La ‘geometría poética’ de Luis Caruncho

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El Centro Conde Duque expone una antológica del artista que fue, además, su primer director

Luis Caruncho no se bautizó como artista hasta cumplidos los 40 años pero si parecía que las urgencias no iban con él, luego ya no paró. De sus diferentes estilos artísticos, pero con el cubismo como eje central, da buena cuenta la exposición del Centro Cultural Conde Duque Caruncho, postcubismo y atracción geométrica, que se puede visitar hasta el 13 de octubre. Del Conde Duque fue Luis Caruncho (1929 La Coruña-2016, Madrid) su primer director, donde participó como gestor y programador cultural durante más de 11 años.

Fue su amigo el poeta y crítico de arte José Hierro quien bautizó la obra de Caruncho como «geometría poética» su acercamiento a las vanguardias, que arrancó con sus viajes por Europa, pero también su cercanía a la obra de Vázquez Díaz y José Caballero. «A Caruncho le atraían la geometría, la abstracción, las formas, pero su obra no es fría ni hermética, siempre late algo cálido, visible en la manera de aplicar el color, en la forma sutil de entrelazar los planos, en la elección de los elementos y colores, en los matices…», dice a este periódico el comisario de la muestra y uno de los críticos de arte que mejor conoce la trayectoria de Caruncho.

A través de la muestra del Conde Duque, de las 50 obras, se puede apreciar la evolución de una que figura en la estela de Malevich y Mondrian, pero también de Pablo Palazuelo y Rafael Canogar, de Ben Nicholson y la Bauhaus, según Fernández-Cid. «No le interesan tanto las imágenes como el pulso que hay tras ellas, lo que plantean», puntauliza.

Siete décadas mantuvo el pulso Caruncho, cumbre inalcanzable si no está alentada por la curiosidad y el atrevimiento. Y no sólo en el arte y la poesía, también en le gustó, y mucho, la velocidad. Fue campeón de motociclismo y de coches, tuvo galerías en Madrid y La Coruña, puso en marcha el Museo Unión Fenosa, escribió críticas que firmaba con pseudónimo.

La pieza ‘ Azul sobre azul’ de Luis Caruncho.

Su vivienda, en el madrileño barrio de La Guindalera, es una suerte de Merzbau, que es como llamó el artista Kurt Schwitteres su casa-estudio: un espacio de cinco plantas donde conviven cuadros, esculturas, libros, planos, fotografías, escaleras, grúas para llevar y traera las obras. Un maravilloso laberinto más cercano a un cuento de Borges con claraboya más que el estudio caótico al uso. Paneles con cuadros, estancias con dos distintas alturas, posters… Todo está ahora silente bajo una claraboya que cambia la perspectiva según la luz del día.

«No admitía nada que algo fuera imposible, aunque para eso tenía que idear complejos sistemas para sus cuadros», dice Tatiana, su segunda esposa. Y esa inquietud se puede apreciar también en la muestra madrileña, donde habitan los grises (Homenaje a Juan Gris, 1964), con blancos, negros, amarillos y rojos ajedrezados (Elegía para el prisma, 2009), un sombrío Autorretrato (1948), o un inquietante arlequín de medio planto (La máscara sin careta, 1948).

Pero ninguno puede compararse a la fuerza y grandeza de Azul sobre, título del que surgieron múltiples variaciones, pero todas con igual fulgor. Tampoco debe obviarse la intromisión del papel de periódico y del cartón (Composición con amarillo y negro, 1963). Ni catálogos diseñados por Caruncho. Ni la escultura Metamorfosis nº 8 (acero cortén autooxidado).

Rafael Canogar dijo de él: «Fue un trabajador inagotable, como lo fue su inspiración. Tenía algo de artista secreto, con innata facilidad para crear, para concebir sus obras, para diseñar, pero siempre desde un distanciamiento». ¿Y qué decía Caruncho de Luis Caruncho?: «Hay pintores constructivistas más rigurosos que yo, que son decididamente más fríos; yo soy menos riguroso, pero en mis obras palpita más la vida, son más cálidas».

Autor: Manuel Llorente

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