Tras la caligrafía imposible de Gabriela Mistral

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El segundo libro póstumo de la poeta, fruto de una ardua tarea con sus manuscritos, se consigue en el stand de Chile

Después de la muerte de la albacea del legado de Gabriela Mistral llegó a la Biblioteca Nacional de Chile un valioso material que hasta hoy está siendo examinado. Fruto de esa donación han salido a la luz dos libros: Almácigo, que reunió, gracias a la investigación de Luis Vargas Saavedra, una parte importante de su poesía inédita en dos versiones (2008 y 2015), y Manuscritos (disponible en el stand de Chile), que, compilado por Lorena Garrido Donoso, permite observar mejor su modo de trabajo.

A diferencia del anterior libro, Garrido Donoso -por encargo de la editora de Garceta Ediciones, la poeta Verónica Jiménez Dotte- se metió de lleno en los poemas no transcriptos, tratando de descifrar la «letra imposible de Mistral», pero también en un material mecanografiado con correcciones a mano; en ambos casos, la primera dificultad fue la caligrafía, cosa que la compiladora logró sortear con éxito, con algunas salvedades debidamente consignadas.

La idea del libro fue registrar el modo de trabajo mistraliano, que consiste en numerosas correcciones y en una extrema rigurosidad en el oficio poético. Como señala en la introducción Garrido Donoso, Mistral tenía varias libretas en las que anotaba «columnas de palabras que podían rimar de manera asonante o consonante y otras en que simplemente enumeraba conceptos o ideas que pudieran estar relacionados para crear una imagen poética», lo que constituía una característica de su obra, esto es «una doble línea en sus versos que se observa claramente en aquellos poemas que no están terminados» y que esperan esa palabra para completar esa dualidad.

Desde Chile, Verónica Jiménez Dotte cree que el valor de estos manuscritos está en el hecho de que, a diferencia de otros poetas, ella «nunca desechó ningún poema no publicado», los guardaba para seguir trabajándolos, y esto era parte fundamental de una idea de obra que ella tenía, «un tejido que iba creciendo en torno a ciertos temas o ejes, como las Locas mujeres o el Poema de Chile, por ejemplo». Sin embargo, en un momento enfermó y no pudo seguir corrigiéndolos. Mistral murió en 1957 y Manuscritos abarca de 1931 a 1954, fecha en la que se enfermó.

Para la compiladora, en tanto, este modo de trabajo solo demuestra «el alto estándar que tenía para considerar un trabajo a la altura de ser conocido y publicado». Mistral no escribía para publicar; de hecho, sus libros fueron armados por otros «en su nombre». Si hubiera sido por ella, los seguía corrigiendo y no los publicaba nunca. Por suerte lo hizo.

De ahí que la gran cantidad de libretas y cuadernos haga pensar, como observa Jiménez Dotte, en una obra extendida hacia sus manuscritos: «Tal parece que no era para ella una tarea apremiante dar por terminado un libro como tal, sino, al contrario, permitir que continuara creciendo hacia versiones futuras. Así ocurrió con Ternura, libro al que Mistral sumó poemas en la segunda edición, que publicó en 1945″. Esto también sucede con los inéditos, de los cuales hay versiones anteriores que fueron copiadas por terceras personas: «En algunos casos hay evidencias de que ella revisó las copias, porque corrigió encima, pero también hay otras copias sin ninguna marca de revisión. El hecho de que ni unos ni otros fuesen desechados nos hace ver que siempre siguieron estando disponibles para engrosar ediciones posteriores».

Manuscritos consta de casi veinticinco poemas en poco más de ochenta páginas, y en cada uno de ellos se consignan las tachaduras, las correcciones y las ausencias de palabras. El más hermoso de todos, según la Garrido Donoso, es «Alegres porque no tendrán faena», porque «abre al público otra dimensión de una autora compleja, totalmente alejada de la imagen sufrida, maternal e inocente».

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