El artista puertorriqueño relata de qué se trata su propuesta artística que nació luego del huracán María
¿Qué es eso? ¿Pan? ¿Puedo tocarlo? Pregunta una señora con curiosidad cuando se acerca a una mesa donde el artista puertorriqueño Jorge Vega, conocido como Ibaiko, muestra algunas de sus piezas de arte.
Él accede a la petición de la señora, quien toma el culito de pan con curiosidad descubriendo que se trata de una piedra de río pintada realísticamente. El arte ha engañado una vez más al ojo haciendo cuestionar lo que vemos y en lo que creemos.
Ibaiko sonríe y luego le enseña otras piezas, entre ellas unos mangos que parecen haber caído del árbol. También son piedras, le confiesa.
Luego del huracán María, Jorge Vega decidió enterrar su persona “profesional”, el del trabajo de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., para darle paso a Ibaiko (que significa Vega en vascuence), su persona más creativa, quien en este año le ha mostrado un nuevo camino al que no piensa renunciar.
Aunque pinta desde los cinco años y ha tomado clases de arte en diversas escuelas e institutos a lo largo de su vida, Ibaiko decidió tener una “carrera” que fuera a la par con la de sus amigos que eran abogados, médicos e ingenieros.
“Soy la última generación de los ‘baby boomers’ y se esperaba de mí que yo estudiara una carrera. Todos mis amigos estaban estudiando una carrera, abogado, médico e ingeniero, y yo no iba a ser el único pintor. No me lo prohibieron, pero todo dentro de mí decía ‘no, tengo que tener mi casa, mi familia y retirarme a los 65’. Y empujé el arte a un lado y lo hacía solo por necesidad, si alguien me hacía una petición”, cuenta.
Pero después del ciclón, el artista perdió su puesto administrativo y fue el momento de cambiar. En aquellos días sin luz, sin agua y con tantas carencias, Ibaiko se redescubrió y aprendió a vivir con lo mínimo. Durante todo ese proceso se hizo acompañar de sus pinceles, de sus manos y comenzó a dibujar nuevamente donde fuese, en bolsas de papel, en periódicos y hasta en piedras.
“Estuve en todo ese tiempo de ese ocio forzado pintando y dibujando sin parar, algo que no había hecho por casi toda la mitad de mi vida, y fue un curso intensivo en el que me enfrenté paralelamente a explotar mi habilidad artística con lo que era vivir en un Puerto Rico post María. Y en ese momento me di cuenta que todo lo que estaba haciendo estaba marcado por María”, relata.
De ese proceso nació lo que llama “arte mariano” (por el huracán María), el cual se caracteriza por el uso de elementos autóctonos, como las máscaras de vejigantes, que simbolizan en sus piezas mentira o al mentiroso que cubre su rostro; las banderas, que aparecen en sus distintas versiones, desde la enlutada hasta la ecológica, y el chango y el gallo, los cuales representan al puertorriqueño, sus conductas y sus costumbres. También aparecen en sus obras tres clavos, que, según explica, se derivan de la palabra esclavos, es decir, “nosotros los esclavos de la verdad oficial de turno”.
“Siempre odié el arte como un medio para criticar y para pelear porque me parecía clichoso y trillado. Pero cuando llega María siento que hay cosas que hay que denunciar, pero realmente lo que he hecho es caricaturizar. Parte del movimiento de ‘arte mariano’ es ver a Puerto Rico como una isla pirata. Nosotros no somos este continente y este estado que creemos que somos. Somos una isla pirata donde hacemos lo que nos da la gana, desde lo más grande hasta lo más chiquito, y realmente esa actitud prevaleció durante el huracán porque tenías que salir y era ‘sálvese quien pueda’”, explica, toda vez que indica que utiliza la sátira en su propuesta, la cual ha dado a conocer a través de la red social Instagram, donde semanalmente publica obras nuevas.
De hecho, menciona que desde que empezó esta nueva etapa artística, ha recibido muchas solicitudes de puertorriqueños -sobre todo los que viven fuera de la isla- para encargarle piezas específicas. Muchas de ellas son estampas que también tienen que ver de alguna manera con el huracán María.
Relata, por ejemplo, que hizo una pieza para una familia de la diáspora que interesaba un cuadro del día que el camión de la mudanza llegó para llevarse los sueños que tenían en una casa en Aguadilla que se vio afectada por el huracán. También dibujó al restaurante Che’s, en Isla Verde, el cual cerró después del ciclón. Y así sucesivamente otras historias.
“Quiero seguir haciendo encargos porque he descubierto que el encargo me da la oportunidad de darle vida al sueño de una persona. Me encantaría seguir trabajando con la diáspora porque creo que son personas que están sedientas de Puerto Rico”, observa Ibaiko, quien afirma que en el país hay otros artistas trabajando temas similares y con objetos reciclados, en lo que percibe como “arte mariano”.
De hecho, los panes y los mangos que realizó son frutos de ese proceso de observar y tomar aquello que tenía a la mano para crear. “En ese tiempo de ocio forzado decía ‘qué hago, qué pinto’. No había tiendas de materiales abiertas, así que utilizaba lo que tenía a mi disposición. Soy un coleccionista de piedras y tenía una piedra y empecé a pintar. Hice un aguacate, un mango y empecé a encontrar piedras que parecían panes, el culito del pan, y de ahí surgió la idea de utilizar esos recursos que ya existen, reusarlos, para crear un souvenir para aquellos puertorriqueños o ‘diasporeños’ o turistas que quieran llevarse algo que no sea de plástico y hecho en China, sino algo original y propio de lo que nos define”, precisó sobre estas piezas.
Ibaiko habla con pasión sobre su obra, por eso, cuando se le pregunta si continuará esta ruta artística no duda en decir que lo hará “hasta que me muera”. “Esto es como una segunda vida, una segunda oportunidad. Yo maté al Jorge Vega que existía y soy otra persona totalmente”, concluye este artista que con su arte busca sanar las heridas que dejó el huracán María, a la vez que invita a reírnos de los tropiezos y malabares en esta isla pirata.
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