Si hay poesía, que nos venga a salvar

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La página en blanco es una experiencia desafiante, pero sobre todo una promesa. Ahí está ella, toda inmaculada, hasta que algunos trazos comienzan tímidamente a recorrerla. Son formas desplegándose en el espacio rectangular, transformándose en palabras que transmiten, informan, enseñan o crean. Son memoria y también proyección. Lo escrito queda, da cuenta y cuenta.

Afuera el día es terriblemente lluvioso, la temperatura ha bajado, y tanto el paraguas como el abrigo son una obligación. Adentro, el ambiente es cálido, hay una biblioteca repleta de libros, algunas fotos familiares, instrumentos musicales, sillones, y esa sección  nueva en los hogares como casi un altar, donde están entronizados el santo alcohol en gel, la santa mezcla sanitizante y la alfombra embebida en lavandina diluida en agua. En fin, cosas de esta pandemia que nos tiene aislados y nos genera tantas cosas.

Aislamiento, quién te conoce

Celia y Lucía Pérez Campos (31), hermanas mellizas, son las anfitrionas. Profesora de filosofía y lenguas clásicas la primera. Técnica en producción de radio y televisión la segunda. Ambas, poetas.  Son parte de Poesía de miércoles, una ceremonia literaria que antes de la pandemia era presencial, y a partir de ella, vía streaming.
La que toma la parada y  reflexiona es Celia. Se explaya sobre el tener más tiempo en soledad para encontrar rincones adonde se encuentra la inspiración para escribir. No escapan a su mirada  la angustia y el estrés de la situación y el bloqueo que trae esta experiencia. “A veces no sé lo que me está pasando. No sé si estoy del todo contenta porque tengo mi tiempo, estoy en mi casa,  tranquila”, dice la joven. “Es que al mismo tiempo está la preocupación por los seres queridos, la incertidumbre, cuándo terminará esto. La pandemia atraviesa todo y no excluye a la producción poética. Me di cuenta de que uso palabras como viral, proceso (en el sentido de que todo esto va a pasar) o comunidad”, se sincera ella.
Si la profesora aparece preocupada por la existencia, el sentido de la vida y la angustia, Lucía, en cambio, más pragmática, después del impacto de la cuarentena retomó la escritura con la idea de que hay una redundancia en los tópicos. “Clisés sobre clisés, más clisés”, señala.
A ella las restricciones la ayudaron a buscar otras formas de decir la poesía, de mostrarla y compartirla. “Me llamaron del Centro Cultural Cidade para informarme que no iba a poder ser más lo del ciclo, pero el ciclo no se interrumpió. El 25 de marzo con videos de poemas leídos empecé a transmitirlo por YouTube”, explica la productora multimedial.
“Más de 65 poetas han enviado material y fue así que la lejanía física se transformó en  posibilidad generando una cosa nueva con gente que por ahí no se animaba a ir a los encuentros”, cuenta.  “La videopoesía me mantuvo viva y activa”, lanza Lucía.
“La cuarentena te aísla y al mismo tiempo te da un marco para la reflexión y para ciertos planteos”,  continúa Celia.
“En ese sentido puede ser productiva, pero ese mismo encierro que te permite hacer, debe ser roto de alguna manera. Lo que se crea busca ser compartido, no puede quedar en el aislamiento. No sólo por el hecho de que otros vean o lean sino por el proceso de la producción artística”, agrega Lucía.
La entrevista que tuvo un tímido comienzo con las poetas hablando por turnos, cobra vertiginosidad por momentos. Es como un contrapunto de opiniones e ideas en que lo que dice una es complementado por la otra. Pero no siempre hay coincidencias en esa dialéctica.

Omnipotencia, ¡en tu cara!

