La cultura, el arma contra el statu quo

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El autor portugués Afonso Cruz participará en el conversatorio “Desafíos en Europa: Literatura y política”, que se llevará a cabo este miércoles en el Sala Filbo B.

El hombre sale de tomar un baño y se detiene a observar su rostro en el espejo. Mientras el vapor juguetea sobre la superficie, él intenta develar su imagen así se transfigure cada cinco segundos. Él insiste en encontrarse, pero la vida misma es nítida y a la vez desenfocada. Lucha por encontrar belleza, libertad y esperanza. Cierra los ojos y recuerda las veces que ha transitado terrenos aparentemente ajados para los demás, pero que en su andar han florecido. Los demás ven el tiempo pasar y él ve el tiempo detenerse. Él es poeta.

Afonso Cruz (Figueira a Foz, 1971) es escritor, cineasta, ilustrador, músico y humano. El último calificativo ha hecho que el lente con que observa el mundo esté atento a percibir lo inefable; a salvarlo todo con belleza, con poesía. Ha escrito más de treinta libros y viajado por más de ochenta países. En 2012 La muñeca de Kokoschka, publicado en quince lenguas, recibió el Premio de Literatura de la Unión Europea. En 2013 El pintor debajo del lavaplatos fue distinguido con el sello Cátedra 10 de la Unesco. Por su parte Dónde están los paraguas recibió el Premio Autores al Mejor Libro de Ficción Narrativa otorgado por la Sociedad Portuguesa de Autores, todos ellos publicados en la actualidad por sellos nacionales como Tragaluz y Panamericana Editorial. Su obra tiene un estilo en el que el dolor se sublima y los estereotipos no tienen cabida. Las frases de sus libros son una suerte de guía que convoca a la reflexión, a un acto divino, pero también humano.

Cruz, quien precisa que la ficción, y no el perro, es la mejor amistad del hombre, se encarga de poetizar a los personajes de sus obras, donde el arte no es un medio sino un fin en sí mismo: la libertad. Crear como bastión, como sendero. Husmear entre aquellos pensamientos y sentimientos que, a veces, queremos silenciar. No caminar en línea recta, sino disfrutar de las veces que podamos perder el rumbo. Contemplar el cielo, ver venir la lluvia y regocijarse ante su descenso sobre el rostro; sentir su frigidez aliándose con la tibieza de las lágrimas que también decantan el vapor del agua y de lo que nos recluye.

Entrar en el corazón precipitado de un niño que halla en los libros de su padre memorias y rastros de su alma de la mano de Raskólnikov y Mr. Hyde; Habitar la voz y los trazos de un pintor eslovaco que, huyendo de los nazis, abraza su vocación y deseo auténtico de ser artista sin importar las circunstancias; escenificar el gesto sublime de un poeta mudo que no necesita palabras para que, al igual que los pájaros de los poemas, su espíritu vuele más alto; y refugiarse en las metáforas de un poeta abandonado que logra hacer de sus versos un hogar, que no es solo de paso como todos los demás.

Conversamos con Cruz acerca del rol del arte y la cultura en la sociedad, sobre su obra y su nuevo libro “Vamos a comprar un poeta” (Panamericana, 2019), una historia que acontece en una sociedad consumista y rígida, donde las personas buscan llevar un poco de cultura a sus hogares “comprando” a un artista.

Tal como lo vive la protagonista de “Vamos a comprar un poeta”, que gracias a la compañía de su artista logra agudizar su percepción sobre la belleza, contradiciendo los principios económicos que rigen hoy la sociedad, ¿cree que el arte debe tener un para qué en sí mismo?

El arte tal vez no debe tener algún para qué, porque cuando lo tiene lo pierde, no le gustan las definiciones, pero es más fácil encontrarla sin finalidad ulterior, o sea con un propósito interno, una entelequia. Se parece al amor: puede ser que si amas sin otro objetivo que no sea el amor, ese sea el hecho más grandioso de tu vida; si lo haces para algo que no sea el amor en sí mismo, se llama prostitución.

Leer el mundo con un lente crítico podría llevarnos a ser peligrosos para el sistema. Por eso las ciencias humanas están siendo condicionadas y en muchos países se están cerrando facultades de disciplinas sociales. ¿Por qué cree que el arte o la cultura se convierten en la piedra en el camino del statu quo?

Los autoritarismos tiemblan cuando el pueblo es capaz de pensar, de tener opiniones, porque todo eso amenaza el pensamiento único. Lo que siempre se hace cuando se quiere subyugar a un pueblo es quemar libros, destruir los budas de Bamiyán, destruir las ruinas de Palmira, acabar con todas las diferencias. Pero esos que se prestan a hacerlo no son totalmente ignorantes: ellos saben que la cultura es un arma poderosa. La mayoría de los dirigentes ni siquiera se entera de eso, y simplemente ignoran la cultura, desplazándola.

Legitimar el discurso de lo útil, del costo de las cosas y su beneficio crea abismos y fronteras simbólicas entre los seres humanos. ¿Puede narrarnos un ejemplo específico, en su caso, de cómo ha hecho “sostenible” y viable su vida como artista?

