El Instituto Cervantes celebra con una exposición el centenario del nacimiento del poeta cordobés.
La poesía de Leopoldo de Luis (Córdoba, 1918-Madrid, 2005) se gestó en lugares oscuros. Alistado en el ejército republicano, siendo apenas un adolescente, pronto eligió emplear la palabra como arma. La influencia de su padre, Alejandro Urrutia, quien más tarde se desveló también como el progenitor de Francisco Umbral, fue fundamental en este sentido. No tardó en aliarse con poetas como Gabriel Celaya, Miguel Hernández o Gabriel Baldrich. Junto a estos dos últimos firmó uno de sus poemarios de guerra, que ahora cuelga de las paredes del Instituto Cervantes como parte de la exposición Leopoldo de Luis, poeta de un tiempo sombrío, que se inaugura este martes, 19 de junio ,y se extenderá hasta el próximo 30 de septiembre.
En ella se busca proyectar «lo que fue la vida y la obra de un poeta de posguerra, que formó en las filas republicanas», según Urrutia. Es decir, de contextualizar la figura de Leopoldo de Luis para tratar de entender el nacimiento y el modelado de su voz poética. También de explicar el rol de la creación literaria en una época en la que muchos de los escritores predominantes se vieron abocados al exilio. «Eran escritores que, viniendo de la República y después de haber pasado por la cárcel y por campos de concentración, empezaron a integrarse en la vida literaria en el franquismo temprano», sentencia. La terminología, según él, es fundamental en este caso. Así lo expresa: «En España apenas se emplea el concepto de campo de concentración, como si aquí no hubiesen existido. Pero sí lo hicieron, y Leopoldo de Luis estuvo en uno de ellos».
Para demostrar y explicar todo esto, la exposición cuenta con una serie de «documentos, poemas, cuadros, fotos suyas junto a oficiales republicanos e incluso algún libro tachado por la censura». La mayor parte de este material procede del archivo familiar de los Urrutia, aunque algunos de los documentos, tales como el original del libro de guerra coescrito con Miguel Hernández y Gabriel Baldrich, tuvieron que rescatarse de diversas entidades (en este caso, de la Fundación Miguel Hernández).
Además, también busca reivindicar la conexión que existía en la época entre los poetas de la escena madrileña y aquellos que producían en Cataluña, así como el diálogo fructífero con los escritores del exilio. “Leopoldo, por ejemplo, ganó el premio Pedro Salinas, que entonces se entregaba en México. Siempre se dice que no existía vínculo entre los poetas de Madrid y los del exterior, pero es mentira”, añade Urrutia.
La exposición también sirve como conducto para atravesar la evolución temática de la poesía de Leopoldo de Luis. «Era una poesía no romántica, de carácter social, que progresivamente fue evolucionando hacia temas de tipo filosófico, próximos al existencialismo», explica Jorge Urrutia. Evolucionando hacia la conformación de ese poeta que, en Igual que guantes grises, escribía: «Los días como gotas reiteradas / las palabras igual que guantes grises / el tiempo como extraña dentadura».
Ese poemario sirvió para que Leopoldo de Luis se alzase, en 1979, con el Premio Nacional de Poesía. En 2003, dos años antes de morir, ganó también el Premio Nacional de las Letras Españolas. Entonces, Francisco Umbral escribió un texto felicitándolo que, sin embargo, no ha sido incluido en la exposición. Según Jorge Urrutia, esto se debe a que el propio Umbral denostaba aquel escrito. “Me decía que tendría que escribir otro texto totalmente distinto”, recuerda.
Sin embargo, sí se incluye otro artículo diferente de Umbral, también referido a la obra de Leopoldo de Luis, que sirve como testigo de esa amistad extendida durante décadas entre dos hermanos por parte de padre que (al menos, en el caso del segundo) no sabían que lo eran. “Umbral siempre supo que Leopoldo era su hermano, pero nunca se lo dijo. Él se enteró poco antes de morir, leyendo la biografía de Francisco”, explica Jorge Urrutia, hijo del poeta y sobrino del novelista. Lo que los unió en vida, más allá de la sangre, fue la literatura. La misma que hoy cuelga de las paredes del Instituto Cervantes.
Ver m[as en: El País