De galardones a pérdidas, de festivales a leyes pendientes. El año nos deja mucho que decir sobre la escena del libro y la lectura, pero sobre todo mucho que pensar sobre su futuro
Un adagio tan popular como letal dice que siempre se van de a tres. Y se cumplió este año, en el que nos dejaron tres autores fundamentales como Enrique Verástegui, Edgardo Rivera Martínez y Luis Loayza. Fueron pérdidas sumamente dolorosas por lo que representan: escritores de diferentes géneros, estilos y procedencias, pero entregados por completo a su vocación. Casos en los que la persona y la literatura se fundían en un solo ente.
A ellos se les suman otras dos figuras que, si bien no se ocupaban directamente de la creación literaria, también vivieron de las letras y parecían hablarnos desde una época muy distinta: Abelardo Oquendo, mítico editor, presencia silenciosa en favor de otros autores; y la entrañable Chachi Sanseviero, nuestra librera mayor. Otro símbolo de tiempos diferentes, cuya labor desde El Virrey ayudó a formar a infinidad de escritores y lectores. En momentos como este, de cierre de año y de balances, es inevitable extrañarlos. Pero el duelo también nos alienta a pensar en lo que está por venir.
TODO LO ESCRITO
Al menos en cantidad, la producción literaria local no bajó su ritmo respecto al año pasado. Y hubo varios títulos notables para tener en cuenta. Entre las novelas, por ejemplo, se llevaron muchos elogios la monumental «El espía del inca» de Rafael Dumett, «Madrugada» de Gustavo Rodríguez, «El cine malo es mejor» de Javier Ponce, «Mi madre soñaba en francés» de Luis Hernán Castañeda y «Perro con poeta en la taberna», de un maestro como Antonio Gálvez Ronceros, que se hizo esperar con su incursión en el género.
El cuento también tuvo representantes destacados como Karina Pacheco Medrano con «Lluvia», Juan Manuel Robles con «No somos cazafantasmas» y Luis Freire Sarria con su muy divertido libro «El bizco de la calle Roma». En el rubro de la poesía, nos gustaron mucho «Todos estos años» de Bruno Mendizábal, «El motor de combustión interna» de Oswaldo Chanove y «Notas para un seminario sobre Foucault» de Mario Montalbetti.
Pero es en la robusta producción de no ficción donde este año encontramos mayor cantidad de títulos a tomar en cuenta. Para empezar, con «La llamada de la tribu» de Mario Vargas Llosa, una mezcla de memoria y ensayo sobre el devenir liberal del Nobel de Literatura. También resaltaron el impecable conjunto de reportajes «Guerras del interior» de Joseph Zárate, «La biblioteca fantasma» de David Hidalgo, y dos libros testimoniales de mucha intensidad: «El hijo que perdí» de Ana Izquierdo y «La bruja de Lima» de Fernando Ampuero. Lecciones de narrativa en primera persona plenamente justificadas y de alto vuelo literario.
UNA TENDENCIA REDONDA
Si el año pasado, en que se cumplieron 25 años de la captura de Abimael Guzmán, aparecieron varias publicaciones sobre la violencia y la memoria, este 2018 estuvo claramente marcado –al menos en su primer semestre– por los libros ligados al fútbol. La clasificación de la selección peruana al Mundial generó tal furor que las editoriales locales no perdieron la oportunidad de sumarse a la oleada. La producción, como es lógico, fue dispareja, con algunos títulos que sobresalían por su calidad narrativa y su investigación, y otros claramente marcados por el apuro. Aquí nos quedamos con «Benditos» de Kike La Hoz y Renzo Gómez, «Con todo, contra todos» de José Carlos Yrigoyen, «El camino a Rusia» de Umberto Jara y «La fórmula del gol» de Jaime Cordero y Hugo Ñopo. Ojalá el próximo proceso nos regale más publicaciones (y una nueva clasificación, desde luego).
