La banda canadiense, referencia de la música independiente, actúa en Barcelona y Madrid
Cuenta la leyenda que hasta el año pasado, los miembros de Arcade Fire solo habían recibido una crítica negativa desde la irrupción de la banda en la escena musical en 2004. Había sucedido cuando Win Butler (The Woodlands, Estados Unidos, 1980) y Régine Chassagne (Saint-Lambert, Canadá, 1976), la pareja que lidera este sexteto formado en Montreal, viajó hasta Texas para que ella conociera a los padres de él. Estos le preguntaron a la chica por sus aficiones y ella respondió que le encantaba la jardinería. Los suegros, más dados al aire acondicionado que a las actividades al aire libre, la miraron con desaprobación. Suspendida. La segunda vez fue el pasado julio, cuando la banda lanzó su quinto álbum, Everything Now. La prensa, que había abrazado sus cuatro largos anteriores con furor, se cebó con el disco, hasta prácticamente reducirlo a un meme. Tras debutar en lo más alto de las listas estadounidenses, cayó en el olvido. Cualquier otra banda hubiese colapsado, pero no Arcade Fire.
Casi un año después, han logrado volver a ser los favoritos de prensa y público. Solo han tenido que hacer una cosa para conseguirlo: salir de gira. “A algunos les podrá extrañar esto, pero a nosotros no. De hecho, llevamos una década siendo el mejor grupo en directo del mundo”, responde al teléfono Butler, tras terminar la prueba de sonido previa al concierto que la banda ofreció este jueves en Amberes. “Una prueba de sonido tranquila, sin nada reseñable. Somos buenos”, insiste el vocalista, quien desde que empezara la campaña Everything Now ha optado por una política de tolerancia cero ante cualquier atisbo de duda sobre el estado de forma de su grupo. “¿Que si soy consciente de que mucha gente está ahora volviendo a escuchar ese disco y descubriendo que les gusta más de lo que pensaban? Pues sí. Pero, bueno, yo sabía que era un gran álbum desde el principio. Mira, todas las bandas sacan un disco de mierda, y si se supone que este es nuestro disco de mierda no puedo estar más feliz”.
Los autores de Funeral actúan en el barcelonés Palau Sant Jordi y el martes se les podrá ver en el WiZink Center, de Madrid. Precisamente en Barcelona empezó toda esta montaña rusa de emociones que ha sido el último año en la vida de Arcade Fire. Con un concierto sorpresa en el Primavera Sound, dos días antes de su anunciada presencia como cabezas de cartel en el certamen. Ahí tocaron por primera vez temas de Everything Now, ese disco producido por un miembro de Portishead y otro de Daft Punk en el que prometían analizar con precisión casi quirúrgica las disfunciones de la vida en la era de Internet.
También estrenaban escenario, una especie de cuadrilátero situado en medio de la pista que ofrece una experiencia distinta al espectador pero que, según Butler, no es demasiado fácil de gestionar cuando son media docena los músicos que deben deambular por él. “Recuerdo cuando abrieron las puertas en ese concierto de Barcelona y empecé a ver a la gente correr hacia el escenario. Creo que muchos no sabían dónde colocarse y, la verdad, yo tampoco tenía muy claro dónde debería ponerme cuando subiera. Ahora, tras haber actuado sobre él un montón de veces, la verdad es que me encanta. Y a la gente también”, recuerda Butler al respecto del elemento clave en la escenografía de una gira que él mismo insistió en bautizar como Infinite Content (Contenido infinito), un tema de su último disco que no tocan en directo. Además, el texano siente un odio especial por la palabra «contenido». «Es un término horrible que se ha puesto de moda. Yo pensaba que grabábamos discos y ahora resulta que hacemos contenido. Creía que nos sacábamos fotos de promoción bonitas y al parecer son solo contenido. Ya no son vídeos musicales, son contenidos. Ya no son versos, es maldito contenido», dice con virulencia Butler.
El canadiense no puede evitar sentir desafección ante ciertos elementos de la vida moderna. La suya es una banda como las de antes que, hasta hace un año, pensaba que podía seguir operando de forma triunfal del mismo modo que se hacía antes. Ahora ya sabe que no. “Hicimos una campaña de promoción del disco con humor, fake news, vídeos originales… Casi nadie lo entendió, porque casi nadie sabe ya qué es un chiste. He llegado a la conclusión de que ya no sé nada y de que nada importa. Lo que hoy es determinante, en seis meses estará totalmente olvidado”.
Aquel himno a medias con Bowie
El tema que cierra los conciertos de Arcade Fire desde prácticamente su primera gira es Wake Up, perteneciente a Funeral, su disco de debut. Se trata de un himno de aquellos que provocan una comunión casi catártica entre artista y público. Son muchos los que se han subido al escenario a interpretarlo junto a los canadienses. Algunos, como Florence Welch, Jarvis Cocker o Chrissie Hynde la semana pasada en sendas actuaciones de la banda en Londres, de forma triunfal. Otros, como Matt Berninger, de The National, con unos resultados algo menos satisfactorios. “Lo hice tan mal que Will me arrancó el micrófono. Desde entonces ya no me subo al escenario con nadie que no sea mi banda”, recordaba el cantante hace unos meses. “De todos los que lo han hecho, el que jamás olvidaré es David Bowie. Era una época en la que ya se le veía muy poco sobre un escenario y tenerle ahí al lado cantando un tema nuestro fue increíble”, recuerda Butler. Fueron dos las ocasiones en que Bowie interpretó el tema junto a la banda. La primera, el 8 de septiembre de 2005 en el evento Fashion Rocks. Era la primera aparición del autor de Ziggy Stardust tras sufrir un ataque al corazón el año anterior mientras actuaba en un festival en Alemania. Una semana más tarde, el inglés se subía de nuevo al escenario junto a los canadienses en Central Park. “Si no fuera por él no existiríamos”, declararía Butler meses después.
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