Lo ecléctico define una producción artística que este año trató de conciliar valores, ideas y tendencias. La institucionalidad cultural del país empieza a mostrar resultados que entusiasman
Este año, «La Piedad», calco del original de Miguel Ángel, que integra la colección escultórica de la Escuela de Bellas Artes, fue restaurada. Como parte de la celebración por su centenario, un complejo trabajo auspiciado por supermercados Wong curó décadas de olvido y exposición a la intemperie. Compuso roturas, eliminó óxido y limpió su superficie.
La hoy impoluta escultura puede ser un símbolo para hablar del optimismo con que cierra un año de artes visuales en el país. Como señala Christian Bendayán, pintor cuya obra representará al Perú en la Bienal de Venecia del 2019, quizá lo más destacable en el año que termina sea la mayor presencia de las provincias en la escena oficial del arte, esfuerzo impulsado, muchas veces, por las políticas del Ministerio de Cultura. «Eso nos hace pensar que la cuota de artistas
indígenas y de diversas regiones del Perú podría ser más equitativa en los próximos años”, afirma el artista.
La tendencia se evidencia en el creciente interés por incorporar el imaginario y los saberes de la región amazónica al arte contemporáneo local. «Basta revisar los recientes premios nacionales
de arte para advertir la fuerte presencia de paisajes de selva, mitos de la Amazonía, fauna, iconografía, espiritualidades o materiales naturales para reconocer que, por fin, el país está siendo mirado y representado en su conjunto no solo como un país costeño y andino.
Hasta las instituciones más reacias ahora no dejan pasar la oportunidad de ser parte del fenómeno amazonista», señala.
La artista Shila Alvarado apunta en el mismo sentido al reconocer el espacio abierto para creaciones tan diversas como las tablas de Sarhua o las pinturas shipibas en las colecciones de nuestros principales museos. «Estas instituciones están haciendo un esfuerzo por acercarse a la gente y haciendo que el público, cada vez más joven, se sienta cómodo. Algo que las galerías aún no toman en cuenta», reflexiona.
Por su parte, Bendayán destaca también esfuerzos como los de la flamante Bienal de Cusco, que permitió reconocer la diversidad de la producción de esta región. «Fue una estupenda plataforma para discutir problemáticas del arte peruano contemporáneo y su urgente descentralización», afirma el pintor. Fenómenos parecidos surgen con la dinamización de los circuitos artísticos en Pucallpa, Huaraz e Iquitos, a partir de la iniciativa de las galerías del Icpna y su programa de circulación e intercambios de proyectos expositivos.
ESPERANDO ARCO
La restauración en Bellas Artes no tuvo que ver con una escultura, sino con toda su memoria histórica. Por ello, el curador David Flórez-Hora, coordinador de Artes Visuales en el Ministerio de Cultura, reconoce como hito interesante del 2018 la expectativa y la celebración por el centenario de la Ensabap, una fiesta que corrió a cargo no solo por la histórica escuela, pues se sumaron notables esfuerzos como los del Icpna, responsable de la retrospectiva «Bellas
Artes: un siglo en imágenes» o por la Feria Art Lima, que firmó importantes convenios con esta institución.
Flórez-Hora valora también cómo la inminente presencia del Perú en ARCOMadrid, del 27 de febrero al 3 de marzo, ha despertado un importante debate sobre qué se considera arte internacional en el Perú y qué obras de arte peruano deben verse en un contexto internacional. La invitación a participar en una de las ferias de arte más importantes de Europa tendrá, como efectos colaterales, la posibilidad de desplegar en Madrid exposiciones que darán cuenta de la cultura peruana desde Nasca hasta el presente. En su balance, el curador menciona también los cambios en las directivas de las instituciones privadas dedicadas a las artes visuales, como es el caso del MALI o del MAC Lima. Para él, habrá que esperar a ver si se trata solo de cambios generacionales o si se perfilan cambios en las políticas en estos espacios.
