‘Nox erat’ es la primera obra ilustrada de Adriana Schlittler Kausch, publicada recientemente por la editorial Maclein y Parker.
Adriana Schlittler Kausch (Porto Alegre, 1982) ha publicado Crueldades afines, Vacaciones, junto al compositor Julio de la Rosa, Parches y El péndulo. Su obra aparece en antologías como La vida por delante y en revistas literarias como Obituario, La Galla Ciencia, Diverso o Estación Poesía, esta última dirigida por el poeta Antonio Rivero Taravillo. Ha participado en diversos recitales y festivales de poesía y compagina su hacer literario con distintos proyectos artísticos como sus exposiciones en la La 13, Dada Trouch Gallery, ArtJaen o en Fast Expos, Madrid. La entrevista que a continuación mostramos se realizó el pasado 4 de mayo.
Nox erat parece reflejar la búsqueda de ese supuesto «lugar», de ese «mundo-hogar», «espacio» que nos salva o nos protege. Los poemas responden a esa exploración a través de un constante desubicamiento, un movimiento hacia un no-lugar. ¿Cómo convives entre ambas fuerzas o polos?
Yo padezco una enfermedad, la del regreso, lo que etimológicamente significa «nostalgia» (en griego, νόστος `regreso´ y -αλγία `enfermedad´, `dolor´). Esa nostalgia viene del desarraigo y del sentimiento de no formar parte de nada, es una constante sensación de soledad. Siempre estoy buscando un sitio donde anclarme, un nido. Ahora busco una casa en el campo porque creo que puedo encontrar ese arraigo en la naturaleza, en cambio, nunca sentí que formase parte de Brasil y aquí, en Sevilla, tampoco termino de encontrarme. Sé que lo hago mal, el arraigo no está en la persona sino en mí misma. Es eso, algo que me tira, una constante búsqueda frente la huida, pues a ningún espacio pertenezco.
Ese desarraigo que comentas tiene que ver con el sentimiento de soledad, ¿no? Nox erat plasma la minuciosa disección de este estado (pasando por el frío, el dolor, la herida y el grito). Pero ¿qué es la soledad? Escribir exige intimidad, pero ¿se escribe para no estar sola? ¿Cómo lo conjugas?
Claro, es curioso porque cuando una empieza a escribir refleja ese desbordamiento; escribes muchos versos, sensaciones, pensamientos, emociones, etc. Luego viene la etapa de reflexionar la escritura, «¿por qué escribo?». Yo estoy en ese punto ahora mismo. Aquello de «la poesía como terapia», esa frase tan manida creo que no me encaja, pues cuando escribo me encuentro conmigo misma, con mis propios miedos y con mis propias limitaciones creativas. Es decir, quiero escribir para no sentirme sola, quiero sacar todo como una especie de parto, pero luego me doy cuenta de que como escritora estoy a años luz de lo que quiero escribir y es cuando siento también el desarraigo en la propia escritura. La cuestión es siempre decir algo. Necesito maneras de expresarme no solamente con la escritura sino con el dibujo, la fotografía, me voy por las calles buscando grietas y las traspaso al papel… Una siempre tiene algo que decir.
De hecho, esta edición de Maclein y Parker se escapa de lo que viene a ser un formato convencional, pues es un libro-objeto en el que también te leemos desde otras facetas artísticas, como la de la fotografía y la pintura. He podido notar que en la mayoría de estas imágenes destaca el color negro (como las fotografías de la sección de «Frío», las de «Nadie» o «Grito»). Ese halo oscuro y tenebroso también está muy presente en los poemas, ¿por qué es tan significativa la oscuridad en Nox erat?
Yo también me lo pregunto: «¿Por qué me siento tan a gusto en lo oscuro?» La gente me ve como luz, me dicen «tú eres pura luz», pero cuando la busco me siento desprotegida y en la oscuridad siempre me amparo. Es difícil, Nox erat es uno de mis trabajos donde más desnudo mi dolor y todas aquellas cosas que me hieren. Al final, este proceso me hace sentirme bien. De hecho, yo tengo otras fotografías en una cuenta de Instagram donde aparezco de «niña mona» y todo ello tiene que ver con la luz. Pero al final es algo superficial, juego con mi cuerpo, pero al fin y al cabo es jugar, parecer radiante ante los demás. En cambio, en Nox erat trabajo la fotografía más oscura, luz y oscuridad… Parece esto Juegos de Tronos… [risas].
¿Has visto el último capítulo, no?
