Ocho libros de esta semana

0

María Zambrano, Catherine Lacey, Eduardo Blanco Amor y Ben Clark, entre los autores destacados

LETRAS DE LUZ, MISTERIOS ESCONDIDOS.

«Seguramente en ‘El hombre y lo divino’, publicado originalmente en 1955 y completado en 1973, quedaron ya anunciados los derroteros por los que iban a discurrir algunos de los libros más importantes de la última etapa de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991). La pensadora se asoma en ellos al abismo y rompe con los estrechos márgenes de la vieja razón para acercarse a un conocimiento que ya no está reñido con la vida, sino que se hace uno con ella, que la dice. El camino que va a emprender es el de la razón poética, una razón que ya tiene poco que ver con la otra, ésa que necesita antes que nada construirse como tal, definir sus estrategias, buscar un argumento, servirse de unos conceptos, armar un corpus para medirse y entender cuanto ocurre. Nada de eso le interesa a María Zambrano; su camino es el contrario, el de ir rindiéndose a un proceso de despojamiento radical. No se trata tanto de construir, sino más bien de irse desprendiendo, más y más, hasta alcanzar la disposición de recibir: el conocimiento, la verdad, la vida, lo que permanece unido, lo que no está roto». Por JOSÉ ANDRÉS ROJO

SUPERVIVENCIAS.

«Lacey (Misisipi, 1985) ya se encaramó a lo alto de la cucaña narrativa con su primera novela, ‘Nunca falta nadie’ (2014), aclamada, muy traducida y que Alfaguara publicó en 2016. Aquella novela concebía ya un universo propio relatado en primera persona por la poderosa voz de una protagonista que trataba de abrirse paso con ingenio y dudas razonables por entre la maleza de la vida. Una novela de supervivencia sin necesidad de hipérboles, con los atolladeros indispensables y las consabidas huidas hacia adelante, y con el talento de saber jugar con las anomalías corrientes de la vida diaria. Elyria volaba a Nueva Zelanda, asumiendo el desapego hacia su familia a la vez que abandonando su insatisfactoria vida en Nueva York para probar una vida aventurera hasta lo imprudente». Por JAVIER APARICIO MAYDEU

SCRITURA AUTOMÁTICA.

«Robinson Crusoe es tanto el héroe como el narrador de su historia, recuerdan David Herman, Manfred Jahn y Marie-Laure Ryan; en obras posteriores en las que se emplea lo que comúnmente se denomina la “primera persona”, las cosas, sin embargo, no resultan tan claras, y Vértigo (como El opoponax, de Monique Wittig; Sabático, de John Barth, y otros ejemplos de narrativa posmoderna) vuelve a proponer todas las viejas preguntas acerca de quién o qué es el origen de la narración, qué limitaciones impone a su relato la parcialidad de su “punto de vista”, cuáles son las razones por las que habla y ante quién lo hace, qué cosa es (en última instancia) el “yo” que habita el relato». Por PATRICIO PRON

EL NIÑO OPRIMIDO.

«La catedral y el niño’ (1948) sí es la obra cumbre de Eduardo Blanco Amor (Orense, 1897-Vigo, 1979), autor que empezó ejerciendo el periodismo en ‘El Diario de Orense’ y en 1919 marchó a Buenos Aires, donde se vinculó a ‘La Nación’, lo que le permitió regresar a España como corresponsal en 1929 y luego en varias ocasiones más, estancias durante las cuales entabló contacto con Castelao y el grupo Nós, así como con algún miembro de la generación del 27, especialmente con Lorca y Alberti. La Guerra Civil y la dictadura prolongaron su ausencia de España hasta 1966, de modo que fue en Argentina donde público por vez primera gran parte de su obra, en gallego y en castellano. A ‘Romances galegos’ (1928) y ‘Poema en catro tempos’ (1931) siguió ‘Cancioneiro’ (1956); las novelas ‘A esmorga’ (1959) —’Parranda’, llevada al cine por Gonzalo Suárez en 1977—, ‘Los miedos’ (finalista del Premio Nadal en 1961) y ‘Os biosbardos/Las musarañas’ (1962), y los relatos ‘Xente ao lonxe’ (1972), traducidos como ‘Aquella gente’ y publicados por Seix Barral en 1976. Por consiguiente, las obras de Eduardo Blanco Amor fueron teniendo presencia entre nosotros con la misma irregularidad que lo hicieron las de otros escritores del exilio republicano (Max Aub o Rosa Chacel), si bien ‘La catedral y el niño’ no pudo publicarse en España hasta 1976, sin duda por el incisivo anticlericalismo, como le sucedió también a A.M.D.G., de Ramón Pérez de Ayala, con la que presenta algunas similitudes, al menos en lo que ambas tienen de ‘Bildungsroman’ o novela de formación». Por ANA RODRÍGUEZ FISCHER

LLAMADA DE ATENCIÓN.

