Literatura utópica: los buenos no-lugares de la ficción

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Ficciones que describen el funcionamiento de estados ideales, alternativos a los del mundo real. Narraciones que contemplan los aspectos fundamentales que hacen la realidad del hombre y su vida en sociedad. Manifestaciones artísticas que tienden a mostrar la posible realización humana, a plasmar lo deseado, a trascender dentro de la ficción hacia mundos más justos y esperanzadores.

Cuando en el año 1516 el inglés Thomas More (Tomás Moro) publicó la obra titulada Libellus… De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae (Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía), comenzó a originarse un término conceptual que daría lugar a un nuevo modelo literario.

Etimológicamente el término “utopía” proviene del griego y, de acuerdo a la utilización del prefijo que se elija, la palabra puede dar lugar a un doble significado. Por un lado οutopia (οu, no; topos, lugar = “lo que no está en ningún lugar”) y por el otro eutopia (eu, buen; topos, lugar = “buen lugar”).

Cuando nos referimos a la literatura utópica, estamos hablando de ficciones que describen el funcionamiento de un Estado ideal, no localizado en un lugar específico, perfectamente pensado desde el punto de vista político, social, científico y en ocasiones religioso, donde los habitantes cuentan con una predisposición natural a aceptar las leyes y normas de convivencia. Estos estados ideales de ficción, que se presentan como alternativos a los del mundo real, pueden llegar a ocupar todo el relato de una obra o simplemente algunos capítulos, como por ejemplo el Libro IV de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, que contiene el viaje del protagonista al país de los houyhnhnms, o los capítulos XVIII y XIX de Cándido o el optimismo, de Voltaire, donde se relata la travesía de Cándido y Cacambo por el país de El Dorado. Los ejemplos se podrían multiplicar pero haré referencia solamente a estas dos obras porque son, junto con la propia Utopía, de Tomás Moro, las que tomaré como ilustrativas del género para compararlas.

Los proyectos que se describen en los diferentes mundos utópicos guardan relación con los que se encuentran en el mundo existente, son una herramienta utilizada por diferentes autores, de distintas épocas, para proyectar sus concepciones acerca de una sociedad ideal. Mediante la comparación, que se hace implícita al lector, entre lo existente y lo ficcional, también está comprendida la crítica, muchas veces feroz, a lo establecido en el mundo real. De esta manera, podemos decir que la literatura utópica abarca diferentes aspectos que hacen la realidad del hombre y su vida en sociedad, como por ejemplo lo filosófico, lo social, lo teológico. Son manifestaciones tendientes a mostrar la posible realización humana, a plasmar lo deseado, a trascender dentro de la ficción hacia mundos más justos y esperanzadores.

Tomás Moro era un hombre del Renacimiento y como tal fue uno de los escritores que recuperaron el pensamiento clásico; en su obra puede verse claramente la influencia de Platón, sobre todo el de La república. Moro fue un crítico de su tiempo y es quien de alguna manera con su obra dará nombre a este género novelístico. Pero si bien a partir de la publicación de Utopía se comienza a utilizar el nombre de “género utópico” para referirse a las novelas que presentan características similares a ésta, en la historia de la literatura ya existían obras que mostraban mundos alternativos, paradisíacos e ideales, similares al que Moro creó en el siglo XVI. Por esta razón es importante reparar, aunque sea brevemente, en las fuentes en las que se nutrió Moro, y posteriormente a él los demás escritores del género, para escribir este tipo de narraciones y también reparar en el pensamiento utópico que estaba presente en muchas obras, incluso antes de que se lo denominara de esta forma.

Son dos fundamentalmente las fuentes de las que se nutrieron los utopistas; por un lado la tradición cristiana, que estaba presente desde hacía siglos marcando el desarrollo cultural de Europa, y por otro lado la cultura clásica griega y latina, que justamente en el renacimiento va a comenzar a ser rescatada por los hombres de pensamiento.

Dentro de la tradición que se corresponde con el pensamiento cristiano son varios los textos que de alguna manera abordan, aunque sea someramente, algunas características que luego los utopistas desarrollarán en sus obras. En primer lugar podemos detenernos en la imagen del Edén o Paraíso perdido, ese lugar referido en el libro de Génesis donde Dios puso al hombre después de haberlo creado para que viviera libre de enfermedades y libre de la muerte. Se lo describe como un sitio arbolado, con diversas plantas y frutos, que además de embellecer el lugar, suministraban todo el alimento necesario para que el hombre pudiera vivir con felicidad y sin contratiempos. Allí en esa tierra fértil y cálida también había un río y se dice que Dios había puesto a la disposición del hombre todos los animales de la Tierra. Siguiendo con la Biblia, también en el Antiguo Testamento, encontramos en el Libro de los Reyes la historia de los reinos de Judá e Israel, donde se glorifica el reinado de Salomón; allí se dice que bajo su mandato el pueblo vivía sin enemigos, sin temores, en tranquilidad, cada uno bajo su parra y su higuera.

