verbos en español cuentan con dos participios, uno regular y otro irregular, según explica la Real Academia Española (RAE).
Entonces, imprimir es imprimido/impreso, freír es freído/frito y proveer es proveído/provisto. Y las dos formas se pueden utilizar indistintamente.
Este «vicio» se llama analogía y consiste en la creación de nuevas formas lingüísticas, o modificación de las existentes, a semejanza de otras, dice la RAE.
¿Qué otros «vicios» podemos encontrar en el idioma español? Aquí te dejamos algunos:
Anfibología
El burro de Pepe me sorprendió esta mañana.
Esta oración puede generar mucha confusión. ¿Hablamos de que Pepe tiene un burro o de que Pepe es un burro?
Y con esta última interpretación hay que tener cuidado porque burro en este caso significa una persona bruta.
La anfibología es una ambigüedad, un doble sentido de una palabra o expresión en un contexto determinado, define la RAE.
Y para evitar que este «vicio» pueda causar un problema, es mejor reconstruir esa oración utilizando más palabras.
Por ejemplo: «Pepe es dueño del burro que me sorprendió esta mañana». Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Ojo con el burro de Pepe.
Pleonasmo
Este «vicio» es el uso de palabras innecesarias para dar un sentido lógico a una oración enfatizando algo que se supone que es indiscutible.
Terminó el trabajo en un lapso de tiempo muy corto. Lo vi con mis propios ojos. Y me quedé helado de frío.
Estos ejemplos contienen tres pleonasmos o redundancias.
En el primero, «de tiempo» es lo que sobra ya que se usa la palabra «lapso» que ya significa tiempo entre dos límites. El segundo es «con mis propios ojos» porque esta frase es redundante a la acción «ver». Y el tercero es «de frío» porque ¿cómo puedes quedarte helado de otro modo que no sea por el mismo frío?
Apócope
Se trata del uso de palabras a las que se le suprime el sonido final, define la RAE.
El primer y segundo tiempo del partido fueron apasionantes
En este caso «primer» es un apócope de «primero», se suprime la «o», pero en el caso de «segundo» no diríamos «segund».
El apócope «primer» se volvió tan normal que se terminó transformando en una palabra aceptada. Lo mismo sucede con «gran» que es a apócope de «grande», aclara la RAE.
Metátesis
¿Escuchaste «almóndiga» en vez de «albóndiga»? o ¿«estógamo« en vez de «estómago«?
Estos cambios de lugar de un sonido dentro de una palabra reciben el nombre de metátesis.
Y aunque este «vicio» ocurre en muy pocas oportunidades, el cambio puede terminar siendo aceptado.
Como en el caso de almóndiga y también el de murciégalo que el Diccionario de la Lengua Española de la RAE ya incluye.
Así que puedes dejar de estresarte en tratar de corregir estos «vicios», tirar la «toballa» y tomarte un «güisqui». (Sí, estos también están aceptados en el diccionario).
Arcaísmo
Son aquellos elementos lingüísticos cuya forma o significado, o ambos a la vez, cayeron en desuso en el español.
Pero puede pasar que se dejaron de utilizar en algunos lugares y en otros no.
«Por ejemplo ‘haiga’, o ‘vos’ son una forma antigua que se ha conservado. El ‘vos’ se acepta en Argentina pero el ‘haiga’ no», dice Arrizabalaga.
«Hay todo un debate sobre esto. No es una decisión que la academia impone sino que reconoce que ningún país la norma culta acepta ‘haiga’ como una forma correcta y si alguien lo dice se le corrige».
Son también arcaísmos en español palabras como «entuerto» (por agravio) o el uso de «haber» con el sentido de «tener o poseer», según la RAE
Extranjerismos
Los extranjerismos son préstamos que toma el español de otro idioma.
Sin embargo, muchas veces, esos extranjerismos son innecesarios porque existen palabras equivalentes en español que están en uso.
La RAE pone como ejemplo back-up (en español, copia de seguridad).
Solecismos
Se trata de la falta de sintaxis o un error cometido contra las normas del idioma.
Un ejemplo:«hubieron manifestaciones tras la polémica medida tomada por el gobierno».
Cuando lo correcto debería ser: «hubo manifestaciones tras la polémica medida tomada por el gobierno».
Es una «discordancia a nivel gramatical. Esto es muy común en Sudamérica y a los españoles les suena horrible. En España, también se dice como muy normal «la dije que viniera» y eso para un sudamericano es espantoso», asegura Arrizabalaga, que es doctor en Filología Hispánica.
Pero ¿por qué se le llama a este «vicio» solecismo?
«Porque los griegos pensaban que los que vivían en Solos, una ciudad antigua de Cilicia (hoy territorio de Turquía), hablaban muy mal el griego», explica.
¿Quién tiene la razón?
Lo cierto es que no existe un español bueno o uno malo y hablar de «vicios» lleva a una larga discusión, opina el lingüista Arrizabalaga.
«Las lenguas no tienen líneas rectas entonces no se pueden desviar», asegura.
Y muchas veces esos cambios en el español están estrechamente relacionados al lugar donde se producen, sobre todo porque el idioma abarca una geografía inmensa.
«Cuando nos encontramos con un hablante de otro lado decimos ‘qué gracioso cómo habla’ y la verdad que es bonito», opina.
«Hay que tratar de ayudarnos, educarnos y de negociar para ponernos de acuerdo y no deberíamos utilizar esas diferencias para descalificar a los demás», concluye.
Autor: Analía Llorente
Leer más en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49120438
Foto: Getty