El retrato que se identificaba con Sebastián de Morra es, realidad, Diego de Acedo, «El Primo»
El enano de grave expresión y negra vestimenta que Diego de Velázquez retrató con un libro en las manos casi más grande que él no es Diego de Acedo «el Primo», como se ha creído desde hace más de un siglo, sino un «Bufón con libros» de nombre desconocido, según la cartela que ahora luce en el Museo del Prado. El rostro del famoso «Primo» de la corte de Felipe IV se corresponde con otro viejo conocido de la pinacoteca madrileña, que tradicionalmente se había identificado con Sebastián de Morra.
«Ya no hay dudas», señala Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Prado. Una investigación llevada a cabo en 2012 en la Frick Collection de Nueva York por el español Pablo Pérez D’Ors, Richard Johnson y Don Johnson impulsó el cambio en la identificación de los cuadros, que, sin embargo, ha pasado casi inadvertido.
Según consta en documentos de la época, el Primo formó parte de la corte que acompañó a Felipe IV en su viaje a Aragón en 1644 para supervisar la campaña militar contra la rebelión catalana que había estallado cuatro años antes, apoyada por Francia. También Velázquez se desplazó hasta Fraga, donde retrató al rey antes de su entrada triunfal en Lérida. Ese «Retrato de Felipe IV»que se conserva en la Frick Collection es una de las pinturas mejor documentadas de la época, por las condiciones tan particulares en que fue pintado. Velázquez tuvo que improvisar un pequeño estudio en la casa donde se alojaba y desde allí se sabe que el artista envió a Madrid dos únicas obras: el citado retrato del rey y poco antes, un cuadro del «Primo» que posiblemente le sirvió como entrenamiento del anterior. Los gastos de ese envío son la última conexión documental que existe entre ambas pinturas.
Durante años se especuló con cuál era ese cuadro del «Primo» pintado en Fraga. Su supuesto protagonista, Diego de Acedo, estuvo al servicio del rey desde 1633 a 1660 y se sabe que no se dedicaba a entretener a la corte como el resto de los «hombres de placer», o al menos no sólo. En los documentos de los Archivos de Palacio consta que era funcionario de la Secretaría de Cámara y Estampa y que estaba encargado de la estampilla con la firma del monarca.
El hecho de que Velázquez pintara a un enano rodeado de libros y con un traje negro, como el que Felipe IV regaló al Primo en un cumpleaños, llevó a identificar en 1872 al actual «Bufón con libros» con Diego de Acedo.
En este retrato se le llegó a buscar la cicatriz que se le quedó al enano al resultar herido en 1642 durante un ataque al Conde Duque de Olivares, un atentado que hay quien sospecha que iba dirigido contra él, dada su fama de vanidoso y mujeriego. Solo un año después, se vería envuelto en un crimen pasional. El aposentador de palacio Marcos Encinillas asesinó en un arrebato a su mujer en 1643 y señaló al «Primo» como al hombre con quien ésta le engañaba.
Se pensó que este cuadro era el que figuraba en los inventarios del Alcázar de 1666, 1668 y 1701, aunque algunos detalles no encajaban. En otro inventario de 1701 de la Torre de la Parada (un pabellón de caza que se encontraba a las afueras de Madrid), se menciona un retrato de un enano con un libro abierto. Además, en el paisaje de fondo del ahora llamado «Bufón con libros» se aprecian las formas de La Maliciosa, una característica montaña de la Sierra del Guadarrama que Velázquez ya incluyó en otros retratos pintados para la Torre de la Parada (“El príncipe Baltasar Carlos, cazador” o “el cardenal-infante don Fernando”).
«Lo más probable es que el cuadro citado en los inventarios del Alcázar se haya perdido y que el del Museo del Prado fuera realizado expresamente para la Torre de la Parada, en torno a 1636 y 1638, haciendo pareja con alguna otra pintura similar, como Francisco Lezcano, ‘el Niño de Vallecas’», sostenía Portús en 2012, con motivo de la exposición «Del Greco a Goya: obras maestras del Museo del Prado» en el Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico.
Un lienzo más basto
Pablo Pérez D’Ors fue el comisario de aquella muestra y coautor del estudio que descubrió el verdadero rostro de «El Primo». Antes de convertirse en conservador del Museo de Arte de Ponce, este experto en pintura barroca española había trabajado en la Frick Collection, donde conoció lainnovadora técnica desarrollada por la Cornell University para comparar lienzos. A partir de un análisis de rayos X, un programa informático examina los hilos de la tela y muestra en un código de barras en colores en qué zonas las hebras están más juntas o más separadas. «El resultado es una especie de huella digital del lienzo. Si dos impresiones coinciden es que ambos lienzos salieron de un mismo rollo de tela, fueron confeccionados en el mismo telar», explica Pérez D’Ors. Era una técnica perfecta, a juicio de este investigador, para analizar el “Retrato de Felipe IV” y “El Primo” y desvelar por fin el rostro del famoso enano.
«Sabemos que se pintaron en circunstancias extrañas y muy juntos en el tiempo, así que pensé en comparar los cuadros. El resultado nos mostró que el «Primo» no era el enano que pensábamos y que, sin lugar a dudas, el que había sido identificado como «Sebastián de Morra» es el que Velázquez pintó en Fraga», señala a ABC el experto, que actualmente trabaja como freelance en España.
Pérez D’Ors explica que tanto el «Retrato de Felipe IV» como el del «Primo» están pintados en un soporte que no es el que solía usar Velázquez. Es «un lienzo más basto», que el artista debió de adquirir cuando visitó el estudio de Jusepe Martínez, a su paso por Zaragoza.
Los resultados del estudio fueron publicados en «The Burlington Magazine» y remitidos al Museo del Prado que, tras estudiarlos detenidamente decidió cambiar las cartelas de las obras (aunque el cambio aún no ha llegado a la tienda). El antes identificado como de “Sebastián de Morra”, el bufón de probable origen flamenco que sirvió al príncipe Baltasar Carlos, ha sido rebautizado como «El bufón el Primo» y el anterior conocido como de don Diego de Acedo, como «Bufón con libros». Ni rastro de los supuestos nombres de los enanos.
«No me queda claro que el Primo se llamara Diego de Acedo», opina Pérez D’Ors mientras apunta que esos nombres se pusieron de forma «un poco tentativa» dada la dificultad de identificar los retratos de los enanos. La duda del retrato del Primo ha sido aclarada, aunque ahora se abren otras preguntas como ¿ese enano sentado en el suelo que mira de frente al espectador se llamaba Diego de Acedo? o ¿cuál era el rostro de Sebastián de Morra?