«En la portada del libro de cuentos de Déborah Puig-Pey Stiefel Abrerrelatos, dos mujeres y tres hombres se inclinan hacia algo que despierta su curiosidad. Esas miradas quedan suspendidas en el vacío, pero la curiosidad ante un misterio que intuimos que exige atención queda ahí. Así leí yo estos 15 excelentes relatos de la escritora catalana. Algunos de ellos me recordaron lecturas familiares. Por ello no es casual que uno, ‘El sofógrafo’, lleve una cita de Jorge Luis Borges (“Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar”). En realidad hay otras piezas que me lo recuerdan, pero ninguna de las pocas desmerece ni la escritura ni el tono discursivo que alientan estos cuentos. Ya se ha dicho hasta el cansancio que ningún autor como Borges ha hecho tanto daño al que quiso homenajearlo (por no decir imitarlo). No es el caso de Puig-Pey, que demuestra en su libro suficiente singularidad estilística como para que ninguno de sus textos queden distorsionados por su débito temático al maestro argentino. Déborah Puig-Pey nunca transita demasiado trecho por el conceptismo narrativo que alentaba a Borges. Ella suma cierto temblor, un grado exacto de emoción o conmoción que al autor de Ficciones siempre le faltó o nunca necesitó, según su concepto de la ficción». Por J. ERNESTO AYALA-DIP

CUENTOS PARA SIEMPRE.

«La obra de Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1878-Buenos Aires, 1937) ha tenido mejor vida que su autor. Hace 100 años se publicaron sus ‘Cuentos de la selva’ y se ganó una popularidad que no bastó para apaciguar sus días. Tampoco para despertar el reconocimiento unánime de las siguientes generaciones literarias. “Horacio Quiroga es en realidad una superstición uruguaya”. No fue la única frase envenenada que Borges le dedicó. También dijo que todos sus cuentos ya habían sido escritos antes y mejor por Poe o Kipling». Por TEREIXA CONSTENLA

VERSOS EN ÓRBITA.

«Desde que hace más de una década se presentara como “nieto de la ira”, Ben Clark ha ido forjando una voz caracterizada por el desarraigo existencial, la ironía irreverente y una afortunada mezcla de contención reflexiva y desbordamiento pasional. Al igual que ocurría en su anterior libro, ‘Los últimos perros de Shackleton’, ‘La policía celeste’ (XXX Premio Loewe) se basa en hechos reales: la fundación de la sociedad astronómica del mismo nombre y el descubrimiento en 1801 del planeta enano Ceres, bautizado así en honor “a la diosa romana que enseñó a los mortales el arte de cultivar la tierra”. Por LUIS BAGUÉ QUÍLEZ

MUJERES SIN PERMISO.

«Ángeles Espinosa, periodista de este diario, ha entrevistado a la mayor parte de los jefes de Estado de Oriente Próximo y cubierto como corresponsal muchas de las guerras de la región en las últimas tres décadas. A pesar de ello, este libro, que es una antología de sus crónicas, no recoge “momentos históricos”, sino su trabajo sobre las mujeres de esta parte del mundo. Es una gran idea, porque ya se sabe que los líderes de estos tiempos no tienen mucho que decir, salvo lanzar su propaganda habitual; en cuanto a los conflictos, no de otra cosa en realidad hablan las mujeres de estas páginas. Eso sí, no lo hacen con las grandes narrativas de la guerra y la paz, ni en el lenguaje de la geopolítica y las relaciones internacionales, sino desde el yo plural en que consiste ser mujer sometida a diversas formas de subordinación: patriarcal, religiosa, étnica, jurídica, poscolonial». Por LUZ GÓMEZ

Ver más en:

https://elpais.com/elpais/2018/04/05/album/1522927007_784021.html#foto_gal_8

Leave A Reply