Hay una cosa bastante sospechosa con los premios [de escritura]. Muchos de los premios están muy trabajados desde la editorial. Hay una confabulación muy particular para producir cierto tipo de escritura”, dice Margo Glantz, escritora, ensayista y académica mexicana.
Margo Glantz lleva toda una vida dedicada a la literatura: en parte desde la academia, en parte desde la ficción. Ha sido tanto protagonista como testigo de los cambios en el medio literario en las últimas décadas. Tiene medio centenar de premios en su haber. El más reciente es el Premio Nuevo León Alfonso Reyes.
Tuvimos oportunidad de platicar con ella sobre su obra, sobre la curiosidad que la impulsa a seguir leyendo, sobre algunos asuntos del devenir literario y sobre algunas anécdotas de su vida.
–Margo, hay cada vez más libros en las librerías. Es el momento de la historia en que tenemos muchísima más oferta editorial. ¿Eso contribuye para bien o para mal?
–No lo he evaluado. Hay demasiados libros en las librerías y es muy difícil que la gente puede leer todos. Ahora hay una serie de medios de publicidad, que antes no existían, que ayudan mucho porque la gente se va enterando qué es interesante. No sé si eso ayuda o no. Es un fenómeno comercial. Estamos en una época muy difícil en México. El libro está sufriendo transformaciones muy fuertes. No sé cómo eso va a influir en la editoriales pequeñas. Es un fenómeno imprevisible. Tenemos que esperar a ver qué está pasando, apenas empieza la transformación.
–Hubo una época en la que las personas que se dedicaban a la literatura, todos habían leído los mismos libros. Entonces podían conversar al respecto porque no había una oferta tan grande. En eso sí ha cambiado. Por ejemplo, ya no se puede platicar…
–En mi generación, para la que la literatura era fundamental, no tomábamos en cuenta el mercado. Existía el mercado, pero no a los niveles de ahora. Había pequeñas editoriales que tenían catálogos importantes; que cuidaban sus catálogos; que tenían sus lectores. En México empezó el Fondo de Cultura Económica (FCE) y había editoriales antes que se mantenían muy difícilmente. Había libros que sólo se encontraban en librerías de viejos. Las pequeñas editoriales surgieron y terminaron siendo muy importantes para la difusión de la literatura mexicana. Éramos menos. Había un culto por la escritura, sin necesidad de pensar que la escritura debía venderse. Si yo leo, por ejemplo, a Franz Kafka, ¿qué pasaba con Kafka? Escribir era fundamental. No se pensaba en vender, sino en escribir.
–Te tocó vivir la llegada de todas las editoriales españolas.
–En un tiempo, Alfaguara fue una editorial importantísima. El catálogo era extraordinario. Se publicaron autores muy importantes. Ahora Alfaguara es importante, pero su catálogo ha cambiado. Es un catálogo en el que el mercado es importante. También los premios, la proliferación de premios y la proliferación de concursos para que la gente escriba, pues no existía antes.
–Has mencionado varias veces lo de las editoriales pequeñas. Tus últimos libros están en Sexto Piso, una editorial que no es pequeña, pero no pertenece a los grandes consorcios editoriales, y ésa es una decisión tuya.
–Hablé con Alfaguara. Ellos piensan hacer una biblioteca Margo Glantz, con los libros que ellos tienen. Van a publicar Las genealogías, luego van a publicar La Malinche, figura fundamental para las chicanas desde los años setenta, una figura ya reivindicada.
–¿Por qué decidiste pasar de lo académico a la literatura?
–Pienso que lo académico ha sido para mí igual de importante que la ficción. Ahora cultivo otra forma de escritura. Estoy escribiendo un libro de ensayos para Argentina. En un momento dado pareciera que sólo era académica, y el tipo de escritura que yo tenía en la ficción era escritura poco canónica que no se vendía. Como La cabellera andante, que pasó inadvertida y que yo creo que es importante. Apariciones, que salió en 96, se va a reeditar, pero cuando lo publiqué no se vendía. Ahora empiezan mis textos a ser más conocidos, a aceptarse más el tipo de escritura que hago. De alguna manera soy precursora.
–Hay una presencia muy importante de Margo Glantz dentro de la obra de Margo Glantz.
–Creo que la autobiografía es un género muy viejo que se ha cultivado muchísimo. Probablemente el tipo de autobiografía que yo manejo es una autobiografía no muy canónica. La autobiografía se manejaba como una narración en donde la cronología y la relación causa-efecto era muy importante, y en mis textos hay una autobiografía pulverizada, con excepción de Las genealogías, que surge de las columnas que publiqué en UnoMásUno.
