La Biblioteca Nacional de España expondrá a partir del 5 de junio, y durante dos semanas, el valioso códice, que recibió en 1960 de la Fundación Juan March
Es una de las joyas más preciadas de su colección, un pedazo de historia hecho papel, una leyenda palpable, el testimonio de un tiempo donde la épica (la gesta) era actualidad y no ficción. La Biblioteca Nacional de España (BNE) guarda desde hace mucho –diciembre de 1960, cuando se lo donó la Fundación Juan March, que lo había comprado por diez millones de las añejas pesetas– el celebérrimo códice del Cantar del Mío Cid, uno de esos textos nacidos al calor del espíritu popular medieval, y que ahora se exhibe al público por primera vez, rescatando, así, una muy pequeña parte de su sentido primigenio. Lo hará en el marco de la muestra «Dos españoles en la historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal», que permanecerá abierta desde el 5 de junio hasta el 22 de septiembre.
¿Qué verán los visitantes? El objeto es frágil, y lo material no nos dice mucho en este caso. Dámaso Alonso lo describía en ABC como «setenta y cuatro hojas de un pergamino grueso y desigual», y lamentaba el mal estado de algunas de ellas, llenas de manchas oscuras por el abuso de los reactivos que los eruditos utilizaban para avivar los pasajes menos legibles. Claro, entonces no tenían otra forma de escudriñar las complicadas y envejecidas grafías. Hoy, por suerte, tenemos la imagen digital del códice, que puede ampliarse y toquetearse todo lo que se quiera.
Desde la ilustre institución confirman la fragilidad del papel y la tinta, aunque subrayan que su salud no ha empeorado desde 1960. De tan delicada que es (o está), esta reliquia, fechable para algunos expertos en 1207, solo se mostrará durante las dos primeras semanas de la exposición. A partir de entonces se sustituirá por un facsímil y el original volverá a su cámara acorazada, con el resto de tesoros de la BNE. ¿El motivo? Que esas dos semanas es el tiempo que los especialistas pueden asegurar las condiciones óptimas de temperatura y humedad dentro de la vitrina en la que se mostrará la pieza. Montar esa vitrina, por cierto, ha costado la friolera de «varios meses» de trabajo…
Desde que llegó a la BNE, solo un puñado de afortunados han podido estar cara a cara con el Cantar, en su mayoría investigadores de alto nivel que fueron capaces de demostrar que no les valía la copia digital y que para su estudio tenían que ver sí o sí el original. Ahora bastará con acercarse a la puerta de la Biblioteca, solicitar la entrada –gratuita– de la exposición y acercarse a la antesala del Salón General. Las condiciones de seguridad serán máximas, como cuando sacaron a relucir sus valiosísimos «Códices Madrid I y II» de Leonardo da Vinci. Allí habrá un vigilante pendiente las 24 horas del día.
Más allá de su valor económico, que podría superar por mucho los 2,5 millones de euros, según sostienen varias casas de subastas, el encanto de este tesoro, tal y como firmaba Dámaso, es más bien el del símbolo, el de una reliquia «en la que parece resumirse el impulso de nuestra nacionalidad». Menéndez Pidal, también en ABC, matizaba el carácter «nacional» de la obra. «El “Poema del Cid” no es nacional por el patriotismo que en él se manifieste, sino más bien como retrato del pueblo donde se escribió». ¿Y cómo era este pueblo? «En el Cid se reflejan las más nobles cualidades del pueblo que le hizo su héroe: el amor a la familia, que anima la ejecución de las más altas y absorbentes empresas; la fidelidad inquebrantable; la generosidad magnánima y altanera aun para con el Rey; la intensidad del sentimiento y la leal sobriedad de la expresión», añadía.
«Espíritu democrático»
Todo esto, aseveraba Menéndez Pidal, se resumía muy bien en esa celebérrima cita que ha atravesado los siglos hasta llegar hasta hoy, todavía vibrante con la resaca electoral. «Es hondamente nacional el espíritu democrático encarnado en ese “buen vasallo que no tiene buen señor”», sentenciaba el estudioso, del que celebramos el siglo y medio de su nacimiento.
En la antesala, que sin duda será «La Sala», el Cid estará acompañado por documentos de los años sesenta que reflejarán la relación de la familia Pidal con él. En síntesis, tal y como explican desde la Biblioteca, el espíritu de la exposición, comisariada por Enrique Jerez, se resume en dos puntos: por un lado, «la centralidad de Menéndez Pidal en la cultura española del siglo XX a través de sus “gestas” biográficas e intelectuales» y, por otro, «la imagen proyectada por generaciones de hispani sobre la figura del Campeador, a través de fuentes literarias y artísticas desde la Edad Media a nuestros días».
El Cantar fue el nacimiento de un personaje reescrito hasta la saciedad, y esta exposición «solo» un capítulo más en su azarosa y celebrada vida.
Autor: Bruno Pardo Porto