LOS PREMIADOS
Este 2018 se entregó, por segundo año consecutivo, el resucitado Premio Nacional de Literatura. Y nos genera una grata sensación que la elección de los ganadores confirme lo que este Diario consideró el año pasado entre lo mejor de la cosecha libresca. En el rubro de novela triunfó Marco García Falcón con «Esta casa vacía», lo que representa un muy merecido reconocimiento para un autor fundamental de nuestras letras contemporáneas. En la no ficción, el premio fue para José Carlos Agüero por «Persona», libro que redondea un trabajo personalísimo de su creador, quien aborda temas como la violencia y la memoria con un estilo inclasificable, pero de gran calidad. Por último, en la categoría de literatura en lenguas originarias se impuso el huancavelicano Pablo Landeo Muñoz, por su novela «Aqupampa», escrita en quechua.
Entre otros galardones entregados durante el año, conviene destacar el premio Copé de Cuento para Stuart Flores, joven escritor de carrera bastante promisoria; y el premio José Watanabe de la Asociación Peruano-Japonesa, que también en el rubro cuento condecoró a Alejandro Susti, escritor más bien de trayectoria larga, pero cuyo reconocimiento se hace más que justo.
También fue muy destacable la entrega de los Estímulos Económicos para la Cultura 2018, en el rubro del libro y el fomento de la lectura. Distribuidos en seis concursos –entre los que figuran la publicación de libros inéditos, el desarrollo de colecciones bibliográficas, o proyectos de literatura infantil y juvenil–, se repartió un total de S/1’300.000 entre los ganadores. Un importantísimo respaldo para la creación.
VITALIDAD DE LA ESCENA
Nuevamente, las ferias destacaron en su tarea de promoción de la lectura. La masiva asistencia de público, que se repite año a año, lo confirma. Pero también la cada vez más importante presencia de autores internacionales que elevan su nivel. Este año en la Feria del Libro de Lima destacó por ejemplo el estadounidense Jonathan Franzen, uno de los autores contemporáneos más vigentes del momento. Y como parte de la delegación de España –país invitado de esta edición– brillaron Rosa Montero, Ray Loriga, Marta Sanz, entre otros.
Si algo queda por corregir para el año que viene es lo que ocurrió en la Feria del Libro Ricardo Palma. Las dos principales editoriales del medio –Penguin Random House y Planeta– desistieron de participar en el evento, y sus ausencias fueron notorias. Algo similar ocurrió en la Feria del Libro de Santiago de Chile, donde el Perú fue el país invitado. Las razones son diversas y el problema tiene varias aristas, pero el efecto resintió la actividad final, por lo que sería importante no perder de vista el caso.
Por su parte, en la cuarta edición del Hay Festival de Arequipa –nuevamente exitosa– destacaron presencias como las del británico Salman Rushdie y la argentina Leila Guerriero, pero fue el local Mario Vargas Llosa quien se coronó como la estrella. Nuestro Nobel no solo acaparó la atención por su siempre provocador discurso, sino porque llevó una nueva donación de sus libros a la biblioteca que lleva su nombre y anunció la posible organización en Arequipa del Congreso Internacional de la Lengua Española para el 2022. Menos grato fue el anuncio, en cambio, de que la Bienal Mario Vargas Llosa, que venía realizándose en Lima, se trasladará a Guadalajara a partir del 2019.
EL GRAN PENDIENTE
Por último, un tema que sigue dejando un mal sabor: la tan esperada ley del libro todavía no se diseña, a pesar de ser un tema sumamente urgente para darle continuidad al buen momento del sector y asegurarle un futuro. Y aunque casi a última hora volvió a aprobarse una prórroga –paliativo que se está volviendo una costumbre–, está pendiente que este 2019 por fin se discuta debidamente el proyecto en el Congreso.
