Francia se despide de Charles Aznavour

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Tenía poca voz. Era canijo. Y feo. Pero a todo hizo frente y se convirtió en un mito. Uno de los dioses de la chanson. ¿Chanson?¿Aznavour? Humm no me suena. Y es que tenía tropecientos años y cantaba en francés, ahora que todo el mundo canta en inglés. Pero, vamos a ver señora, ¿Acaso no se le saltan las lágrimas cuando Elvis Costello canta She en «Notting Hill»? Pues eso lo cantaba Aznavour en 1966 cuando tenía el pelo escaso pero negro. Y usted señor que mueve la cabeza de un lado a otro, ¿acaso no ha cerrado una despedida con Qué triste está Venecia sin ti? Pues ese es uno de los grandísimos éxitos de Aznavour. Ah, La Boheme, la boheemmme…

Charles Aznavour, 94 tacos y en activo, murió la noche del domingo al lunes en su casa de Les Alpilles, al sur de Aviñón. Acababa de volver de una gira por Japón y tenía conciertos previstos en París y Bruselas. La noticia de su muerte barrió de los informativos franceses la última polémica política. Porque se ha muerto un grande de la música. Voz imprescindible del olimpo de la chanson con Trenet, Piaff, Bécaud Y Brassens. Banda sonora de varias generaciones.

Murió como quiso. Entre dos recitales. Porque no se quiso retirar nunca. Su última entrevista es de hace cuatro días, en un programa matinal de France 5, C. à vous.«Yo vivo en el escenario. Soy feliz en el escenario y eso se ve» decía, flaquito y en cazadora de cuero. «Yo me siento bien y eso es lo importante suelo decir cuando me preguntan si me siento mayor. La edad no es más que un cálculo…». También contaba que había hecho un pacto con su hermana para llegar a los 100.

Poco le ha faltado a Shahnourh Varinag Aznavourian, nacido en 1924 en París, cerca del Jardín de Luxemburgo. Su padre Mischa Aznavourian y su madre Knar Baghdassarian, de origen armenio, esperaban un visado para Estados Unidos. «Soy café-crème, franco armenio. Es indisociable». En 1988, cantó Ils sont tombés (han caído) al genocidio armenio y también recaudó fondos para el país tras un terremoto.

Los padres se ganaban la vida en restaurante y en el sector textil mientras intentaban meter la cabeza en el mundillo artístico. El chaval Aznavour aprende en la calle mientras sueña con ser actor y hace de extra en funciones de teatro o películas. Luego hizo 80 películas. Pero no adelantemos acontecimientos.

«He hecho una carrera inesperada pero ejemplar. Todo es cuesión de suerte» declaró con ese hacerse pequeño tan suyo. De suerte, de currarselo y de saber coger el ascensor. En los años 40 canta a dúo con Pierre Roche que terminará quedándose en Canadá tras una gira.

Después de la Guerra se encuentra con Charles Trenet y Edith Piaf. Será el chico para todo de ésta. Chófer, secretario y confindente. La diva le trata como un mierdecilla y le llama «le genie con» (el genio gilipollas) y le obliga a operarse la nariz. En fin, le acepta alguna canción. Alguna otra, rechazada acaba en los labios de Juliette Gréco que tampoco está mal.

Él lo intenta por su cuenta pero no da la talla. Literalmente. Con 1,65 no se puede ser cantante. Sobre todo si además eres feo. Y tienes una voz nada melodiosa. «De críticas, siempre fui bien servido. Me decían que era feo, canijo, que no había que dejar cantar a los enfermos». En esos comienzos la prensa anglosajona le pone el mote de Aznovoice (Azsinvoz).

A todo se sobrepuso. Con voluntad. Ganas. Ambición. Fe en sí mismo. Grabó 1200 canciones en ocho lenguas. Compuso, solo o acompañado, más de mil. Vendió 180 milones de discos, según su sitio oficial. En Francia obtuvo 18 discos de oro tras superar los 15 millones de discos vendidos. A ellos se suman otros cinco en Canadá, dos en Holanda y cuatro en el Reino Unido donde She llegó al número uno de las listas. Para no tener voz ni cuerpo de artista no está mal.

Telonero de Piaff y de otro muchos, compositor de cierto prestigio, acaba teniendo éxito en Casablanca. Bruno Coquatrix, el jefe del Olympia le dará el espaldarazo. En la mítica sala llegará a cantar seis semanas de un tirón… a dos funciones diarias. Estamos en 1960 y Aznavour ha fichado por la casa de discos Barclay. El punto de inflexión será Je m’voyais déjà que ha compuesto en un bar de Bruselas y que Montand (alto, guapo, triunfador) no ha querido.

«Yo me veía ya en lo alto del cartel, adulado y rico…» dice el estribillo de una canción (triste, como no) que cuenta la vida de un chico de provincias que viene a comerse París y se queda por el camino. No es autobiográfica pero qué importa. El público, frío al principio, se rinde.

Aznavour ya siempre será cabeza de cartel. Los 60 son un pelotazo tras otro. «Os hablo de un tiempo/ que los menores de 20/ no pueden conocer/ Montmartre en ese tiempo/ colgaba sus lilas/ hasta nuestras ventanas (…) Yo que tenía hambre/tú que posabas desnuda./ La bohème, la bohème/ quería decir que se es feliz/ la bohème, la bohème/ no comíamos más que un día de cada dos»… A qué ahora mismo está tarareando La bohème. Pues es de 1965.

Un año antes ha llevado al triunfo Qué triste está Venecia. Otra vez el desamor. Otra vez el éxito. «En tiempos de amores muertos/ Qué triste está Venecia/ cuando ya no se ama».

For me. Formidable, Et pourtant, Hier encore, La mamma. A cada cual su playlist que se dice ahora. Los oyentes de France Info preferían ayer Emmenez moi (Llévame): Una canción que habla de un marino. De un tiempo gris. Llévame a un lugar soleado.

En los años 70 Aznavour cantó dos temas significativos que ayer eran recordados por su intención. Mourir d’aimerinspirado en el suicidio de una maestra en 1969 después de tener una liason con un alumno. Ya ven, unos años depués, una cosa así puede terminar con los protagonistas en el Elíseo. Y Comme ils disent, qui evocaba la homosexualidad. Ayer el sitio Komitid, especializado en cuestiones LGBT, lo recordoba rindiéndole homenaje.

Cantó con Pavarotti y con Liza Minelli. Y de Ray Charles a Sting pasando por Fred Astaire, Bing Crosby muchos cantaron sus canciones.

Queda recordar sus éxitos en el cine desde que se hizo notar en No disparéis sobre el pianista (1960) de François Truffaut. De ahí a Sidaction de Fabrice Lafont (2009) pasando por El tambor de hojalata de Valker Schlöndorf o Diez negritos éxito del 74 de Peter Collinson. Muchas veces haciendo de armenio… o de judío como los que sus padres escondían en su modesto piso parisino durante la Ocupación nazi.

En fin la vida le dio para casarse tres veces, la última en 1967 con la sueca Ulla Thorsell con la que tuvo tres hijos. A la prole se suman otros tres de los primeros matrimonios, uno de ellos ya fallecido.

Acusado, condenado, multado por evadir impuestos llevándose el dinero a Suiza, finalmente ganó el caso. Luego se supo que tenía una sociedad en Luxemburgo para lo mismo.

Pelillos a la mar. Francia le rindió homenaje ayer. Como dijo el presidente de la República, «Charles Aznavour acompañó la penas y las alegrías de tres generaciones. Sus obras maestras, su timbre, su brillo único le sobrevivirán mucho tiempo».

Ver más en: El Mundo

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