La fragmentación, la pulverización de la noticia, la falta aparente de conexión de lógica y de causa-efecto, la alteración de los datos tradicionales, la falta de narratividad tradicional… Todo hacía que mis libros tuvieran poca, poca posibilidad de publicarse. Probablemente yo no había llegado a una idea clara de cómo debía escribir.
–Eres una persona que se renueva. La literatura sigue siendo una búsqueda.
–Yo tengo una gran curiosidad, una gran voracidad por muchas ramas del saber, un interés muy abierto que me mantiene al día. Quedamos muy pocos de mi generación. Yo cumplo 90 el año que entra y ya soy una vieja , pero sigo publicando.
–Y utilizas nuevas formas para escribir.
–Sí. Estoy ahorita escribiendo un libro de ensayos. Estoy recopilando una serie de ensayos que están sueltos. Estoy haciendo una revisión de lo que he publicado, es muy numeroso.
–Los reencontraste.
–Tengo todos. Los estamos pasando en limpio. Ya tengo 100 páginas para el libro, que es una autobiografía literaria. ¿Qué relación tengo con ciertos textos? Por ejemplo, cuando hablo de W.G. Sebald, ¿qué relación tengo?, ¿qué casualidades me han ido permitiendo conocer a W.G. Sebald poco a poco? Es decir, no sólo analizando a Sebald, sino trabajando lo que a él le interesa: las coincidencias. ¿Cómo han ido surgiendo nuevos libros y nociones sobre Sebald? Las nuevas nociones me permiten introducirme como escritora y como lectora y admiradora de Sebald.
–Sebald no es un autor sencillo. Tiene cosas muy complicadas. A veces uno no sabe si está leyendo una novela, un tratado, un ensayo. Lo mismo pasa con otros autores que mencionaste ahorita. Tienes libros que vienen con bibliografía al final, decenas y decenas de autores y sé que lees novelas policiaca. Tú lees de todo.
–He leído todo: novela rosa, novela policiaca, novela de folletín. Todo me interesa: Los tres mosqueteros, Los misterios de París. Me interesé en la novela policiaca después de El séptimo círculo. Leí muchísimos autores ingleses de los años cuarenta, cincuenta. A Agatha Christie la leo constantemente. Vuelvo a ella y he escrito mucho sobre ella. Todos los géneros son muy importantes.
–Hablaste de los premios y de cómo la industria editorial basa su éxito. Tú has ganado muchos premios por obra publicada, por la trayectoria. ¿Hay una diferencia entre estos y los que se entregan después de una convocatoria?
–Hay una cosa bastante sospechosa con los premios. Muchos de los premios están muy trabajados desde la editorial, premios que tienen que ver con lo comercial muchas veces. No necesariamente los que han ganado esos premios son malos escritores, pero hay una confabulación muy particular para producir cierto tipo de escritura.
–Ni siquiera es que te esperes el premio. Sé que el premio Alfonso Reyes, el que te otorgan en Monterrey, no era un premio que te esperaras.
–Yo no me esperaba nunca que me iban a dar el premio de la FIL. Para mí fue una de las sorpresas más extraordinarias de mi vida. Estuve postulada varias veces y me acuerdo que un amigo mío, que estaba muy vinculado con la Feria de Guadalajara, me dijo: ‘ni creas que te van a dar un premio, Margo, porque este año se lo van a dar a Magris’. Sí se lo dieron, pero me lo dieron primero a mí. Fue una sorpresa muy grande cuando me llamó Nubia para decirme que acababa de ganar. Cuando gané el premio Manuel Rojas ni siquiera sabía que estaba postulada. Y ahora me llaman para decirme del premio Reyes, también me sorprendió mucho.
–¿Nos recomiendas muchos libros? Ahorita qué estás leyendo?
–Ahorita estoy leyendo muchísimo a Sebald. Estoy leyendo a Peter Nadash. Leo a Herta Müller. Leo literatura mexicana, no tanto como debería. Vuelvo mucho a Elena Garro, a Rulfo, a Nellie Campobello. Me interesa Verónica Gerber Bicecci. Trato de estar al día.
–Antes de que nos conociéramos, yo escuchaba que ‘no se podía aguantar lo que Margo Glantz’. Margo estaba en todos los eventos y se veía fresca y con fuerza. He visto que Margo lee, trabaja, viaja, ¿de dónde sale esa vitalidad?
–Serán genes. ¿No?
–No sé.
–Toda mi vida me he preocupado por miles de cosas. Toda la vida me ha encantado viajar, tener amigos. Mientras pueda, no importa que vaya a cumplir 90 años. Espero que siga yo así hasta los 96. Me dijo el doctor que voy a vivir hasta los 96, que es una sentencia de muerte, pero no importa.
Autor: Jorge Alberto Gudiño Hernández
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