Preocupa, sin embargo, que en la discusión por la prórroga se mencionaran cifras falsas sobre la industria, que fueron difundidas por el Ministerio de Economía. Se dijo, por ejemplo, que las exoneraciones tributarias a los libros en el 2017 llegaron a S/640 millones, cuando en realidad solo representan S/119 millones. Según señala la Cámara Peruana del Libro, este hecho confirma la intención de dicha cartera de eliminar dicha exoneración, lo que significaría un golpe durísimo para todo el sector. Ya es hora de entender que en un país como el nuestro, de políticas culturales aún precarias, este tipo de excepciones no representa un apoyo más, sino una urgencia. Desde aquí abogamos por esa ansiada ley.
DATOS:
– Para el 2019, Mario Vargas Llosa regresará al Perú, esta vez como invitado de la Feria del Libro de Lima, en julio.
– La misma feria volvió a batir un nuevo récord de asistencia este año, al recibir 565.000 visitantes. Fue un 3% más que en el 2017.
– Este 2018 no hubo Premio Nobel de Literatura. Para el próximo año se elegirán dos ganadores.
LO BUENO Y LO MALO DEL AÑO
Milagros Saldarriaga
Directora de la Casa de la Literatura Peruana
Entre las cosas positivas que ocurrieron en el entorno del libro, la lectura y la literatura están las reediciones de «La trampa» de Magda Portal (Cocodrilo), «El copista» de Teresa Ruiz Rosas (Surnumérica), «5 metros de poemas» de Oquendo de Amat con ilustraciones de Josué Sánchez (Lluvia Editores) y «Sesofagia Humbría» de Américo Yábar (Cascahuesos y Auqui). Son muy valiosas y pertinentes. Entre los nuevos títulos destaca la novela «El espía del inca» de Rafael Dumett (Lluvia Editores), cuyo trabajo editorial se hace cada vez más indispensable. Peisa, una de las más antiguas editoriales activas, cumplió 50 años y lo celebra abriendo una sucursal en México. Además, se abrió una nueva librería en Lima: Casa Tomada.
Este año se reiteró el Premio Nacional de Literatura, con un impacto positivo particular en el entorno de creación en lenguas originarias. Asimismo, el Ministerio de Cultura implementó, por primera vez, los financiamientos para iniciativas culturales de sociedad civil, entre los que se beneficiaron 116 proyectos sobre libro y lectura.
Lo más dañino para el sector es que no se haya elaborado una nueva ley del libro y la lectura real; en sustitución hemos recibido una ley precaria que pospone por un año más el marco legal que se requiere en las condiciones actuales, de crecimiento no solo comercial sino también de las inquietudes de la ciudadanía respecto a la lectura como práctica cultural, social y educativa transformadora.
Ezio Neyra
Escritor y ex jefe de la Dirección del Libro del Ministerio de Cultura
Lo mejor han sido los esfuerzos por internacionalizar el libro peruano. Por un lado, el Pabellón País en la Feria del Libro de Santiago de Chile presentó un diseño en el que primó la literatura y la diversidad cultural y lingüística, evidenciando que no es necesario contar con imágenes de Machu Picchu o Larcomar en cuanta participación cultural peruana haya en eventos internacionales. Por otro lado, el desarrollo del proyecto Internacionalización del Libro Peruano, a cargo de la Cámara Peruana del Libro, comienza a dar frutos de mucho valor. Es necesario que el Estado apoye más este esfuerzo y que tome en consideración las recomendaciones hechas.
Lo peor es la demora en la discusión y aprobación de una ley del libro actualizada que signifique una verdadera revolución en asuntos de la lectura y el libro en el país. Lo mismo sucede con la Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas. Mientras la ley y la política parecen no avanzar, por otro lado se propone desgravar los juegos de tragamonedas y casinos. ¿Acaso no sería mejor, por ejemplo, gravar dicha actividad y usar parte de esos recursos para mejorar las precarias condiciones de nuestras bibliotecas públicas?
Autor: Juan Carlod Fangacio Arakaki
Ver más en: El Comercio