Compartimos el prefacio de La lengua universal, un libro del periodista argentino Juan Cuz Revello, publicado por Gourmet Musical Ediciones (2019). Un libro que recoge diferentes testimonios sobre la mítica banda estadounidense: desde las anotaciones del diseñador de la lengua más famosa del mundo, John Pasce, hasta las anécdotas de fans que nunca pudieron verlos por razones geopolíticas u otros con más de quinientos conciertos a sus espaldas.
Juan Cruz Revello nació en Junín en 1977. A los 18 años se mudó a Rosario para estudiar Comunicación Social. Desde hace veinte años se dedica exclusivamente al periodismo en diferentes medios de la ciudad (radiales, gráficos y televisivos) siendo su principal interés, especialización (y pasión), la música. En radio se inició en la emisora comunitaria Aire Libre, pasó doce años en la Rock & Pop local, tres en Metro Rosario, cuatro años y medio en Radio Nacional y luego en Vorterix Rosario. En gráfica colaboró en medios nacionales (Clarín, Rumbos), internacionales (Vice) y, en Rosario, publicó textos en rosariorock.com, en el diario La Capital y en la revista digital Rapto. Es productor en dos progr amas de televisión en 5rtv –Televisión Pública Santafesina–. En su carrera profesional ha participado como jurado de diversos concursos musicales y ejerce la docencia en la cátedra de Historia en la Escuela de Rock. Tiene dos libros de ficción editados: «La canción justa» y «¿Quién no pensó en matarse alguna vez?».
En el safari por el cemento desde los molinetes hasta la zona de concierto, fui indiscriminadamente amenazado por heroinómanos enfermos, drogotas elegantes, toxicómanos adolescentes, niñatos gordos de barrios residenciales, hombres maduros vestidos con traje, chavalas con zapatos de plataforma, y supongo, individuos como yo, a quienes los Stones dejaron de gustar hace unos años y que iban porque les habían regalado las entradas o se las habían procurado de algún modo y ahora se preguntaban por qué no estaban en otra parte […]
Normalmente en los conciertos de rock suele darse cierta homogeneidad característica: todos los fans de David Bowie se le parecen y se comportan como él, todos los fans de Brian Ferry se le parecen y se comportan como él, etc. Pero todo el mundo es fan de los Stones.
Martin Amis, sobre un show de los Stones en Earls Court (New Statesman, 1976). Citado en Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones
Prefacio. Aún en vivo
El barrio Foetra es un complejo de edificios de Junín, provincia de Buenos Aires, que se encuentra en la zona norte de la ciudad, separado del centro por las vías del tren. A finales de la década del ochenta, mis padres obtuvieron un préstamo del Banco Hipotecario –imposible de pagar– y nos fuimos a vivir ahí. Son nueve torres, compuestas en un primer grupo de tres edificios, luego otro de cuatro. Un gran espacio abierto con potreros y cemento donde jugar al fútbol y estacionar los autos, y al fondo el último grupo de dos edificios. Nosotros vivíamos en la torre 5. Debajo de ese mismo edificio fue que escuché por primera vez a los Rolling Stones. En formato cassette, Tattoo You, y como no podía ser de otra manera, la primera canción que recuerdo es Neighbours (Vecinos). De todos modos, lo que más me impactó en ese momento fue la tapa. Aún en cassette, esos colores rojos, negros y verdes, y esa cara mapeada me dejó tieso. Verónica y Gustavo Díaz, los hermanos que vivían en el último piso, el octavo, eran fans y tenían muchísimo material.
Salió Tatuado y entró Aún en vivo. Sí, ja, en la primera mitad de la década del ochenta tuvieron que sacar un disco que anunciaba que todavía tocaban en vivo, vanagloriándose de la cantidad de años en la ruta. Eso fue hace casi cuarenta años. El álbum arranca con Under My Thumb. Y después, Let’s Spend the Night Together. Y listo, fue suficiente, no necesité nada más que eso. El resto es tanto, pero tanto, que ya poco importa. Recuerdo claramente el anuncio de la llegada de los Stones a Argentina y cómo nos preparamos para viajar desde Junín a Retiro en tren. Sin embargo, más que recordar prefiero disfrutar que mientras escribo esto, con cuarenta años recién cumplidos, ellos todavía están en plenitud, tanto en los shows brindados como en asistencia de público; y el salto de las primeras escuchas a la actualidad es automático.
La plaza Real de Barcelona, surcando la tardecita, aguarda la llegada de visitantes a los bares que la custodian. El Sidecar es uno de esos escondrijos que transpiran rock, y esta noche se llenará de fans de los Stones de todo el mundo. Este anfitrión de la pasión stone en Barcelona se llama Jordi Güell y ocupa una de las primeras mesas mientras espera la llegada de la inmensidad. En apenas dos horas tocarán las bandas Canal 69 y Dirty Strangers, como antesala de una fiesta de recibimiento a quienes viajan por todo el mundo y asistirán al concierto de sus majestades al día siguiente en el fabuloso Estadio Olímpico. Cerca del horario pautado para el comienzo de la celebración, en la puerta del bar encuentro a Gustavo Gil, de Argentina, con quien parece que tenemos un imán: me lo crucé en Estados Unidos, en Uruguay, en Cuba y ahora en Barcelona. Lo noto emocionado de poder viajar con su familia luego de jubilarse como piloto de avión, y sobre todo cuando le pregunto cuántas veces los vio en vivo y comienza a recordar: New York, Orlando, New Jersey, todas las de Argentina, Montevideo, Cuba, Ámsterdam… y sigue enumerando hasta las primeras lágrimas. Se suma Daniel Saavedra a la charla, y luego Richard Fox de Nueva Zelanda y así, en unos minutos, la plaza y el bar se llenan de lenguas. Post show, Jesús, dueño de la inevitable disquería local Revolver Records, toma el mando de las bandejas y da rienda suelta a lo mejor del rock and roll mundial. Al otro día en las inmediaciones del estadio, un fan catalán me explica (y coincido) que Ariel Rot es el guitarrista argentino que mejor entendió el estilo Richards para tocar rock and roll. Una vez dentro, se reparten globos abogando por la democracia de Catalunya.
