La reivindicación de los artistas del pueblo en el BAT

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El arte popular es protagonista del VI Salón BAT en Bogotá. La muestra comenzó con un homenaje a las tejedoras de Mampuján y esta es la primera de 11 que habrá en todo el país.

La inauguración del VI Salón BAT de arte popular, que organiza la fundación del mismo nombre, es una gran reivindicación: primero, de los artistas empíricos que tienen derecho a un espacio de exhibición; segundo, de las personas privadas de libertad que quieren mostrar sus obras y su talento, y, tercero, acoge el reclamo de las Tejedoras de Mampuján, que ya no quieren que las vean solo como víctimas.

Arte popular

Este concepto tiene muchos significados y debates ideológicos detrás. Para algunos, es el arte de las clases populares y la resistencia a las ideas que dominan el panorama artístico e intelectual. Para otros, es el arte de las personas virtuosas que no tienen una educación formal. Ana María Delgado, gerente de Fundación BAT, hace parte de los últimos y dice que el salón es “un reconocimiento a las personas que no pudieron estudiar artes plásticas o no tienen un diploma pero sí un talento increíble. La idea es que el arte sea para toda la gente”.

El Salón BAT exhibe arte popular de todo el país con 10 salones itinerantes en diferentes regiones y uno en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá. La convocatoria reunió 1.647 en total y para cada región hay unas preseleccionadas que luego competirán por estar en la exposición final.

Aunque la convocatoria está abierta a cualquier artista sin formación académica, las obras escogidas en cada región evocan una cultura colombiana que se aleja de los círculos de poder y se enfoca en la gente común. Por ejemplo, tiendas de barrio, ruanas, un chocorramo, vírgenes, terrazas y costales son algunos de los elementos que se encuentran en las 70 obras de la región de Cundinamarca y de Boyacá.

El objetivo final es que los artistas populares sean reconocidos, vendan sus obras y vivan del arte. Eduardo Serrano, jurado del VI Salón BAT, dice que el arte popular debe fomentarse por su valioso contenido al ser del pueblo y no de un círculo pequeño.

Arte tras las rejas

Con la idea de ‘arte para toda la gente’ y con la ayuda del Inpec, la convocatoria llegó a muchas cárceles del país. Incluso, el director de la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios, Juan Carlos Restrepo, fue a varios centros a impulsar la participación.

La Fundación BAT considera que el arte cohesiona y construye tejido social, por lo que busca que las personas encarceladas transformen su vida a través del arte. Eduardo Serrano asegura que es una manera de reconciliación con la vida, una forma de rehabilitación y sanación y por eso las cárceles deben participar.

Parece utópico pero en la edición anterior, un participante, Draison Murillo, que estuvo 15 años en la cárcel, quedó en segundo lugar y su obra se exhibe en la Cámara de Comercio de Medellín. El sueño de la fundación es que haya más historias como esta. En esta versión, 11 artistas de diferentes centros carcelarios fueron preseleccionados para exhibir sus obras en varios salones.

Arte para luchar

Cada año, el Salón BAT de arte popular les rinde homenaje a las personas que trabajan por el arte popular y este año el turno fue para las Tejedoras de Mampuján, un colectivo que abandera la reconciliación y el perdón en Mampuján, corregimiento de María la Baja (Bolívar), que fue azotado por la violencia. En el año 2000 los paramilitares del Bloque Héroes de los Montes de María perpetraron una masacre allí en la que murieron 13 personas, amenazaron al resto de la población y desplazaron a más de 300 familias.

En 2006, Teresa Geiser, una predicadora menonita, les enseñó a las mujeres a tejer figuras geométricas que evolucionaron hasta convertirse en grandes colchas con temáticas como el desplazamiento o el hacinamiento. A través del arte, las 33 mujeres sanaron, perdonaron y fueron reconocidas como constructoras de paz. En el 2015 ganaron el Premio nacional de paz y el 2 de agosto de 2018 fueron homenajeadas por el procurador, Fernando Carrillo, y por la Fundación BAT.

Aunque las mujeres agradecieron el reconocimiento y expusieron con orgullo sus tejidos en la muestra, reclamaron una consideración diferente. Juana Alicia Ruiz, lideresa del colectivo, dice que ya no quieren ser reconocidas como víctimas sino como emprendedoras, porque los tejidos, así como la paz, deben ser sostenibles.

El arte fue por mucho tiempo la forma de visibilizar su tragedia y de luchar por sus derechos, pero hoy, en el VI Salón BAT, es la forma de construir paz, de reclamar dignidad y de reivindicar su lugar en la sociedad.

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