UN AÑO EXPUESTO
Dos exposiciones internacionales en el MALI resultan imprescindibles en un listado que intente destacar lo sustantivo de un año de exhibiciones. Se trata de la dedicada al surrealista catalán Joan Miró y
la artista conceptual japonesa Yoko Ono, compartida esta última muestra con el proyecto AMIL. En ese espacio también brilla aún «Plata de los Andes», mientras que también memorables resultaron las muestras de Michelangelo Pistoletto, ícono del ‘arte povera’, en el Museo de Arte Italiano; del fotógrafo Georges Rousse, «Puntos de vista», presentada en el MAC Lima.
Igualmente en el MALI se presentó «Museo», exposición de fotografía de Juan Enrique Bedoya. Lúcida reflexión sobre el sentido de las instituciones museísticas y sus colecciones, así como nuestra propia forma de mirar y consumir arte.
Como señalan los artistas y críticos consultados para este balance, la sala Germán Krüger Espantoso del Icpna de Miraflores fue el epicentro del arte contemporáneo local, tras presentar retrospectivas de artistas de consolidada trayectoria. Es el caso de Natalia Iguiniz en «Energías sociales/Fuerzas vitales», Alfredo Márquez en «La imaginación militante» o «Década reciente» de Ricardo Wiesse. Asimismo, el maestro Alejandro Alayza fascinó por su retrospectiva
de belleza y coherencia extraordinarias. También valiosa, la recopilación de Ella Krebs, curada por Fietta Jarque, fue de lo mejor que presentó este año el MAC Lima.
En el circuito galerístico, el eclecticismo fue la norma. Lo de la galería
Fórum fue un banquete visual: las bipersonales «Vértice-Paisajes desordenados» de Carolina Kecskemethy y Rocío Rodrigo, y «El viaje interior – PAISaje» de Ignacio Macha y Tito Monzón. La plástica se celebró en las individuales de Luz Letts, Giorgio di Giovanni, Jorge Eduardo Maita o Carla Palma.
En la galería 80 m2 Livia Benavides destacó Adriana Bustos y su «Imago mundi», así como Santiago Roose y su contundente exposición
de esculturas «Barricadas simbólicas». En La Galería de San Isidro,
junto con las individuales de Ramiro Pareja y Percy Zorrilla, se destaca el regreso, tras tres décadas de ausencia, del escultor Ciro Palacios. En la galería Cecilia González, el arte de protesta tuvo en Alejandro Hernández a su voz más fuerte. También fue un gran año para Jerry Martín, quien expuso en la galería Revolver y obtuvo el premio EFG Art Nexus en la feria Pinta de Miami.
En AMIL resultó emocionante reencontrarse con la pintura del virtuoso Esteban Igartua. Y en la galería Luis Miró Quesada Garland de Miraflores grato recuerdo dejaron Wilma Ehni y sus instalaciones y acciones en «Todo tiempo futuro siempre fue mejor» y Patssy Higuchi con «Las preguntas», un enfoque tierno e irónico para abarcar realidades perversas. La sala Juan Acha del Centro Cultural de San Marcos fue para Isaac Ernesto, ganador del II Encuentro Nacional de Artes Visuales de Trujillo, sin olvidar las muestras de Iosu Aramburú y Luisa Fernanda Lindo. Y en tiempos de fervor mundialista, Cherman disparó al arco con su «Peruvian Selfie» en la galería Icpna de Miraflores.
El Ojo Ajeno presentó valiosísimo homenaje al desaparecido maestro Fernando La Rosa, y en el CCPUCP, cuerpo y naturaleza se fundieron en el lente del finlandés Arno Minkkinen. El MAC Lima acogió una notable investigación sobre identidades trans a cargo de Juan José Barboza-Gubo y Andrew Mroczeken “Canon. Vírgenes de la puerta”.
Además de tantas exposiciones notables, Alice Wagner, ganadora este año del X Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú, destaca la aparición de galerías jóvenes que pisaron fuerte este 2018, como es el caso de Crisis. Su colega Miguel Aguirre, por su
parte, destaca el proyecto El Garaje de Sebastián Cabrera. «Por allí han pasado este año artistas muy jóvenes con una obra muy inteligente. Es uno de los espacios más vibrantes de la escena local. ¡Y todo en el garaje de su casa!», apunta.
Autor: Enrique Planas
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