Las Bibliotecas Molestas

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A los escritores, poetas y ensayistas que amo

A los que aún no conozco y amaré

A Carlos Ruiz Zafón

-Este lugar es un misterio. Un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo lector, un nuevo espíritu…

Carlos Ruiz Zafón, “El Juego del Ángel”

Cada vez escucho más en boca de amigos que estimo palabras que me duelen aunque pueda entenderlas. Preguntan si conozco alguien, alguna persona física o institución que quiera hacerse cargo de la biblioteca de un familiar que ha fallecido o hacerse cargo de una parte de los libros que habitaban con ellos sus casas. Sé, que como uno. aman los volúmenes impresos en papel pero a cada día que pasa estorban. Ocupan espacio en casas pequeños, crean polvo, sus páginas se hacen amarillentas con el paso del tiempo y las bacterias.

Me preguntan y les respondo como puedo. Quizás, si están en buen estado, alguna biblioteca pueda hacerse cargo de ellos aunque de manera periódica realizan expurgo sobre los ejemplares viejos, deteriorados o sin lectores que los hayan amado. Les comento que algunas empresas compran bibliotecas enteras pero a un precio módico. Una personas me comentó cierta vez que estas firmas se dedican a comprar por lotes mil, dos, tres mil ejemplares… con la esperanza de encontrar algún libro raro, descatalogado, una primera edición, un facsímil, un manuscrito de difícil o casi imposible localización en el mercado editorial y en los rastros de segunda, tercera o cuarta mano. Incluso más, con la inquietante esperanza de localizar entre estos libros alguna firma de valía en una primera impresión o incluso algún manuscrito o libro raro o difícil localización de algún autor reconocido, inserto entre algún libro de los adquiridos. Entonces, el valor de lo comprado se multiplica a una o varias potencias. El resto de los textos adquiridos camina hacia librerías económicas que proliferan en la piel de las Españas a precios de saldo. Un libro por un euro, tres por dos…

No dejo de pensar en la gran imaginería que ideó Carlos Ruiz Zafón con “La sombra del viento” y su Cementerio de los Libros Olvidados. Un gran espacio oculto con galerías y laberintos, igual que pensara Borges. Recovecos, meandros de estanterías repletas de libros del suelo hasta el techo con toda clase de libros; desde novelas, ensayos, poemarios. Tratados, enciclopedias, de autores reconocidos y de olvidados por las nieblas inmisericordes del Tiempo. Escritores malditos que perecieron sin probar nunca las mieles de la gloria literaria, abandonados a su suerte, incomprendidos, detestados por sus contemporáneos. Túneles, galerías, pasadizos de miles y miles de volúmenes escondidos para que la memoria de los hombres perdurase en forma de libros. El maravilloso invento del lenguaje codificado en signos impresos para que futuros lectores no olviden que alguien soñó, ideó, imaginó, sintió, vivió o padeció mundos, universos que quiso transmitir en papel y en hileras negras de palabras y párrafos.

Hoy, en este mundo digital, tecnológico, el universo líquido de la nube todo lo acapara; los libros, las películas, la música, nos sobran en formato material. Ocupan espacio en nuestras cuevas minúsculas y queremos darle salida. Nos sobran los libros. Esas bibliotecas que conformaron el espacio sentimental de un corazón, de una familia. Los títulos y autores que nos hicieron soñar, pensar, sentir, vivir una vida paralela más rica muchas veces que nuestra pequeña, rutinaria, mediocre y anónimo discurrir que a casi nadie importa.

Sólo sé unas pocas cosas, nada más, como dice la canción “Soy un corazón tendido al sol”. Soy un pobre hombre en llamas cada vez más pobre, más huérfano con pérdidas y ausencias que taladran el corazón pero nunca me desprenderé de mis libros y mis sellos. Ellos me han dado, regalan muchas horas de vivencias, pensamientos, sentimientos, imaginaciones que enriquecen una pequeña vida. Me ayudan a vivir, crear mundos. Y siempre me acompañan. Con ellos nunca estoy solo.

Si algún día, por algún fatídico presagio de un desastre de la tecnología, la nube lloviese su destrucción y ya no quedasen bibliotecas en las casas del mundo y desapareciesen los e-book y los libros virtuales en los soportes que en ese momento hubiera, el hombre quedaría huérfano de letras, ideas y vida y nuestra memoria caería en el olvido o peor, su destrucción. Entonces, el ensueño de Alonso Quijano el Bueno habría caído por siempre en saco roto y perderíamos muchos papeles de nuestra humana condición.

Llamadme diplodocus de papel, nostálgico de lo impreso como de tantas otras cosas, pero uno no sabe vivir sin su biblioteca que es historia de mi vida rastreada, soñada, leída, vivida en mis libros. Uno, si no el único, de mis patrimonios.

Podéis haced lo que os plazca con vuestros libros pero aquí el que os habla no los venderá a ningún postor para deshacerse de sus bienes (nunca objetos de consumo) más preciados.

Autor: Francisco Gómez

Leer más en: Frutos del Tiempo

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