Sí, sí, claro, no se veía nada, era todo oscuro. Yo me siento identificada con el Rey de la Noche, sería el Rey de la Noche en Nox erat.
Está guay, sí, a mí me gusta la bruja, Melisandre, porque tiene el collar de la juventud eterna.
Es otro de los grandes temas, la búsqueda de la juventud…
Yo me lo agenciaría.
Y yo [risas].
También he visto que Nox erat tiene que ver el cuerpo, el cuerpo que recuerda la experiencia pasada, la herida. Háblanos un poco de esto.
Hace dos o tres años, durante tres meses, creía que tenía una enfermedad terminal. Me levantaba creyendo que tenía un tipo de cáncer distinto. Iba constantemente al médico a hacerme pruebas de todo tipo, fui al gastroenterólogo, dermatólogo, ginecólogo, me hicieron resonancias… Iba tanto por la seguridad social como por lo privado. Finalmente visité a un psiquiatra quien me diagnosticó un trastorno obsesivo compulsivo. Me fui dando cuenta que todo tenía que ver con una desazón interior, una mala gestión de las emociones, y que había desembocado en mi creencia de que yo tenía una enfermedad. Con todo el material que recopilé de las pruebas médicas hice una exposición en una galería en Huelva y Jaén.
¿Cómo se llama la exposición?
Se llama My crazy nature. En ella había espacios donde salían mis radiografías, percheros con mis resultados médicos, etc. Fue una actividad interesante. Al mismo tiempo iba escribiendo y de esa exposición sale la herida del cuerpo que se ve reflejado más adelante en Nox erat.
¿Puedes comentarnos un poco el verso «convoco a mis muertos para que puedan acunarme»?
Mis muertos es todo mi origen, ¿mi origen cuál es? Yo provengo de inmigrantes alemanes que se han trasladado a Brasil, por lo tanto, mis generaciones han padecido el desarraigo.
Aparte de esa búsqueda del origen, hay mucha conciencia del vacío, el silencio, ¿es la nada el olvido?
Ojalá, ojalá llegara esa nada. Más que el olvido es la búsqueda del silencio, la luz, buscar el relax. Me encantaría no tener que pensar, no tener que leer y no tener que escribir, me encantaría ser feliz sin necesitar absolutamente nada, pero bueno, una sufre esta enfermedad de la literatura, que es eterna.
El título proviene de uno de los versos de la Eneida que citas al inicio del libro («Nox erat et placidum carpebant fessa soporem corpora per terras […]»). ¿Por qué Dido? ¿Hay un punto de conexión con el lamento de Dido y con el que leemos en Nox erat?
Efectivamente. La búsqueda del título del libro fue lo último. En un principio el título del libro era «Hielo», pero era un nombre que le puse solo para nombrarlo mientras lo escribía. Pero después busqué en la Eneida, en el libro cuarto. Yo siempre lo he dicho, «yo soy muy Dido», y es un personaje con el que me siento perfectamente identificada. Esos versos en los que Dido se tira del cabello cuando va a sufrir el abandono o cuando expira y se libera del dolor reflejan todo lo que yo quería decir.
¿Referentes?
Por supuesto, poesía, mucha poesía femenina. A Alejandra Pizarnik la releí para el ejercicio de contención que trabajo en este libro. Mi poeta predilecta es María Victoria Atencia, también Olvido García Valdés. Es importante Ada Salas, Anne Carson, de hecho, Anne Carson tiene un libro que se llama Nox. Hugo Mujica, Antonio Gamoneda, Charles Simic y Mark Strand también me gustan mucho, así como el teatro grecolatino y las películas de Resnais y de José Luis Guerin.
Por último, y una pregunta que me interesa mucho y que he visto que también te preocupa, ¿existe entonces un (ese, el) lugar?
Tengo dos respuestas. Más que el lugar, como decía Kavafis, creo que existe la búsqueda, el lugar nunca va a existir. Y por decirte un lugar concreto, ya que aparece en el libro una pluma, es un lugar al que voy mucho últimamente. Esto tiene que ver porque, por circunstancias, estoy más metida en el mundo de los pájaros. Me voy con amigos a anillarlos, a observarlos con prismáticos, a aprender a distinguirlos… Para mí el lugar ahora mismo es ese momento, cuando voy a Doñana y me relaciono con la naturaleza.
Por lo tanto, el lugar sería la salida de esa búsqueda.
Exacto. El lugar es no buscar el lugar y es eso, es salirse de una y observar el mundo.
Autor: Dafne Benjumea
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