Patricia Highsmith, autora de clásicos de la novela negra como «Extraños en un tren» y «El talento de Mr. Ripley», habría cumplido este martes cien años pero, lejos de caer en el olvido, sigue suscitando tal fascinación que una nueva biografía indaga en sus «demonios, lujurias y extraños deseos».
La editorial Bloomsbury publica mañana, coincidiendo con su aniversario, una biografía que bebe de sus diarios personales, entrevistas y perfiles previos llamada «Devils, Lusts and Strange Desires. The Life of Patricia Highsmith», firmada por Richard Bradford, profesor investigador de la lengua inglesa en la Universidad de Ulster.
«Estaba fascinado por sus novelas, que encontré absorbentes y macabras, y por tanto por la figura que las produjo. El aspecto más atractivo de Highsmith es su reputación como un enigma, un interrogante», declaró a Efe este académico, que compara, en cierta manera, a la escritora con sus personajes protagonistas.
«Sus novelas no son una ficción criminal estándar, que habitualmente implica un puzzle sobre quién ha cometido el crimen o claramente delinea límites entre el bien y el mal. Le gusta escandalizar al lector y a veces dejarlo sintiéndose incómodo sobre por qué está leyendo su libro, por no decir disfrutándolo», explicó Bradford.
«Highsmith, como persona, parecía disfrutar causando escándalo u ofensa, particularmente en sus últimos años», señaló.
‘PARALELISMOS’ CON SU OBRA
Precisamente su primera novela, «Strangers on a Train» (1950), más adelante convertida en una de las joyas de la gran pantalla gracias al maestro del suspense, Alfred Hitchcock, permite asomarse a la personalidad de la escritora a través de su protagonista, Bruno.
«Podría ofrecer una analogía. Cuando Bruno entra en el mundo relativamente cómodo de Guy en ‘Strangers on a Train’ sabes que nada volverá a ser lo mismo para Guy. En la novela casi se vuelve adicto a la presencia diabólica de Bruno, aunque esto Hitchcock lo reduce en el filme», relató el experto.
«Leer una novela de Highsmith es como conocer a Bruno, y para mucha gente que conoció a la Highsmith real, el efecto era comparable», agregó.
Highsmith nació en 1921 en Fort Worth (Texas) pero creció en Nueva York, donde se mudó de niña y se forjó como escritora, a caballo entre la universidad Barnard College; la comunidad artística de escritores Yaddo, a la que le invitó Truman Capote; y el barrio bohemio del Greenwich Village.
Sobre su infancia hay que «fiarse» de lo que Highsmith relata en sus diarios escritos cuando era adulta, pero «claramente no se llevaba bien con su madre ni su padrastro», «pasó bastante tiempo con su abuela materna en Fort Worth» y «aunque el hogar no era exactamente pobre, puede ser considerado de clase baja».
Por eso, destaca Bradford, hay «paralelismos» entre ella y otra obra: «Cuando Highsmith fue al Barnard College en Nueva York, la mayoría de sus compañeros eran de clase más alta y deberíamos señalar que el tema predominante de ‘The talented Mr. Ripley’ (1955) es su deseo de ser otra persona, pertenecer a la élite social de Dickie Greenleaf y el resto».
«Highsmith, como Ripley, usó el asesinato para mejorar su posición social, solo que ella únicamente escribió acerca de ello», apostilló.
GRANDES CONTRADICCIONES
La escritora, que vivió en una casa en el Greenwich Village hoy integrada en una ruta sobre figuras LGBTQ, sigue fascinando por la profundidad de su carácter: lesbiana pero homófoba y misógina, además de racista y antisemita más allá del contexto histórico que le tocó vivir.
Una de las cosas que más impactaron a Bradford al leer los diarios de Highsmith fueron sus comentarios sobre Ellen Blumenthal Hill, que fue su pareja y una de las mujeres más influyentes de su vida: «Giraban entre las expresiones embelesadas de amor y los sentimientos de desconfianza, incluso odio».
«Todo culmina con ella dejando sola a Ellen la noche que intenta suicidarse para irse a cenar con amigas y acostarse con una de ellas. Cuatro semanas después, tras la recuperación de Ellen, Highsmith escribe en su diario una bizarra conversación consigo misma fingiendo que ha descubierto que Ellen es judía -cuando sabía la verdad desde que se conocieron- y expresando horror por la noticia», relató.
Según su biógrafo, Highsmith hacía comentarios antisemitas y racistas -siempre hablando, nunca por escrito- en un momento en que Estados Unidos avanzaba hacia la aceptación de la diversidad, probablemente porque «disfrutaba escandalizando a la gente, incluso haciendo que la odiaran».
Entre las incógnitas que dejó Highsmith cuando falleció en 1995 en Suiza, y que no responden sus miles de páginas de escritos personales, es cómo sería la escritora a los 100 años. «Sospecho que cuanto más normalizada la diversidad entre la gente decente, su adición a causar ofensa hubiera crecido. Era en parte nihilista y masoquista», concluyó.
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