Svetlana Zakharova, diva del ballet en aguas procelosas

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Svetlana Zakharova y las Estrellas del Bolshoi

Por supuesto que es todo un acontecimiento que Svetlana Zakharova baile en España, pues cuando vino en 2011, la diva era la Lopatkina. Primera bailarina del Ballet Bolshoi, de la Scala de Milán y la Opera de Viena, además de haber sido parlamentaria en Rusia de 2008 a 2012, es una de las protagonistas del mundo del ballet que más seguidores tiene, sobre todo tras empezar a ser invitada, en la década pasada, por el New York City Ballet o la Ópera de París.

Mucho más, aún, desde que se pueden visionar por internet sus interpretaciones de los míticos clásicos. Buscas su nombre y ahí está ella, maravillosa, en los títulos que han forjado su estrellato, El lago de los cisnes, La Bayadera, Giselle, La bella durmiente… Y, claro, La muerte del cisne, que siempre nos recuerda a Maya Plisetskaya, la gran diva del Bolshoi de todos los tiempos.

Con Amore, como se titula el programa, se ha visto a la gran Zakharova, pero no de la misma forma. Es como si Plácido Domingo canta, pero no ópera, sino temas pop. Sería él, sí, su voz, espléndida, pero no sería lo mismo.

Por supuesto que Zakharova nos ha ofrecido en esta velada del Festival Castell de Peralada -llena y aplaudida por un público que venía a ver a «La Zakharova«-, todo lo que ella es, aunque en la medida en que las coreografías se lo permiten. Hemos admirado su arabesque -por el que el crítico británico Clement Crisp le apodó «the six o’clock»-, su empeine perfecto, esos brazos de ensueño, su elasticidad sin límite…

Porque, la verdad, la verdad, es que en realidad todos hubiésemos querido verla en los clásicos que le han hecho ser Zakharova. Sobre todo, cuando aquí no baila todos los días. En Moscú, están habituados a ella y que estrenara allí, en 2016, este programa hecho a su medida, era un «además», no «lo único».

En Francesca da Rimini, coreografía sobre el poema sinfónico de Tchaikovsky, basado en Dante, el también ucraniano Yuri Possokhov se mueve por un estilo neoclásico expresivo y extrae de ella algunos momentos bellos. Pero maneja esta trama basada en el triángulo amoroso incluido en La divina comedia con poca emoción en su tratamiento coreográfico. Lobukhin y Rodkin, correctos, un tanto extraviados, eso sí, en sus personajes.

La pieza de cierre, creada por Marguerite Donlon, en 2005, para la compañía Hubbard de Chicago, parece un intento por parte de Zakharova de conseguir lo que supuso Push Comes to Shove, en 1976, de Twyla Tharp, para Baryshnikov: con su ironía y humor, lo lanzó a un terreno distinto al de «los clásicos» y el ídolo entusiasmó como histrión. Por el contrario, Strokes Through the Tail carece de fuerza y de auténtica comicidad, no hay verdadero gancho.

Ha sido Rain Before It Falls, de Patrick de Bana, primer bailarín con Nacho Duato en la Compañía Nacional de Danza y ahora coreógrafo free-lance, con la que la diva del Bolshoi entra en un terreno emocional más pantanoso, donde verter todas sus cualidades como estrella del ballet, pero de otra forma y lo consigue en ciertos pasajes. Y es que con las cualidades físicas que posee y el adn de la Escuela Vaganova, Svetlana Zakharova, si bien cumple 39 años, todavía puede ofrecer muchos Lagos para la historia, sobre todo en territorios donde no la hemos visto. Ojalá vuelva así y pronto.

Ver más en: El Mundo

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