El retraso del avión de Naike Ponce y Juanjosé Suárez ‘Paquete’ por las inclemencias del tiempo provoca una impagable reunión en el Joe’s Pub de Manhattan cerca del milagro.
Tormenta de nieve en Nueva York. Se cancelan cientos de vuelos. No hay alternativa. Juanjosé Suárez Paquete y Naike Ponce se presentan en el aeropuerto de Barajas con 24 horas de retraso. Están tranquilos, aunque no salen las cuentas. El cronista poco puede ayudar para aliviar el panorama: el año pasado tardó tres horas en cruzar la frontera del aeropuerto JFK. Si llegamos a las 19 horas y pasamos con celeridad la frontera es improbable estar listo a las 21,30 en el Joe’s Pub. «Tenemos 40 minutos de retraso», dice el responsable en Barajas, inconsciente de que esos minutos pueden ser vitales para la historia del flamenco.
Los pequeños detalles se acumulan de forma negativa para la expedición. «El desembarco se efectuará por la puerta delantera», dicen. Somos los últimos de la fila. El finger no funciona, hay que esperar al siguiente autobús. Han puesto máquinas en el control de pasaportes. ¡Aleluya! No se entienden las indicaciones de la máquina. ¡Horror! A los viajeros que han viajado en preferente no les ha ido mucho mejor. El locutor deportivo De La Morena tiene una ventaja de siete pasajeros, pero no se ven a los músicos. Entramos en los Estados Unidos, hora y media desde el aterrizaje, prueba conseguida justo a la hora en que el concierto debe comenzar.
Los flamencos se han movilizado. Miguel Marín, director del festival, le ha pedido a Josemi Carmona y a Kiki Morente que sirvan de teloneros. Acaba de salir al escenario a explicar el parte metereológico y sus circunstancias.
Ya estamos en marcha. Todo va bien. Quedan 20 millas, unos 30 kilometros. Silencio. Yelsi Heredía reparte buen humor: «¿Entonces… salimos a tocar en chandal?«. Se vuelve al silencio que rompe Naike Ponce rotunda: «Yo necesito 10 minutos para vestirme». En eso es distinta a Niño de Elche, que en su gira se viste sobre el escenario. Hay profundas diferencias entre el de Elche y Naike. Ella es intuitiva, arrebatada, rebelde y tiene un eco que te remueve por dentro. El Niño es audaz, su espectáculo es hermético y hay que abrirlo con el mismo abrelatas capaz de desmontar a los constructivistas rusos; pero hay otra diferencia: a Nueva York se trajo a Mario Más de guitarrista, al que hemos visto iluminar los cantes de ida y vuelta de Raúl Rodríguez.
Naike Ponce y Niño de Elche comparten sin embargo la misma inquietud por investigar las posibilidades de la voz. La mayoría de los flamencos están de parte de Naike, no es su guerra… aunque como le preguntes a Paquete parece que sí:
«¡Es que lo han comparado con Enrique Morente!. Antes en el flamenco pasaba como con la justicia, que los artistas buenos creaban jurisprudencia!», dijo antes de tomar el vuelo
Llegamos al Joe’s Pub. Kiki Morente está satisfecho. Detrás del cristal suena una voz rotunda. Sale Naike, un vestido gris metálico. «¡Ay Mari Cruz, Mari Cruz! ¡Maravilla de mujer!». Los versos de Carlos Cano suenan flamenquísimos en su voz. Naike taconea con los zapatos coloraos que han roto cuatro losetas del piso de Yelsi en un ensayo. La cara de Paquete se ilumina. El guitarrista gasta fuera del escenario una expresión seria. Así que se nota mucho cuando disfruta. Naike entona Roxanne, la de Police, que recibió su primera versión flamenca de La Susi, barbaridad, pero en la versión de Naike hay detalles que no recordábamos.
«Yo esperaba hablar en inglés, así que todos los ratos que me he pasado estudiando no han servido para nada», exclama la cantaora mientras se revuelve esa revolución que lleva en la cabeza. A esas alturas el Joe’s Pub parece el Café Berlín de Madrid con un público internacional enterao y atento. Y miramos las fotos de la pared y vemos a Leonard Cohen con aquella sonrisa compartida con Morente. Y está tan en casa que Naike le dedica con su acento de Sanlúcar de Barrameda el siguiente tema a Enrique, sin contar ni apellidos ni ná. Canta La estrella y se va a Cádiz por las alegrías que le cantaba Camarón a la Perla y la cantaora, a la madre que la parió.
Y subieron Carmen Linares y Josemi Carmona para acompañar las bulerías y ni nos dimos cuenta de que a Josemi le apareció un micro y una guitarra y encendieron una candela de esas capaz de mandar un cohete a la luna. Soberbia Naike Ponce, inmortal Carmen Linares.
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