No tengo problema alguno con la utilidad de las cosas o beneficios. Hay cosas que no tienen otra razón de ser: una herramienta, como un martillo, existe por su utilidad, no por su valor intrínseco, y está muy bien así. Mi problema es cuando se hacen confusiones con valor intrínseco y valor ulterior, entre ontología y teleología. Cuando cosificas a las personas, por ejemplo, las haces personas-martillo, personas-tornillo, personas-utensilio, les robas su humanidad y las conviertes en máquinas de trabajo o de hacer dinero. Al revés también pasa: el dinero, por ejemplo, es una herramienta, sirve para comprar algo, pero hay personas que le dan valor en sí mismo. No lo usan, lo tienen simplemente o lo multiplican como se cría ganado, y con eso se vuelven herramientas de sus herramientas.

Una cosa muy diferente es la concepción de la vida que puede tener un ingeniero, un filósofo o un médico. Para un poeta como usted, que podríamos decir es indescifrable en su narrativa, ¿cómo describiría el sentido de la vida?

No creo que haya un sentido universal, sino sentidos particulares. Cada individuo tiene el suyo, de acuerdo con su modo de vida. Incluso la posibilidad, que hace parte de ser libre, de ser simplemente una herramienta. La felicidad es un mecanismo muy complejo y de pronto uno puede ser feliz en medio de una profunda tristeza.

¿Se es poesía o se hace poesía?

Las dos cosas, pero cuando se es poesía, hay una condición más durable, porque es natural. Cuando uno mide dos metros siempre es alto, no tiene que subir a una silla para serlo durante algunos instantes.

“Cuando uno escribe, el texto lo escribe a uno”, lo compartió en un clip de expectativa para la Filbo. ¿Considera que en el escrito el autor devela aquello que es y también lo que quisiera ser y a veces no le es permitido?

Siempre comparé el hecho de haber empezado a escribir con llenar un vaso de agua. Esa agua es la lectura. Un día, el vaso empieza a transbordar. Escribir es como sudar lecturas; bien como otras experiencias, por supuesto, pero las lecturas tienen para un escritor un papel fundamental. O sea, un artista puede ser visto como una persona que comienza a transbordar, y eso resulta de todo la acumulación inmaterial de su vida. Lo que somos se vuelve acto, la potencia se vuelve acto y, claro, es recursivo, porque nuestra praxis siempre logra modificarnos: lo que somos, cuando transbordamos, nos define y cambia nuestro contenido.

Conocer y vivir en más de ochenta países le ha permitido narrar historias en diferentes escenarios y con gran fidelidad. ¿De qué manera esas experiencias han desarrollado el lente de viajero hacia el interior de sí mismo?

Viajar es otra forma de leer, y así como la lectura nos construye también lugares lejanos lo hacen. Sobre todo, la experiencia del viaje, si uno se predispone para tal, nos permite tener nuevos ángulos, nuevas miradas, que abren heridas en nuestras convicciones. Hay una frase que circula por ahí, atribuida a Leonard Cohen, que dice algo como: hay una grieta en todo, es así que entra la luz. Creo que es un parafraseo de Rumi, que decía: “Es por la herida que entra la luz”. Y viajar, así como leer, tiene esa característica maravillosa de abrir heridas, heridas por donde entra la luz.

Los seres humanos somos ambiguos, nos contradecimos y contraponemos a nosotros mismos. Para Afonso, ¿cuál es la coherencia humana?

Para mí, es importante un matrimonio armonioso entre coherencia y contradicción. La coherencia nos da identidad, pero la contradicción nos permite cambiar y desarrollarnos.

Personalmente me cuesta creer en que los libros tienen que estar direccionados a un público específico. Me ha pasado con sus libros, incluso aquellos que tienen un “tinte” infantil y juvenil contemplan un diálogo humano que para mí dista de clasificaciones. A la hora de crear (escribir, ilustrar, animar) usted piensa en un grupo etario en específico:

Normalmente, no. Lo que pasa es que intento expresarme lo mejor que sé. El resultado no está en mis manos. A veces, los niños comprenden, a veces no. A veces los adultos comprenden, a veces no. Como dije antes, intento expresarme lo mejor que sé, sabiendo que hay ideas que llegan a todos y otras que necesitan de un lector con un pasado, con otro tipo de experiencias, subrayando que todo pasa por la madurez de los lectores, que no tiene que ver con su edad, sino con sus capacidades de interpretar un texto. Tener ochenta años no nos garantiza que somos mejores lectores que un niño de ocho. Cuando creo, lo hago en libertad, sin pensar que debo hacer esto o aquello, pues pensarlo es ya matar la libertad.

¿Cómo se imaginaría su propia fábrica de poesía?

Ya existe. Se llama biblioteca.

¿No cree que las millas por recorrer antes de dormir cobran sentido mientras estamos despiertos gracias al arte?

Claro, solo quien está despierto puede recorrer millas. La rutina circular de una vida nos impide salir del lugar donde estamos, nos hace sonámbulos y eso es una definición de cárcel.

Ejercicio enciclopédico

Utopía:  Lugar semejante al horizonte: no importa cuánto nos acercamos, él se queda siempre a la misma distancia.

Contradicción: Es la única característica de la verdad

Poeta: Cualquier persona cuando está allá de la literalidad.

Vuelo:  Como dijo Douglas Adams, es caer y fallar el  suelo

Autor: Camila Melo Parra

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