Nacido y criado en Rusia, Anton Kalashnikov es el protagonista destacado de este mes.
Su amor por la fotografía comenzó a temprana edad y su pasión ha dado lugar a una sofisticada colección de fotografías ordinarias, pero fantásticas, en blanco y negro.
Dicen que el arte siempre está influenciado por sus predecesores. Para Kalashnikov, su legado ruso ha jugado un papel importante.
Únicos como son, sus cuadros dibujan un aire agradable y nostálgico, que nos devuelve a la época soviética. Pero a lo largo de esa brisa nostálgica, hay un contraste conceptual: Kalashnikov susurra los secretos del Moscú moderno, y si estás callado, casi los puedes escuchar.
El trabajo de Anton plantea muchas preguntas y tuvimos la oportunidad de hablar con él y discutir su narrativa, perspicacia y estilo.
¿Cómo comenzó tu viaje fotográfico?
Cuando tenía doce años, mi padre me dio su vieja cámara réflex de una sola lente. No era muy funcional, pero era una cámara de verdad, y tan pronto como la cogí, ¡comencé a disparar!
¿Cuáles son tus necesidades básicas de viaje y qué cámara utilizas?
La mayoría de mis fotos las tomo con una Canon EOS 300v, una cámara de película Olympus OM1 con una gama de objetivos Zuiko y una cámara de película Olympus Mju II porque es muy pequeña y discreta.
Mi cámara digital favorita es la Fuji X-E1.
¿Qué es lo único que te gustaría saber cuando empezaste a hacer fotos?
Si pudiera dar un mensaje a mi antiguo yo, sería: ¡Aprende más y practica más!