Rosario Ferré: la literatura contra el mito de Pandora

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“aunque me fusilen las manos”

Exuberancia. Comencemos alejándonos del texto, por la portada de Alejandra Acosta. La ilustradora chilena se ha embebido del libro. De las plantas y mujeres que lo habitan. Barroca naturaleza desbordante. Ha captado su esencia. Rosario Ferré (Puerto Rico, 1938–2016) publicó este libro en 1976. Desde las antípodas de la eclosión literaria de aquella década, nos aparece como un desmesurado ejercicio literario. Estupefactos y subidos a su tono, nos enfrentamos a una escritura torrencial, poliédrica y apabullante.

Cuentos y poemas conforman este título: Papeles de Pandora, de la ecléctica, curiosa e inquieta editorial La Navaja Suiza Editores (ak. Editorial Humbert Humbert). Intercalados con un orden interno que nos sumerge en meandros fulgurantes de una prosa eximia. Personajes femeninos que se enfrentan a una sociedad clasista y misógina. Violencia extrema, calor sofocante, sucesos terribles: todo ello relato de una época y clase social privilegiada (la alta burguesía isleña), a la cual pertenecía la autora, y es diseccionada con ánimo de entomóloga. Más que ajuste de cuentas es una aproximación, como la oropéndola meciéndose sin la cubertería de plata y la vajilla fina.

“Cantaba todo el tiempo, lamiendo con voz de brea los zócalos y las paredes de losetas blancas de la cocina, derritiéndola sobre el fogón para después revolcarla entre las cenizas antes de enroscársela dentro de la boca otra vez”.

Todos los relatos y poemas son un ejercicio de estilo que derrama su voz, la quiebra, la manipula en argot y cadencia, con el objetivo claro de transformar, provocar y epatar al lector. Y lo consigue de manera dúctil, cimbreante en un compás poético que nos atrapa cual planta carnívora, drosera hipnótica. Caníbal. Tal vez sea una buena definición para la prosa de Rosario Ferré.

“Pero no es así que este hombre debe alcanzar la inmortalidad, no con el odio impersonal del ácido sobre la plancha, no con medidas materiales de espacio blanco encasillado en celdas de bordes cortantes y filos delgados de tinta negra sino suavemente, blandamente, manchando, acariciando el cabello de espuma vieja, las manos cruzadas sobre el pecho, la red algodonosa y polvorienta que lo abriga desde hace tanto tiempo”

Dice un personaje del libro en uno de los textos: “Yo no comprendo la vida, no la he comprendido nunca”. En esa extrañeza, o contra ella, lucha la escritura de la autora puertorriqueña: en nombrar, dar vida o poner la luz a contrapelo, a través de la visión de quienes no son nada, las personas oprimidas, las mujeres. En esa realidad detrás de los oropeles, las estancias sobrecargadas de objetos caros y los negocios, men, the money. Ahí es donde se despliega la prosa de Ferré, en ese intercambio de voz y personaje muchas veces imperceptible. Esa narradora lenguaraz y promiscua que nos encandila.

“Tuve confianza en mis manos, porque adivinaba que tenían el poder de crear puentes mágicos hechos de ramas de hielo, de telas de araña, de barras de iremita, de hebras de nitroglicerina, de todo aquello que hace posible la comunicación universal”.

Afiche de la cuidada edición de La Navaja Suiza Editores (Foto E.I.)

Al final hay que acercarse al libro, como dice el último párrafo de la introducción:

“La figura de Rosario Ferré es imprescindible en el contexto de las letras latinoamericanas del último tercio del siglo XX, tanto en el ámbito literario, cuya obra bien merece seguir siendo publicada, como en el de la lucha por el reconocimiento de la independencia de la mujer y su liberación de los estereotipos tradicionales. Este [libro] es un ejemplo inmejorable de todo ello”.

Háganse el favor. Lean a Rosario Ferré ya que, como dice uno de sus personajes, “solo yo puedo ahora tratar de que no muera, obligarlo a que resista, hacer al menos que perezca resistiendo, en retribución por la lealtad de su combate diario”.

Autor: Eduardo Irujo

Ver más en: Papel en Blanco

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