Todo lo que somos juntos, de Alice Kellen – Reseña

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Han pasado tres años desde la última vez que se vieron. Ahora, Leah está a punto de cumplir su sueño de exponer en una galería.
Y, pese al pasado, Axel necesita formar parte de un momento como ese.
Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Leah tiene que tomar decisiones que pueden cambiarlo todo, porque, a pesar de lo que ocurrió, los recuerdos de toda su vida siguen ahí; intactos, bonitos, únicos. Colándose en cada grieta que aún no ha cerrado.

Porque él sigue siendo el chico que aún no ha olvidado.
Porque es el mar, noches estrelladas y vinilos de los Beatles.
Porque a veces basta un «deja que ocurra» para tenerlo todo.

Tras el final de Todo lo que nunca fuimos —cuya reseña podéis leer aquí—, llega su segunda y esperadísima conclusión a esta historia donde la magia llega en forma de palabras. Alice Kellen tiene un don especial para regalarnos sentimientos en estado puro en cada una de las páginas que escribe, en esta novela vuelve a superarse.

¿Cuántos latidos hacen falta para reconocer a una persona? En mi caso, fueron necesarios seis. Dos en los que estuve paralizada, ese instante en el que el mundo parece quedarse en completo silencio de repente. Otros tres para decidirme a darme la vuelta, porque me daba terror hacerlo. Y uno…, solo uno para tropezarme con esos ojos azules que iban a perseguirme toda la vida.

Cuidado, si no habéis leído la primera parte de esta bilogía os recomiendo que salgáis de este artículo, pues habrá spoilers a tutiplén.

Esta continuación nos sitúa tres años después del final de Todo lo que nunca fuimos. Leah está a punto de terminar su carrera en la universidad de Brisbane y se ha agarrado a la pintura como si de un salvavidas se tratase. Tiene amigos, tiene algo parecido a un novio y podría decirse que al fin ha alcanzado esa paz que tanto necesitaba, esa estabilidad que se esfumó en el momento en el que perdió a sus padres. Sin embargo, se siente incompleta. El amargo adiós que tuvo con Axel dejó una herida que no ha terminado de cicatrizar y por más que se empeñe sus pensamientos siempre llegan a él.

Alex, por otro lado, se deja llevar por el paso de los días. No deja de arrepentirse por haber dejado a Leah marcharse, por haberla sacado de su vida. Ahora trabaja en una galería de arte y esa será la excusa perfecta para provocar que sus caminos vuelvan a unirse, pues cuando asiste a la primera exposición donde se encuentran las pinturas de Leah y la ve, sabe que jamás volverá a alejarse de ella.

Los personajes recorrerán un camino tras haber sufrido, madurado y extrañado esa burbuja en la que se escondieron durante unos meses y en la cual rozaron la felicidad. Hace mucho tiempo que no se ven, que no saben nada el otro del otro, sin embargo, algo los mantiene conectados. Ese hilo invisible que los mantiene unidos contra viento y marea es el amor, pero un amor que la autora nos refleja con una calidad de sentimientos que te araña el corazón.

[…] porque Axel ya no era nada mío y tenía que aprender a vivir con ello sin que cada situación despertase sensaciones dormidas.

Los personajes vuelven a estar perfectamente pincelados. Con apenas unas frases podemos identificar quién es cada uno de ellos, son únicos y su caracterización es real, humana. Admito que Axel en algunas ocasiones me parece un chico que filtra bien poco, pero eso es justamente lo que hace que destaque entre una prosa tan cuidada, delicada y dulce.

Hablando de su prosa, es adictiva, pero lo mejor es que sientes que estás saboreando una de las piruletas de Leah mientras paseas por sus páginas. Es alucinante la capacidad que tiene Alice Kellen para elegir las palabras adecuadas y dejarnos frases memorables. Los personajes sienten, sienten de verdad y son capaces de traspasar las páginas.

La ambientación se abre ante nuestros ojos con sencillez, sin necesidad de elaboradas descripciones, pero haciéndonos vivir la historia en primera persona. Recorreremos espacios de en sueño y nos enamoraremos junto a los protagonistas de algunos escenarios que me encantaría ir a visitar mañana mismo.

Y entonces, por primera vez después de todos aquellos años, me puse de puntillas y tiré del extremo de su chaqueta para que se acercase a mí y pudiese besarlo. Fue un beso bonito, sin rabia ni dolor. Fue uno de esos besos que solo reflejan el presente, sin promesas futuras ni rencores pasados. Un beso que me hizo desear y reír a la vez.

Sé que no he sido muy concreta en esta reseña, pero no quiero desvelaros nada. Esta historia está diseñada para hacernos sentir, creer. Para valorar lo que tenemos. Para dejar ir lo que ya no está con nosotros. Y, sobre todo, para conocernos a nosotros mismos y atrevernos a dar el salto cuando al otro lado se encuentran nuestros sueños.

Ver más en: https://entremetaforas.es/todo-lo-que-somos-juntos-de-alice-kellen-resena/

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