Macbeth. La ambición, el poder y la locura según Jo Nesbø

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«Hablarán de ti durante años, Macbeth». Esta es una de las frases que dice Duff (el McDuff de Shakespeare) en la novela que ha escrito Jo Nesbø sobre el clásico del bardo inglés para el proyecto Hogarth. Y sí, llevamos hablando de Macbeth ya 500 años. Pero pasarán otros 500 y esta historia universal sobre la ambición, el poder y la traición se seguirá leyendo y versionando.

He acabado este Macbeth que Nesbø tardó 2 años en escribir. A mí me ha durado 6 días, a 100 páginas diarias y sin tener ganas de parar. Es lo que suele pasarme con cada libro de este escritor, debilidad de mis debilidades negras, como saben ya los parroquianos habituales de por aquí. Lo que puedo decir en dos palabras: puro Nesbø. Así que quienes no comulguen con su religión o sean puristas del clásico, que no sigan leyendo. Pero quienes no tengan prejuicios, adelante. La esencia de lo más retorcido pero frágil, oscuro y terrible de la naturaleza humana sigue ahí. Y el vikingo Nesbø es un maestro narrándola.

Macbeth y yo

En mis años mozos universitarios (estudiando F. Inglesa) tuve que redactar un ensayo sobre Macbeth, mi obra preferida de William Shakespeare. Elegí la evolución de la relación entre él y Banquo, también general del ejército del rey Duncan y su más fiel amigo. Era lo que más me atrajo de la obra: una amistad que parece inquebrantable y que se rompe por una traición de la manera más cruel debido a la ambición desmedida de Macbeth, espoleada por su esposa Lady Macbeth. También me atrajo mucho el desarrollo del personaje de McDuff.

Macbeth y Nesbø

Más de 20 años después de escribir aquel ensayo, leo esta versión y siento las mismas tripas descorazonadas con estos personajes que con el clásico y por las mismas razones. O sea, que la esencia no ha variado ni un ápice en esta historia asfixiante por la lluvia y oscuridad permanentes que cubre una caótica ciudad indeterminada de los años 70. Una ciudad ahogada por la decadencia, la crisis industrial, el tráfico de drogas y la pobreza moral de sus gobernantes y fuerzas de la ley corruptas. Casi todo puede resumirse en esta frase:

«Tal vez nada tenga sentido, tal vez solo somos frases sueltas en un murmullo eterno y caótico en que todos hablan y nadie escucha, y nuestra peor premonición resulta ser cierta: estamos solos. Completamente solos».

Es así como parecen todos los personajes del clásico, más el egoísmo, ambiciones y traumas que arrastran. Sus caracteres también están ahí, pero ahora son alcaldes, jefes de la policía y policías corruptos unos, y otros que luchan por no serlo aunque acaben aceptándolo. También son moteros traficantes, capos de la droga que manejan a todos y a cuyo servicio están las tres brujas cocineras de poción y la venenosa «power». Y todos caminan y se encuentran en antros, lúgubres estaciones y fábricas abandonadas, grises puertos o casinos deslumbrantes como el Inverness donde reina Lady, el amor incondicional pero también la locura y la perdición de un Macbeth que también es quien es y vive solamente por ella.

«Las mujeres entienden de corazones y de cómo dirigirse a ellos. Porque el corazón es la mujer que llevamos en nuestro interior».

Eso dice Duff, y lo dice muy bien. Porque con un desarrollo parejo al de Macbeth, comparte todo el protagonismo con él en esta versión. Aquí es el amigo y apoyo de Macbeth desde que coincidieron en el orfanato siendo jóvenes y habiendo perdido a sus familias. También comparten momentos mucho más oscuros y, ya adultos y convertidos en policías, terminan distanciados por el egoísmo de Duff y sus ansias de ascender, la falta de ambición y aún ingenuidad de Macbeth y una mujer, la de Duff (Meredith), en un triángulo amoroso importante para la trama.

Serán ellas, las mujeres, las que marcan el destino de los dos, como también lo hacen en el clásico. Duff perderá a su esposa y Macbeth acabará arrastrado por la ambición y también la locura de Lady, a quien conoce en una magistral escena de una operación policial en el casino que ella regenta. Mayor que él, deslumbrante, perturbadora y con un profundo trauma, el destino los une irremediablemente. Lo que le falta a él lo suple ella con creces y sin escrúpulos. Y también lo condena. O no.

«Nunca nos transformamos en nada que no seamos ya». Macbeth

Sí. Él ya lo sabe. Todo por el pueblo, para el pueblo y con el pueblo, porque él es del pueblo. No tiene la sangre ni la educación ni pertenece a la élite que sí son, o pretenden ser, Duff o el jefe de policía Duncan, o el alcalde. Pero eso lo lleva a la paradoja de convertirse en asesino. Dejarse llevar por la ambición inducida.

¿Se puede leer este Macbeth sin conocer el clásico de Shakespeare?

Por supuesto. Sin complejos.

Los que lo hemos leído o visto en tantas adaptaciones cinematográficas, esta fue la última, encontramos todo del clásico: las brujas, las maldiciones, los sables, las dagas, los fantasmas, las predicciones y mucho estilo casi del lenguaje teatral. También están todos los personajes desde Duncan al portero del castillo (aquí un crupier muy relevante para la historia) pasando por los nobles pero ampliando y cruzando sus historias en un puzle al estilo Nesbø. Tampoco faltan esos encadenamientos de escenas y giros marca de la casa que consiguen hacerte dudar aun conociendo de sobra el argumento.

Los más reticentes a la lectura de clásicos (o a Shakespeare), cuyo verso y estilo se les hace cuesta arriba aunque sea una obra corta, tienen para enterarse (o no) en estas 638 páginas. No les falta sangre, ni violencia a raudales. Y tienen intriga, acción, locura y un final espectacular con ese toque casi fantástico al que tampoco renuncia Nesbø. Te ha ido tirando miguitas de pan durante todo el camino y ahí acabas, admirando cómo resuelve esa predicción que cree Macbeth sobre que no habrá hombre nacido de mujer que consiga matarlo. Entonces esa cicatriz de Duff significa todo. Y ves a Fleance vengando a su padre y vuelves a llorar por el gran Banquo, aquí convertido también en un padre para Macbeth más que un amigo.

En definitiva…

Para todos. Amantes de novela negra, de clásicos, de Shakespeare, de Nesbø y, simplemente, de grandes historias que pueden contarse de muchas maneras.

Algunas frases más

  • «El deseo de ser amado, la capacidad de amar dan fuerza a la gente, a la vez que es su talón de Aquiles. Dales la esperanza de tener amor y moverán montañas; quítaselo y un soplo de brisa los tumbará». Hekate
  • «Son tus buenas cualidades las que te han hundido, tu falta de crueldad». Duff.
  • «Siempre has sabido, toda tu vida, que estás condenado a perder al final. Esa certeza ha sido y eres tú, Macbeth». Duff
  • «Me convertí en un asesino para que nadie pudiera ensuciar el nombre de la policía, fue por la ciudad, contra la anarquía». Macbeth

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