Tiene una colección de cerca de 21.000 obras, pero tan solo un 5% de ellas están expuestas. El resto se guardan en los almacenes
El Museo Reina Sofia tiene una colección de cerca de 21.000 obras, pero tan solo un 5% de ellas, 1.050, están expuestas. Inaugurado en 1992, el Reina Sofía se ha convertido en el museo de arte más visitado en España, por encima del Prado, y el decimoprimero a nivel mundial, consiguiendo superar al prestigioso MoMA. Sus más de 8.700 metros cuadrados albergan obras de reconocidos artistas como Dalí, Miró y Picasso, entre otros. Una gran pinacoteca que, más allá de las salas de sus edificios, Sabatini y Nouvel, guarda bajo el suelo un tesoro de millones de euros inaccesible para el público. Se trata de los almacenes del museo, donde bajo grandes medidas de seguridad, descansan en las mejores condiciones posibles de conservación grandes obras contemporáneas.
Antes de descender al sótano, subimos a lo más alto del museo, a una especie de ático abuhardillado que cuenta con dos plantas y donde trabaja el equipo de restauración. Sobre la mesa descansa un Picasso, carteles políticos propagandísticos del PSOE de los años 60 y un Lichtenstein, entre otras obras. Todos ellos han pasado o van a pasar por las expertas manos del equipo de restauradores del Reina Sofia, bajo la atenta mirada de su jefe, Jorge García Gómez-Tejedor, que nos recibe con una cálida sonrisa y un apretón de manos.
Con tono relajado, nos asegura que nunca han tenido ningún problema con algún artista al restaurar una de sus obras, a pesar de que a veces los materiales empleados son más complejos de lo habitual, como semillas o arena –me vienen a la mente algunas obras del catalán Antoni Tàpies–.
La colección inicial del Reina Sofía se conformó con fondos de diversa procedencia, entre ellos, los del desaparecido Museo Español de Arte contemporáneo y la colección de arte del siglo XX del Museo Nacional del Prado, que contaba con el importante conjunto de obras de Pablo Picasso relacionadas con el Guernica. Ahora, los fondos de este museo abarcan obras realizadas entre finales del siglo XIX y la actualidad.
Tras cruzar varias salas del museo, puertas inaccesible para los visitantes y descender más de cuatro plantas, nos adentramos en las cámaras donde se guarda el tesoro del museo. Un guarda de seguridad custodia cada puerta de entrada a los diferentes almacenes, y es que el Reina Sofía cuenta con un almacén para las obras de papel, como grabados, y otro más grande diseñado para acoger la obra pictórica, que se guarda en parrillas dentro de grandes armarios que absorben las vibraciones. Estas salas cuentan con un sistema de climatización más cerrado que en las zonas a las que accede el público y con un mayor filtrado, lo que hace que haya un aire más puro y que no se contaminen las obras.
Una pequeña caja negra descansa sobre la mesa. Jorge se pone los guantes y la abre con delicadeza. «¡Vaya!» dice, «son dibujos de Picasso». Una caja llena de pequeños grabados del artista que Jorge coge con suma delicadeza. «El objetivo primordial de los almacenes es guardar las obras en las mejores condiciones, que estén a salvo, con las mejores condiciones de seguridad posibles y que sean accesibles», asegura.
Las obras se guardan en soportes fabricados con materiales de PH neutro, que neutraliza las acciones adversas que puedan tener las sustancias originales de la obra y ayudan a estabilizar las condiciones del soporte. La conservación de las obras es fundamental, y a ello ayuda mantenerlas en oscuridad absoluta y con una temperatura adecuada. Además, están identificadas con un código de barras que permite a los investigadores acceder a ellas fácilmente.
El Reina Sofía también dispone de un almacén de tránsito, donde descansan temporalmente las obras que van a salir cedidas a otras instituciones artísticas o que llegan de otros museos. Cada vez que una obra se mueve, todo su recorrido queda marcado en el archivo digital.
De todas las obras que se guardan en estos sótanos, muchas salen para formar parte de exposiciones temporales del Reina Sofia y de otros museos, pero, dentro de la inmensa colección que guarda el museo madrileño, hay algunas obras que nunca han sido expuestas.
Mientras empuja una de las parrillas y el Miró que cuelga de ella se vuelve a sumergir en la oscuridad, Jorge nos cuenta que en los almacenes hay una fotografía tan antigua que se guarda en completa oscuridad y no se expone –solo una réplica– porque apenas le quedan segundos de luz.
Subimos en ascensor hasta la zona de carga, donde llegan los camiones que transportan las obras. Abandonamos ese otro museo paralelo subterráneo, al que pocas personas tienen la suerte de acceder y que guarda cerca de 20.000 obras de grandes maestros de arte contemporáneo.
Autor: Rodrigo Isasi Arce
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