Un poeta con un estilo muy personal. Un poeta con una manera de contar que engancha desde el inicio. Un poeta que cree en el poder de la palabra. Todo eso y más es César Brandon Ndjocu. Lean ‘Las almas de Brandon’ y escúchenlo. No defrauda.
A veces bastan tres minutos para cambiar una vida. O cambiar muchas vidas. En ocasiones, unos minutos en televisión, un poema y una voz capaz de llegarte al alma son suficientes para que se hable de la poesía. Eso son ‘Las almas de Brandon.
Las almas de César Brandon Ndjocu son su forma de escribir, su sensibilidad, su voz. Sí, porque su forma de interpretar, ese acento especial y esa melodía con la que entona sus poemas, llegan al alma.
Las almas de Brandon son mucho más que un libro de poemas. Y, por supuesto, mucho más que una aparición estelar en un programa de televisión.
Paradójicamente, la televisión, esa caja tonta llena de chismes, hogueras y vanidades, ha servido en esta ocasión para descubrir al mundo a un poeta. A un gran poeta.
Pero César Brandon Ndjocu no debe penar por la etiqueta de ser el poeta que maravilló al mundo y que conquistó un país por salir en el programa Got Talent de Telecinco. Aunque bien es cierto que debe estar eternamente agradecido, porque ahora su libro (editado por Espasa) está atrayendo las miradas de quienes se han emocionado con su forma de escribir, con su forma de hacer poesía.
En el poema dedicado a la historia de amor de la Tierra y la Luna que ha disparado su difusión gracias a las redes sociales, habla de muchas cosas. Sí, habla del amor, pero también de la homosexualidad, del maltrato, de los refugiados, de la religión… Hay muchas almas en esa creación, tantas como Brandon es capaz de vestir, de vivir, de interpretar.
Su capacidad creativa -y su forma de interpretar los textos cuando los lee- conecta con el público y así el mensaje llega. Es poesía del siglo XXI y de un mundo donde mandan las redes sociales. César Brandon ha sabido conjugar todo con su especial forma de agitar la coctelera creativa y ahora está más cerca de su sueño.
La tierra y la luna, por César Brandon
Se acercaba el día de su decimoctavo cumpleaños. y la tierra se encontraba acostada hacia algún lugar del espacio, porque desde que vio a la luna no dejó de provocarse efectos mariposa en el estómago. A ver si así podía poner en práctica la teoría del caos y conocerla.
Pero la luna era ordenada. Meticulosa y apasionada de las cifras, al principio no se fiaba de alguien que había tardado sólo cinco billones de años en pedirlo salir a una chica. Que tal vez su interés era superficial y sólo le interesaban las vistas, porque se comentaban que con ella, los polvos estelares se veían de maravilla.
Pero el día de la cita se esmeró buscando dentro del armario una fase… Preguntándose si no era muy atrevido vestirse con ese escotado cuarto menguante, si maquillarse o dejarse ver los cráteres. Si darle una oportunidad a una chica después de haber saltado para la humanidad y dado pasitos en falso para los hombres.
Mientras, la tierra no paraba de preguntarse qué iba a contarle. Tal vez que después de lo de los dinosaurios, de mayor quería ser controladora área de estrellas fugaces. Que en la tierra todos eramos ciudadanos de un lugar llamado primer mundo, porque el segundo nos sabía a poco y el tercero todavía estaba en vías de desarrollo. Que en la tierra eramos unos extremistas religiosos un poco absurdos y que nos llenábamos la boca de orgullo gritando: ¡Mi Dios besa mejor que el tuyo!
Que en la tierra no importa el color de la piel. Que nadie te detiene para que justifiques tu existencia con un trozo de papel. Que es más fácil ser mujer. Que dos sí se pelean aunque uno no quiere. Y al revés. Que uno no tiene suficiente con dos y busca a tres para inventarse que son felices los cuatro. Hasta que se multiplica el problema y cuatro acaba llamando al 016.
Que los refugiados no están hechos de opiniones en internet. Que en la tierra no nos rompemos el corazón al recordar el pasado. Que no somos tan simples que después de una relación ‘fuimos’ no se conjuga en el pretérito perfecto complicado.
Cómo iba a impresionar a la lunática que afectaba a su gravedad. A la que le dijeron que era imposible tapar el sol con un solo eclipse y demostró que no era verdad. Cuando lo único genuino era que en la tierra somos unos rebeldes a la hora de amar. Que toda la vía láctea ya puede declararse en huelga que ese día iremos a trabajar, que no somos más que un instante en este lugar.
Pero vivimos como si la eternidad no fuese más que una hora que todavía no ha cumplido su mayoría de edad.
La tierra podía contarle todo eso a la luna, con algún que otro engaño, o simplemente empezar la cita diciéndole que era su cumpleaños.
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