Así, traen a colación las discrepancias que produce la peculiar situación actual. Hablan de la necesidad de cuidarse uno y a los demás, como también del control y la vigilancia que colisionan con la libertad. Hablan de un estado, el de infección latente, como el estado primordial del ser humano. Ese peligro de enfermar remite a la finitud, a una vulnerabilidad que se pone de manifiesto pegándonos directamente en la cara.
“Somos esto y no podemos contra algo que quisiéramos poder, a nivel mundial. Al no poder con algo diminuto, nos quedamos en un ridículo que nos angustia”, reflexiona Celia.
El estado de encierro plantea una amenaza: ya no teníamos el control de nuestra muerte, ahora tampoco tenemos el control de nuestra vida, sino sólo una opción: quedarnos en casa. Y la poesía, siempre libre, se siente amenazada.
Lo que debe caracterizar a los escritores es la autenticidad, lo genuino. En esta catarata de conceptos que ruedan como piedra colina abajo, Lucía retoma el hilo para decir: “No sé qué va a pasar ni qué hay que hacer, pero ante la duda, poesía. Ese es el antídoto. Es en estas situaciones donde el arte te salva y libera”.
No debe haber peor confinamiento que el quedarse con los brazos cruzados. Quizá por eso se busca encontrar la vuelta a esta situación que nos condena por tiempo indeterminado. Ellas aprovechan la creación para canalizar angustias y miedos no sólo con las palabras, también desde lo visual.
“Lo que más me gusta es la edición de videos, por lo que no tengo problemas en dedicarle el tiempo que haga falta”, cuenta Lucía.
Sin embargo Celia es la que revela los secretos detrás de cada puesta en el aire de la web de Poesía de miércoles. Es que no todos mandan sus videos listos para ser publicados, sino que muchos requieren edición. Los miércoles hasta las 18 está recibiendo el material que horas más tarde será compartido. Adultos mayores, socios de Sadem, niños, adolescentes son parte. Lo virtual abrió el panorama e hizo más participativa y accesible la reunión para poetas de diversos lugares de Misiones y otras provincias. “Esta modalidad llegó para quedarse”, asegura Lucía.

La palabra en el aire

Si Lucía hace de lo tecnológico su elemento, ya sea para escribir o editar videos,  Celia hace lo propio en distintos formatos, cuando la escritura le desborda. Cuanto papel tenga a mano es útil: servilletas, volantes, pasajes. Hubo un tiempo en que su habitación se inundaba de versos esparcidos por todos lados y era una necesidad encontrar un modo de contenerlos.
En esa búsqueda, aparece el block de notas del celular. “Tengo un libro entero en Google Drive”, cuenta. “Me resulta más práctico”.
“Antes comenzaba un poema en un cuaderno y continuaba en otro. Ahora los tengo más ordenados. Necesito un espacio en blanco y las teclas nada más”, delata.
“Yo escribo en el block de notas al que lo tengo configurado con la tipografía que me gusta. Ahí escribo toda mi producción. Lo único que llevo manuscrito es mi diario íntimo”, aporta Lucía.

Los libros

Las dos han leído mucha poesía: Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges. Celia además hace mención del escritor Carlos Ruiz Zafón, recientemente fallecido, y también de Macedonio Fernández.
Lucía aborda con admiración en este tiempo a los autores noveles, contemporáneos y de la región que están en una búsqueda de identidad propia más allá de los tópicos de siempre: el mate, la picada en el monte, la selva o la humedad.
En ese sentido, Celia agrega que los poetas actuales están haciendo una poesía sin fronteras que supera los clisés. La creación de un lenguaje propio, desde un lugar determinado, con características peculiares e identificables es el desafío.
La posibilidad de una literatura misionera después de Horacio Quiroga es el interrogante.
Para Lucía hay una búsqueda de trascender y superarlo. Para Celia lo que identifica a los autores nuevos es una poesía sin fronteras, muy libre, sin nombre, ni nacionalidad. Ambas dicen que la poesía actual existe y existe el grupo de escritores misioneros más allá del ícono que se afincó en San Ignacio.
Afuera paró de llover y las calles, como recién  lavadas, están vacías. La gente debe estar en sus casas, confinada, experimentando motivos para expresar lo que vivencian, en una página en blanco.
Quizá descubran la puerta de la libertad que está en los libros o en la posibilidad de escribir. Y ante la angustia, la esperanza de que la vida deje de ser esto que conocemos, o la infección latente y las dudas. Ante todo eso, poesía.
Autor: Marcelo Rodríguez
Leer más en: El Territorio

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