Si pasamos al Nuevo Testamento, en el libro titulado Hechos de los Apóstoles Lucas describe la vida de las primeras comunidades de Jerusalén. Allí se cuenta cómo los discípulos de Cristo vivían en comunión fraterna, tenían un solo corazón y una sola alma, las posesiones eran comunitarias y nadie disputaba por considerar suyo nada de lo que tenía y, como resultado de esta forma de vida, nadie pasaba necesidad.

La otra fuente que nutrió las diferentes novelas utópicas que comenzaron a proliferar a partir del Renacimiento es la que tiene que ver con los textos clásicos griegos y latinos. En los textos griegos se encuentra el mito de la Edad de Oro, transmitido a través del poeta Hesíodo en su obra Los trabajos y los días. Allí el poeta griego se refiere a las cuatro eras que sucedieron a la Edad de Oro; éstas son la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad del Hierro. La Edad de Oro se sitúa en un pasado remoto donde el ser humano era feliz, vivía en un lugar agradable y tranquilo, sin violencia ni temores, donde los árboles rebosaban de frutos y el hombre no tenía que cultivar la tierra para obtener los alimentos; esto permitía que tuviera tiempo de sobra para ocuparse en diversiones y festejos.

Los proyectos clásicos griegos, vinculados a la organización de las ciudades, como por ejemplo la Atenas de Solón, basada en la razón y la filosofía, y la Esparta de Licurgo, con su sistema rigurosamente militarizado, también van a influir en los discursos utópicos. Durante el Imperio Romano también aparecieron numerosos escritos cuyo centro de interés era la propia ciudad de Roma; los más conocidos e influyentes son los de Cicerón.

Dentro de los autores griegos rescatados en el Renacimiento aparece nítidamente la figura de Platón, quien va a influenciar de manera notoria a los utopistas fundamentalmente con dos de sus obras, La república y Las leyes. En La república se plantea el proyecto tendiente a la creación de una ciudad ideal, donde se reflexiona sobre temas como el Estado, la justicia, la vivienda, la alimentación y el vestido, mientras que en Las leyes Platón se va a centrar fundamentalmente en la legislación; allí habla de la restricción del dinero y el comercio y de la propiedad colectiva de los bienes, mujeres y niños.

La mitología griega fue una fuente muy rica de historias en la cual también se nutrieron los utopistas. En La Odisea de Homero aparece el Elíseo, ese lugar reservado para los héroes, donde no llega la muerte. Otros lugares a destacar en Homero son los jardines; el que rodea la gruta de Calipso, que se describe como un lugar paradisíaco con diversos árboles, pájaros y fuentes de aguas cristalinas, y el jardín de Alcínoo, con características similares, donde los árboles brindan exquisitos frutos todo el año. En La Odisea se describe también la Isla de los Bienaventurados, lugar donde pasan a vivir los héroes una vez que mueren; allí las condiciones son similares a las de la Edad de Oro, los héroes se encuentran libres de trabajos y preocupaciones. Es importante en este último mito el concepto de insularidad que propone, ya que muchos utopistas ubicarán sus países ideales en islas alejadas de la corrupción de otras sociedades; los países, al encontrarse aislados, están a salvo de las influencias negativas y pueden vivir dichosamente bajo sus propios principios.

Otro tópico importante que influenció a muchos poetas, pero también a diversos utopistas, y que de alguna manera se vincula con el mito de la Edad de Oro, es el de la Arcadia. Este lugar imaginario se presentaba como un sitio donde reinaban la felicidad, la sencillez y la paz, y donde los hombres vivían en comunión con la naturaleza. Por último, podríamos también sumar a las influencias clásicas citadas los diversos relatos de viajes donde se refieren países fantásticos con características utópicas, y no olvidarnos tampoco de las sátiras que hizo la comedia griega de la Edad de Oro, donde la sociedad ideal se vinculaba fundamentalmente con los placeres, la comida y el sexo.

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