Su directora, María Mercedes González, habla de la celebración del aniversario número 40 del Mamm
Cada hora, en el Museo de Arte Moderno de Medellín suena un piano, durante 20 minutos. La melodía, conocida y familiar, es siempre la misma: se trata del ‘Himno a la alegría’.
La escena no es normal: el pianista está de pie y dentro del instrumento, que tiene un hueco en la mitad que lo atraviesa totalmente. Aún así logra tocar sus teclas sin mayor problema.
A la dificultad que podría representar esto, se le suma que, al mismo tiempo, el pianista camina y mueve el gran instrumento por toda la sala que lo alberga.
Alrededor de él hay cientos de personas que observan con curiosidad y aire de admiración, que resulta ser una obra del dúo de artistas Allora & Calzadilla, como parte de ‘La noche que volvimos a ser gente’, una de las muestras con las que se inició la celebración de los 40 años del museo. Hay gente de todas las edades, pero llama la atención que la mayoría son jóvenes que van en grupo con sus amigos, parejas y familiares.
Para su directora, María Mercedes González, no es una situación extraña, es una constante verlos dentro del museo disfrutando de las exposiciones, usando espacios como los laboratorios, la sala de estudio o la terraza, viendo películas en el teatro o simplemente descansando en el parque aledaño que, en ocasiones, se convierte en un teatro al aire libre y gratuito.
La directora explica que la expansión del museo en 2015 –ubicado en el sector conocido como Talleres Robledo, en Ciudad del Río, desde 2009 cuando era una zona industrial–, tuvo un impacto inmediato: antes recibían 55.000 visitantes al año, aproximadamente, después, alrededor de 110.000. Y aunque el gancho fue la arquitectura moderna, que lo volvió un espacio más atractivo, el reto fue mantener la asistencia con la calidad de las exposiciones. Desde entonces, cada tres meses se inauguran cuatro en simultánea y a veces se han presentado hasta seis y siete al mismo tiempo.
“El entorno ha sido clave y el clima de la ciudad. Hay un ambiente informal en donde la gente puede tomarse un vino (en las inauguraciones) en la calle de forma relajada”, dice González.
El entorno ha sido clave y el clima de la ciudad. Hay un ambiente informal en donde la gente puede tomarse un vino (en las inauguraciones) en la calle de forma relajada
La directora recalca que el sector empezó a cambiar desde la alcaldía de Sergio Fajardo (2004), pues se llevó a cabo un plan de renovación (idea que también contemplaron otras administraciones), que lo convirtió en una ciudadela de servicios.
Para la directora, el ver a familias entrar y salir, a estudiantes, a tanta gente joven y de todas las generaciones es una de sus características desde que fue fundado en 1978 y funcionaba en el barrio Carlos E. Restrepo.
“El museo fue fundado por artistas y ciudadanos, no por un grupo corporativo o una familia de millonarios. La clave tiene que ver con el gran proyecto de ciudad en el que han participado la Alcaldía, los empresarios, la comunidad y el sector sociocultural”, explica González.
La celebración también recuerda a Alberto Sierra (1944-2017), quien fue fundamental en el desarrollo del museo, con una recreación de la primera exposición que se realizó en 1980, titulada ‘El arte en Antioquia y la década de los setenta. Una interpretación’, y que fue curada precisamente por Sierra, uno de los fundadores de esta institución.
“Es el mejor homenaje que le podemos hacer, justo a un año de su fallecimiento. Esta fue su casa desde el primer día hasta el final”, dice González, quien cree que lo que más hace falta de Sierra es “su sabiduría, su conocimiento de la historia del arte antioqueño y colombiano”.