El 5 de mayo se cumplieron 201 años del nacimiento de uno de los intelectuales más importantes de la historia. En este especial recordamos algunos aspectos en los que Marx estudió la literatura y el lenguaje.
Aunque la literatura no fue el mayor interés de Karl Marx, hay que decir que sin ella no hubiera sido posible la interacción del pensador alemán con el campo de las humanidades que, posteriormente, habría de brindarle todas las herramientas necesarias para constituir su pensamiento y convertirse en uno de los teóricos políticos y económicos más importantes de todos los tiempos.
La tragedia griega, la poesía lírica y las obras de escritores como William Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, Miguel de Cervantes y Honoré de Balzac trazaron el interés de Karl Marx por la literatura. Paul Lafargue, teórico político franco-español, gran compañero y discípulo suyo, brinda uno de los pocos testimonios que hablan del Marx amante de la literatura: “Conocía de memoria obras de Heine y de Goethe, que citaba a menudo en la conversación […] todos los años leía en el original griego a Esquilo; reverenciaba a este y a Shakespeare como los dos más grandes genios dramáticos que haya producido la humanidad […] Dante y Burns se encontraban entre sus poetas predilectos […] Colocaba por encima de todos los novelistas a Cervantes y a Balzac. Don Quijote era, para él, la épica de la caballería agonizante, cuyas virtudes se tornaron hábitos ridículos y grotescos en el mundo burgués naciente”.
Su paso por la Universidad de Humboldt en Berlín fue determinante en el interés de sus ideas y de sus inquietudes por la humanidad y su funcionamiento. Sus lecturas sobre poesía y su fascinación por la literatura inglesa y de la Antigua Grecia se fueron diluyendo en los textos sobre filosofía y fenomenología del pensador Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Los días transcurrían y sus pasos ya no lo llevaban a los pasillos de literatura donde encontraba libros del realismo francés de Balzac o de la literatura caballeresca que hallaba en Miguel de Cervantes. Fue así como sus estudios de derecho y su fascinación por la filosofía hegeliana le cambiaron el rumbo a él y al pensamiento político de la humanidad.
Un rastro de aquel cambio y una muestra del evidente don del lenguaje y la prosa en Marx es la Carta al padre, escrita en 1837. Allí se lee un Marx circunspecto, aturdido, por un lado, por la incapacidad de continuar con el camino literario y dejar que sus primeras narraciones fueran extraviadas por el viento de invierno; por otro lado, decidido a aceptar esas ráfagas de aire para impulsar sus lecturas hacia la filosofía, el derecho y la política sin desvincular del todo el conocimiento adquirido por la literatura.
Es posible rastrear en diversos textos como cartas, tratados o ensayos, algunos de los postulados que compartió con Friedrich Engels sobre el arte y las letras y su influencia en los procesos históricos y culturales que configuraban la conciencia, el lenguaje y la organización de la sociedad. Si bien existen numerosos estudios que abordan la literatura desde una perspectiva marxista, existen dos libros que se destacan entre la mayoría y que hacen factible esa cercanía de las teorías marxistas con la literatura: Marxismo y crítica literaria (1976), del crítico británico Terry Eagleton, y Marxismo y literatura (1997), del intelectual galés Raymond Williams.
En el primero, el autor se encarga de recorrer toda la crítica marxista referente a la literatura partiendo de algunos comentarios del mismo Marx y de Friedrich Engels, pasando por comentaristas y demás pensadores fieles a la ideología marxista. En el texto se señalan temas como la base y la superestructura que parten de los modos de producción material (base) y de los modos de producción ideológica (superestructura) de los estudios sobre economía de los pensadores alemanes, donde se atraviesa el estudio de la obra literaria en conjunto, es decir, partiendo de su significado, su forma y su narrativa, de manera que allí se explique cómo se configura dentro de un proceso histórico. También es posible encontrar la manera en que gran parte de la crítica marxista apoya el formalismo en el lenguaje, pues según Eagleton, la retórica y el estilo de la narrativa determinan la forma y por ende la ideología representada en la obra literaria.
Lo importante es resaltar que la ideología no representa específicamente que la obra esté comprometida con la política. Todo lo contrario, tanto para Engels como para Marx, e inclusive para pensadores posteriores como Lenin y Trotsky, el arte y la literatura no debían asociarse de manera directa al discurso político, debido a que las novelas no están propiamente escritas o influenciadas por la ideología del escritor, ya que una obra de un escritor de clase burgués puede ser utilizada con fines revolucionarios. De allí que no se considere la literatura como un reflejo de la sociedad sino como un elemento que la refracta y la vuelve cambiante, dependiendo de sus procesos sociales. Así, La comedia humana, de Balzac, sirve como ilustración de lo anterior, teniendo en cuenta que esta obra contrapone la hegemonía burguesa y se instala en un momento crítico de la historia de Francia, como lo fueron los años posteriores a la Revolución.
Ya en el texto de Williams hallamos un trabajo más encaminado hacia la construcción de una teoría literaria que adquiera un fuerte carácter marxista en su base. A través de un método hermenéutico, el autor define los conceptos de cultura, ideología, lenguaje y literatura, de manera que estos aclaren el marco conceptual del texto y guíen al lector hacia la teoría cultural, donde se van a tratar temas como la determinación marxista, la hegemonía de clases, las fuerzas productivas, la dominación, lo emergente y lo residual, la consciencia, las estructuras y, de nuevo, el debate sobre la base determinante y la superestructura determinada. Sobre esto último es con lo que Williams da origen a su teoría cultural, afirmando así que el problema no debe centrarse en el estudio de esta analogía que adquiere el carácter organizativo de la economía, sino que debe hacerse hincapié en las dinámicas y en los cambios de los procesos históricos y culturales. De esa manera, Williams crea un pensamiento procesual donde convierte los conceptos trabajados por el marxismo en conceptos consecutivos, llegando, finalmente, a una teoría marxista del lenguaje, logrando así que se reafirme, tal como lo hicieron Marx y Engels en La ideología alemana (1845), al lenguaje como “la conciencia práctica” que permite y genera el intercambio con otros seres humanos.
Autor: Andrés Osorio Guillot