Días Nórdicos en Madrid: ¿Y tú, desde dónde escribes?

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Escribir, escribir, escribir. Qué amplitud verbal tiene esa palabra; qué salto al vacío supone. Está el mundo vacío y de repente llegan las palabras. Así se pueblan las tierras. Se puebla Hispanoamérica y se puebla también Noruega, como busca evidenciar el festival Días Nórdicos, organizado desde el año 2010 con la pretensión de tender un hilo invisible entre las letras de dos territorios tan dispares. El auditorio de la Fundación Telefónica de Madrid, en el marco de dicho certamen, reunió ayer a varios ejemplos de esta vasta proximidad. A saber: Erlend Loe (Trondheim, 1969), Kjersti Annesdatter Skomsvold (Oslo, 1979), Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) y Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988), unidos por la mano de la periodista de ABC Inés Martín Rodrigo.

Se sentaron los cinco y hablaron, que parece una cosa sencilla. Al principio, Kjersti Skomsvold se encargó de desplazar rápidamente la sospecha de que pudiese existir alguna diferencia entre ellos. Dijo: “No sé si es interesante dividir tanto las cosas. Los periódicos se afanan en publicar listas, en decir aquí tenéis los mejores libros de este otoño sobre este tema y sobre este otro, pero creo que lo están simplificando todo mucho. Creo que nos desviamos de lo importante, de lo que se esconde detrás. Igual habría que dejar de prestar tanta atención a los temas sobre los que se escribe y empezar a mirar con más atención las formas. ¡Los temas han sido siempre los mismos! ¡No me interesan nada las ideas cuando escribo!”.

Coinciden Mónica Ojeda y Erlend Loe en que las circunstancias socioculturales sí pueden definir la forma de escribir de un pueblo u otro. “En Latinoamérica, por ejemplo, existe mucha literatura de la violencia”, dice Ojeda. “En Noruega, después de 1969, cuando se descubrieron grandes reservas de petróleo y la calidad de vida mejoró, cambió la forma de escribir. Ya no se podían hacer novelas sobre cómo alcanzar un punto del que, en esta nueva era, ya se partía”, explica Loe. Pero Skomsvold los mira con una expresión entre lo atónito y lo contrariado, y exclama: “¡Tengo que discrepar! ¿Qué pasa entonces con aquellas novelas de las que sales con la impresión de que no tienen edad? Creo que la temporalidad de una obra depende más de cómo escribes que de sobre qué lo haces”. Insiste, pues. Para Kjersti Skomsvold, la revolución literaria arranca, escribas desde Oslo o desde Lima, en la curva del lenguaje.

Mónica Ojeda agarra entonces la conversación y la conduce por lugares más íntimos. No importa ya tanto hablar sobre qué define Latinoamérica / qué define Noruega, sino sobre las heridas que un escritor trae abiertas de su propia realidad. Habla de la culpa. “En Ecuador la escritura no es accesible a toda la población, así que creo que es algo común que los escritores nos sintamos culpables por serlo, por haber tenido ese privilegio. Significa que, al menos, fuiste a la escuela y aprendiste a escribir: no todo el mundo puede hacerlo”. Ernesto Pérez Zúñiga se alerta y clama, casi en tono suplicante: “No te preocupes. Aquí, en España, da igual que hayas ido a la escuela, porque la gente no lee”; inmediatamente, Inés Martín Rodrigo interviene: “¡No lances leyendas urbanas! ¡La gente sí lee!“.

Donde no parece haber mucho debate sobre si la gente lee o no es en Noruega. Parece claro que sí lo hace. De hecho, Erlend Loe no titubea a la hora de afirmar que la emergente literatura local se coloca por delante del material llegado de Estados Unidos en la conversación sociocultural del país. Mónica Ojeda, Ernesto Pérez Zúñiga e Inés Martín Rodrigo lo miran, sorprendidos y anhelantes. Kjersti Skomsvold certifica lo dicho: “Se te garantiza cierta cantidad de dinero si publicas un libro, en general siempre me he sentido muy bien tratada”. Sin embargo, inconformista y siempre alerta para girar la conversación, vuelve a insistir en lo importante que es priorizar la calidad de los libros. “Yo creo que lo difícil, pese a todo, sigue siendo escribir una buena novela“. Pérez Zúñiga sale al paso y la suscribe con rapidez: “La literatura es necesaria frente a los criterios comerciales”.

Y sigue hablando, ahora mirando al pasado, al momento en que él arrancó su carrera literaria, en los años 90. “En España se generó la convicción de que si autores como Vargas Llosa o García Márquez habían podido vivir con comodidad publicando con ciertas editoriales de prestigio, publicar con ellas era aquello a lo que había que aspirar. Sin embargo, esas editoriales comenzaron a priorizar lo que ellas creían que iba a vender por encima de los criterios literarios. Lo comercial empezó a comérselo todo e incluso llegabas a escuchar frases como este libro es DEMASIADO literario“. Resopla y prosigue. “Afortunadamente, desde hace quince años han comenzado a aparecer muchas editoriales independientes en las que la literatura vuelve a ser lo más importante”. Erlend Loe piensa que las fronteras entre lo comercial y lo prestigioso han comenzado a romperse en Noruega gracias al éxito de cierto grupo de autores de novela negra que han trascendido sus fronteras.

La conversación se cierra con un trazo similar al de su comienzo, contraponiendo esas dos perspectivas tan distintas acerca del papel del escritor que Mónica Ojeda y Kjersti Skomsvold, dos autoras de éxito y notable juventud, han aprehendido a lo largo de su formación literaria. “Pienso que sí es importante ser consciente de desde dónde se escribe”, se lanza Ojeda. Skomsvold se para un momento, piensa y recurre a una anécdota para explicarse mejor. Habla de Agnes Martin, artista canadiense del siglo XX. “Ella vivía en Nueva York, rodeada de artistas e intelectuales, y un día decidió retirarse, aquello la aburría, no le interesaba esa sociedad. Sin embargo, su arte sigue afectándonos aunque ella no formase parte de ninguna de nuestras realidades, porque entonces fue capaz de hablar de cosas que todos entendemos”, suspira.

Escribir, escribir, escribir. Está el mundo vacío y de repente llegan las palabras.

Autor: Adrián Viéitez

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