Cumbres borrascosas de Emily Brontë, evidencia a dos siglos del nacimiento de su autora, cuán adelantada estaba a su tiempo
Con una historia atormentada de amor y odio, de esos amores fatales que no se aplacan hasta después de reconciliarse como espíritus, surge póstumamente la novela romántica Cumbres borrascosas, en pleno siglo 19, escrita por Emily Brontë bajo el seudónimo de Ellis Bell, en tiempos cuando las mujeres tenían que reservarse para el dominio de los hombres exclusivamente, sin protagonismo en ningún lugar.
En un escabroso Yorkshire, entre una entramada bosquejidad llena de riscos y misterios, la novelista crea una trama sumida en la casa Cumbres borrascosas, guiada por la venganza, el abuso, la pasión, el rencor desmedido y el rechazo. De ese ambiente perturbado y embrujado aparentemente, nace uno de los grandes personajes de la literatura gótica universal de nombre Heathclliff.
La historia de Heathcliff es la de un hombre al borde de la histeria, a punto de lanzarse al vacío tan pronto reconoce que nunca podrá vivir con el amor de su vida Catherine, al esta casarse con un hombre pudiente. Enamorados desde niños, con una pasión más allá de la carne, este fabrica una venganza cimentada con humillaciones de clase, sin cariño, de aquella sociedad pujante en plena Revolución Industrial gobernada por la nobleza. Aunque nunca renuncia a su amor, Catherine no está dispuesta a abandonar el lujo.
Brontë, en este aspecto al cuajar el héroe de su única novela, proyectó toda la furia que su condición social como mujer desgraciada le permitió, ante el rechazo de sus contemporáneos, ante la verdad poética que expuso. Toda la brutalidad del personaje que Brontë descarga en Heathcliff es la que hace que esta obra fantasmal se convierta en un relato humano.
Su época fue tan difícil, sobre todo al vivir en un campo, donde las mujeres tenían que cumplir un papel social y si no podían, o no querían cumplirlo, les diagnosticaban histeria. Además se vivía un rechazo entre las clases altas británicas y las clases medias y bajas. Dominaba el puritanismo exagerado con una tremenda represión sexual y se culpaba a la mujer como responsable de todos los males sociales de la época. Tanto así que si se bañaban, si se podía, debían hacerlo con la ropa puesta.
Adelantada a su tiempo, antisocial como lo disponía la etiqueta y en plena celebración del segundo siglo de su nacimiento –nacida el 30 de julio de 1818 y fallecida en 1848– su gran obra maestra encasillada como novela gótica, que se desprende del romanticismo, rinde culto al sentimiento de la irracionalidad y la libertad. En su obra, la tragedia amorosa impulsa los acontecimientos a todos los niveles.
Catalina se siente oprimida por su marido, Edgar Linton, él la ama, pero ella ama a Heathcliff. Se siente ahogada y eso le produce la muerte. A su regreso, Heathcliff pide que abran el ataúd para contemplar a su amada por última vez y pide eliminen los tablones laterales de la caja y hagan lo mismo con la suya cuando lo entierren, para que así los restos de uno y otro puedan entremezclarse.
El narrador termina diciendo en el camposanto: “Me detuve un rato alrededor de esas tumbas, bajo el cielo benigno. Miré las mariposas que revoloteaban; escuché la brisa ligera que agitaba las hierbas y me pregunté cómo podría alguien imaginar que los que dormían en esa tierra tranquila tuviesen un sueño agitado”.
Autor: Jorge Rodríguez
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