Unos días después, en la puerta del pub The Water Hole de Ámsterdam, donde toca The IORR Band, compuesta por músicos de Noruega, Italia, Alemania, Estados Unidos, Holanda y Francia que rinden homenaje a las canciones de los Rolling Stones, desde lejos siento un grito en spanglish “mi amigou de Argentina” cuando me cruzo a Kevin de New York, quien años atrás fue entrevistado para este libro. En el mismo lugar lo veo llegar a Marcelo Sonaglioni, que venía de viajar veinticinco horas en bus desde Barcelona. Marcelo, ya a mediados de los ochenta, se había subscripto a Beggars Banquet –el fanzine estadounidense que dirigía Bill German–, que había sido promocionado en el disco Undercover, y era uno de los pocos suscriptores de Sudamérica, y el único de Argentina (según Bill German, quien lo editaba). En parte, así comenzó a relacionarse con muchos fans, y con algunos de ellos todavía comparten giras. Me presenta a Luc van der Hoeven y a Ria Michiels, una pareja belga de un pueblo cercano a Bruselas, en el cual el argentino se alojó bastantes días. Porque es así, como una familia. Marcelo conoció a Luc y a su amigo Sjaak Jorritsma, un coleccionista holandés histórico y que también estuvo en algunos shows del No Filter Tour, en la gira de Voodoo Lounge de 1994, en Oakland. Con Luc mantuvieron contacto permanente, de hecho se mandaban cartas antes de que existiera internet.
Al día siguiente, en el metro que va desde la estación central al estadio Amsterdam Arena donde los Stones dieron el concierto del día 30 de septiembre, en el mismo vagón al que subo viajan Linda y Kariem de Inglaterra, que se sorprenden al encontrarme en ese lugar y me consultan cómo va el libro. Antes de separarnos me dicen “nos vemos en el Ronnie side” –así se refieren los fans a la ubicación en el estadio en relación con la de los músicos: Ronnie side o Keith side, según sea izquierda o derecha del escenario– y a lo lejos me nombran al 40×5, el bar homenaje a los Stones en Villa Devoto, Buenos Aires, donde nos citamos y encontramos por primera vez.
Hablando del 40×5: desde We Love You, el club de fans que nace en el bar aprovechó la gira e hicieron un tour stone por todo Londres que terminó con algo insólito: en la casa donde vivió Keith Richards, justo cuando fueron a visitarla, estaban rematando todos los objetos que allí quedaban del mismísimo Keef. Hicieron una vaquita y por 170 libras se llevaron la guitarra firmada por Richards que él mismo les obsequió a los actuales ocupantes del inmueble cuando los visitó mientras escribía Life, su autobiografía. La guitarra fue sorteada entre las personas del tour y se la ganó Edith Mabel López. Viajó bien agarrada de su mano, desde Dartford –Londres– a Lomas de Zamora –Buenos Aires–. Pero allí solo hizo una escala que duró algunos días. Estuvo con su familia y se sacaron varias fotos con el instrumento y en cada uno de esos retratos se puede vislumbrar el asombro y la emoción de tener un pedazo de la historia del rock and roll en la mano. Seguramente la decisión ya estaba tomada, pero luego de algunos días de posesión individual, fue donada al bar. Mabel confiesa que justamente Keith Richards es su preferido: “la doné por todo lo que nos brindó Juan –organizador del tour– y porque gracias a él que pude entrar a la habitación de Keith. Eso para mí fue impagable y yo sin los medios de que dispone Juan no lo hubiera logrado nunca. Y además, ¿qué ganaba yo teniendo la guitarra en el living de mi casa? Pienso que en el bar de Juan se va a lucir y además él se la re merece”. Ahora la guitarra está expuesta abiertamente al público, y la puede ver un montón de gente que no tiene la posibilidad de viajar y ver un instrumento de Richards en algún museo, muestra, Hard Rock Café o lo que sea. Una actitud teñida de monumental cariño, un acto de amor entre fans en un submundo en donde a veces también, como en todas las familias, existe la exposición exagerada, el desfile de vanidades o la competencia de posesiones.
Las piedras no paran de rodar, y cada año de actividad que pasa, se concentra aún más el sentimiento mundial. Casi todas las personas del universo que están ligadas al espectáculo musical tienen un vínculo emocional con los Stones. El reconocimiento de esa pasión deriva en este libro que tuve la necesidad de escribir. La realidad es esa. Hacerlo fue una necesidad.
Leer más en: https://www.escaramuza.com.uy/arte/musica/item/lee-un-fragmento-de-la-lengua-universal.html